¡Un ninja en la corte!
Desde tiempos milenarios había sido estricta tradición en la familia Wu Lo-Kuaz que todos sus miembros, sin excepción alguna se convirtieran en Ninjas; por lo que desde la tatara tatara recontra tatara abuelita Wu Lo-Kuaz hasta el último tatara archirecontra tatara tatara etétera nieto Wu Lo-Kuaz eran los más hábiles, expertos, distinguidos, capaces, ágiles, arteros y respetados Ninjas de todo el mundo.
Grandes emperadores, reyes, y gobernantes de muchos países en diferentes épocas habían recurrido a la astucia y fortaleza de la familia Wu Lo-Kuaz para resolver conflictos, atrapar malandrines, y, en muchos casos, impartir justicia.
Sin embargo al pequeño Haro Wu Lo-Kuaz no le entusiasmaba mucho la idea de ser un Ninja; si bien tenía el talento y la habilidad para ser uno de los mejores, a Haro Wu Lo-Kuaz le molestaba que toda situación era resuelta con las secretas combinaciones de golpes de garra de dragón furioso o la refinada técnica de tigre asustadizo mezclada con una que otra patada de conejo rebuscón; por ejemplo, si alguien no quería comer sus vegetales llegaba a toda prisa la tatara tatara abuelita enfundada en su traje negro con todo y sable en el cinturón y a base de la técnica del panda frenético le obligaba a terminarse el brócoli, las zanahorias, guisantes o lo que fuera, y lo mismo sucedía si por error a Haro se le olvidaba tallarse detrás de las orejas o recoger su recámara … no importaba la situación, que esto y que el otro ¡zas! Todos los días parecían ser sacados de las mejores y más increíbles películas de Ninjas. Incluso los vecinos estaban atemorizados, porque si hacían algo que molestara a la familia Lo-Kuaz de inmediato dejaban mostrar su perfeccionada técnica de gritos de mono aullador rockero, con los cuales aturdían y enmudecían a toda la calle.
Fué entonces que el pequeño Haro Wu Lo-Kuaz pensó que no quería ser un Ninja y que había mejores formas de resolver los problemas; así que desde ése momento Haro decidió que quería convertirse en abogado y luchar por la justicia y defender a los inocentes de una forma mucho más civilizada.
Sin embargo, Haro sabía que sus parientes no estarían de acuerdo con que abandonara la larga tradición familiar; así que pensando y repensando el asunto, se le ocurrió que su querida familia no tenía porqué enterarse de sus planes, después de todo, un verdadero Ninja sabe guardar mejor que nadie cualquier tipo de secreto, y, si quería tener éxito en su misión debía aplicar todos los conocimientos que tenía.
Así que llegado el momento en que nuestro amigo debía entrar a la escuela de leyes … ¡nadie se enteró! Sus largos años de entrenamiento habían rendido fruto y era tanto o más sigiloso que la sombra de un mimo, sus rápidos movimentos para esquivar el vigilante ojo de su tatara tatara abuelita casi eran súpersónicos, y, enfundado en su ajustado traje negro podía trepar por las paredes mejor que cualquier gato de azotea.
Así fué pasando el tiempo y nadie, absolutamente nadie sabía su enorme secreto, pues toda la familia suponía que pasaba largas horas entrenando, ya que sus técnicas mejoraban notablemente día con día; hecho que era de esperarse ¡porque escapar de la tatara tatara abuelita no era cosa fácil! Luego de mucho tiempo y dedicación Haro Wu Lo-kuaz porfín estaba apunto de graduarse ¡y con los máximos honores! En la facultad era muy reconocido por los maestros; motivo por el cual fué recomendado para trabajar en la corte. Como podrán imaginar, Haro estaba que no cabía en sí de gusto … sólo que hubiera querido poder compartir su alegría con toda su familia …
Grandes emperadores, reyes, y gobernantes de muchos países en diferentes épocas habían recurrido a la astucia y fortaleza de la familia Wu Lo-Kuaz para resolver conflictos, atrapar malandrines, y, en muchos casos, impartir justicia.
Sin embargo al pequeño Haro Wu Lo-Kuaz no le entusiasmaba mucho la idea de ser un Ninja; si bien tenía el talento y la habilidad para ser uno de los mejores, a Haro Wu Lo-Kuaz le molestaba que toda situación era resuelta con las secretas combinaciones de golpes de garra de dragón furioso o la refinada técnica de tigre asustadizo mezclada con una que otra patada de conejo rebuscón; por ejemplo, si alguien no quería comer sus vegetales llegaba a toda prisa la tatara tatara abuelita enfundada en su traje negro con todo y sable en el cinturón y a base de la técnica del panda frenético le obligaba a terminarse el brócoli, las zanahorias, guisantes o lo que fuera, y lo mismo sucedía si por error a Haro se le olvidaba tallarse detrás de las orejas o recoger su recámara … no importaba la situación, que esto y que el otro ¡zas! Todos los días parecían ser sacados de las mejores y más increíbles películas de Ninjas. Incluso los vecinos estaban atemorizados, porque si hacían algo que molestara a la familia Lo-Kuaz de inmediato dejaban mostrar su perfeccionada técnica de gritos de mono aullador rockero, con los cuales aturdían y enmudecían a toda la calle.
Fué entonces que el pequeño Haro Wu Lo-Kuaz pensó que no quería ser un Ninja y que había mejores formas de resolver los problemas; así que desde ése momento Haro decidió que quería convertirse en abogado y luchar por la justicia y defender a los inocentes de una forma mucho más civilizada.
Sin embargo, Haro sabía que sus parientes no estarían de acuerdo con que abandonara la larga tradición familiar; así que pensando y repensando el asunto, se le ocurrió que su querida familia no tenía porqué enterarse de sus planes, después de todo, un verdadero Ninja sabe guardar mejor que nadie cualquier tipo de secreto, y, si quería tener éxito en su misión debía aplicar todos los conocimientos que tenía.
Así que llegado el momento en que nuestro amigo debía entrar a la escuela de leyes … ¡nadie se enteró! Sus largos años de entrenamiento habían rendido fruto y era tanto o más sigiloso que la sombra de un mimo, sus rápidos movimentos para esquivar el vigilante ojo de su tatara tatara abuelita casi eran súpersónicos, y, enfundado en su ajustado traje negro podía trepar por las paredes mejor que cualquier gato de azotea.
Así fué pasando el tiempo y nadie, absolutamente nadie sabía su enorme secreto, pues toda la familia suponía que pasaba largas horas entrenando, ya que sus técnicas mejoraban notablemente día con día; hecho que era de esperarse ¡porque escapar de la tatara tatara abuelita no era cosa fácil! Luego de mucho tiempo y dedicación Haro Wu Lo-kuaz porfín estaba apunto de graduarse ¡y con los máximos honores! En la facultad era muy reconocido por los maestros; motivo por el cual fué recomendado para trabajar en la corte. Como podrán imaginar, Haro estaba que no cabía en sí de gusto … sólo que hubiera querido poder compartir su alegría con toda su familia …
La mañana en que Haro iba a tener su primer caso salió muy temprano, algo nervioso pero muy contento, vistiendo un elegante traje a rayas y corbata, un distinguido sombrero y su brillante portafolios metálico con cerradura de combinación. Al llegar al inmenso edificio de fachada gótica y enormes salones que hacían eco, el corazón de Haro comenzó a latir cada vez más rápido, y cuando finalmente sonó la campanilla del elevador nuestro amigo encontró una gran oficina en cuya moderna puerta de cristal se podía leer “Licenciado Haro Wu Lo-kuaz, abogado defensor”. Nuestro muchacho comenzaba a creer que todo era un sueño y que en cualquier segundo despertaría, pero fué en ése preciso momento que la dulce y melodiosa voz de su jefa, la señorita Shin-Shin Jua-netes lo sacó de su asombro entregándole el archivo de su primer caso.
De inmediato Haro puso manos a la obra y comenzó a leer el expediente que decía así: “caso número cinco millones trescientos setenta y siete mil quinientos doce, el estado contra Nana Wu Lo-Kuaz T´a senil”.
Cuando Haro leyó aquel nombre no pudo menos que quedarse helado, petrificado, aterrado, inmovilizado, esponjado y con los pelos de punta, pues resulta que Nana Wu Lo-Kuaz T´a senil ¡era nada más y nada menos que su tatara tatara abuelita!
– ¡por el sable de mi abuela!-gritó el muchacho asustando a la señorita Shin-Shin Jua-netes-
– ¿Pero que te sucede chico?
– ¿D… d… de… de qué se le acusa a la señora?
– Hmmm-decía la señorita mientras recogía el expediente del piso-no es algo demasiado grave … aunque tampoco se debe tomar a la ligera, resulta que la señora Lo-Kuaz T´a senil ha sido acusada por el mismísimo alcalde de la ciudad porque ella lo agredió cuando él paseaba a su perrito tranquilamente por la calle.
– Y … que .. que que que… ¿qué le hizo ella al alcalde?-preguntó temeroso el chico-
– Hmmm … de acuerdo con esto la señora Lo-kuaz T´a Senil le brincó encima al alcalde, le arrancó de un tirón el peluquín y le embadurnó la cabeza con un trozo de césped, le hizo calzón chino y le pegó el peluquín al perro en el trasero. Por todo esto se le acusa con el cargo de encuentro cercano del tercer tipo en segundo grado con agravantes … alcanza la fianza pero la señora se negó a pagarla, pues clama que es inocente… un momento … Wu Lo-Kuaz … ¿qué ése no es tu apellido chico?
– P… p… pues sí.. verá señorita…
– ¡No se diga más! ¡qué suerte! Me alegro mucho ¡que hubiera dado yo porque en mi primer caso mi familia estuviera conmigo!
– ¿Aunque fuera la acusada?-interrumpió Haro-.
– Hmmm … detalles, detalles-decía la señorita-
– ¿Que sea mi abuelita no es un conflicto?
– ¿Conflicto? Hmmm … detalles, detalles ¿acaso la justicia no es ciega? Justicia es justicia sea tu abuela o no, así que la vas a defender.
Cuando Haro entró al gran salón de la corte apenas y podía respirar y definitivamente no podía dejar de temblar, sobre todo cuando el juez llamó a la acusada a tomar asiento en el estrado.
La enorme puerta de madera se abrió, y entraron la acusada y el acusador aún discutiendo mientras dos inmensos guardias intentaban contener y esquivar los certeros golpes de tuzo marrullero que la abuelita quería propinarle al alcalde.
– ¡Orden en la corte!-gritó el juez-¡que se siente la acusada!
En el momento en que porfín la abuelita tomó su lugar notó que el abogado que había contratado vía telefónica su familia ¡era nada más y nada menos que su nietecito! Por lo que de inmediato Haro comenzó a hablar con ella con el ultrasecreto lenguaje de señas de los Ninjas … que para cualquiera de nosotros podría parecer una mala imitación de un pez que había azotado en el piso luego de dar un mal salto en la pecera.
Así Haro se enteró de lo que en realidad había ocurrido y recordando que ante todo, y después de todo, era un Ninja, volvió a tomar valor, respiró profundo, dejó de temblar y comezó el juicio; aunque no era nada sencillo mantener quieta a la abuelita, porque cada vez que hablaba el alcalde ella se levantaba de un brinco del asiento y trepando por las paredes como araña psicótica intentaba propinarle su combinación de patadas de conejo rebuscón, por lo que, en más de una ocasión, Haro tuvo que seguirle el paso con sus volteretas de lemur hiperactivo mientras le decía que había otras formas de impartir orden y justicia y que él se encargaría de aclarar el asunto. Pero para el jurado y las personas que presenciaban el juicio era todo un espectáculo ver a esos dos magníficos Ninjas en acción, incluso al juez se le olvidaba por ratos en donde estaba y animaba a la abuelita Lo Kuaz T´a senil a perseguir al alcalde.
Una vez calmados los ánimos el abogado acusador presentó al jurado varias pruebas.
– ¡Prueba número uno!-se escuchaba- el peluquín que un veterinario tuvo que extraer al perrito del alcalde, ¡prueba número dos! ¡El perrito con todo y su trasero enrojecido por el brutal ataque de una ancianita loca!
– ¡objeción!-gritó Haro- el abogado insulta a mi cliente … ¡la abuelita no está loca y lo voy a probar! ¡Llamo al señor alcalde al estrado! ¿no es cierto señor alcalde que usted paseaba a su perrito fuera de los límites del parque?
– Pues sí, pero éso no es un crimen, el perrito tenía su correa.
– Cierto-decía Haro- sin embargo si es un crimen que usted dejara que su perrito hiciera sus “gracias” sobre el césped de la casa de la abuelita ¡y que usted ni siquiera limpiara las cochinadas de su animal!
– Bueno… bueno-decía el alcalde- quizá tenga razón ¡pero la señora me atacó!
– ¡Arrancarle la cabeza!-gritaba la abuelita- ¡eso debí hacer, pero sólo intentaba educar a su perro!
– ¡Orden en la corte!-gritó el juez-no necesito escuchar más … el abogado Lo-Kuaz tiene razón, el alcalde deberá pagar a la abuelita el césped dañado y no podrá pasear a su perro a menos de ciento cincuenta metros de distancia de la abuelita… sin embargo, el alcalde también tiene razón, la abuelita no debió saltarle encima ni arrancarle el peluquín … la abuelita deberá pagar el peluquín y comprarle al perro una pomada para su trasero ¡Y AMBOS DEBERÁN DISCULPARSE! ¡CASO CERRADO!
El jurado, el alcalde, la abuelita, el abogado acusador, la señorita Shin-Shin Jua-netes, los guardias y la familia entera de Haro Wu Lo-Kuaz estaban aplaudiendo la solución del juez y vitoreando a Haro que se había convertido en todo un abogado, y lo mejor de todo era que su familia estaba feliz y orgullosa de él, porque después de todo ¿quién dice que no puede haber un Ninja en la corte?.
De inmediato Haro puso manos a la obra y comenzó a leer el expediente que decía así: “caso número cinco millones trescientos setenta y siete mil quinientos doce, el estado contra Nana Wu Lo-Kuaz T´a senil”.
Cuando Haro leyó aquel nombre no pudo menos que quedarse helado, petrificado, aterrado, inmovilizado, esponjado y con los pelos de punta, pues resulta que Nana Wu Lo-Kuaz T´a senil ¡era nada más y nada menos que su tatara tatara abuelita!
– ¡por el sable de mi abuela!-gritó el muchacho asustando a la señorita Shin-Shin Jua-netes-
– ¿Pero que te sucede chico?
– ¿D… d… de… de qué se le acusa a la señora?
– Hmmm-decía la señorita mientras recogía el expediente del piso-no es algo demasiado grave … aunque tampoco se debe tomar a la ligera, resulta que la señora Lo-Kuaz T´a senil ha sido acusada por el mismísimo alcalde de la ciudad porque ella lo agredió cuando él paseaba a su perrito tranquilamente por la calle.
– Y … que .. que que que… ¿qué le hizo ella al alcalde?-preguntó temeroso el chico-
– Hmmm … de acuerdo con esto la señora Lo-kuaz T´a Senil le brincó encima al alcalde, le arrancó de un tirón el peluquín y le embadurnó la cabeza con un trozo de césped, le hizo calzón chino y le pegó el peluquín al perro en el trasero. Por todo esto se le acusa con el cargo de encuentro cercano del tercer tipo en segundo grado con agravantes … alcanza la fianza pero la señora se negó a pagarla, pues clama que es inocente… un momento … Wu Lo-Kuaz … ¿qué ése no es tu apellido chico?
– P… p… pues sí.. verá señorita…
– ¡No se diga más! ¡qué suerte! Me alegro mucho ¡que hubiera dado yo porque en mi primer caso mi familia estuviera conmigo!
– ¿Aunque fuera la acusada?-interrumpió Haro-.
– Hmmm … detalles, detalles-decía la señorita-
– ¿Que sea mi abuelita no es un conflicto?
– ¿Conflicto? Hmmm … detalles, detalles ¿acaso la justicia no es ciega? Justicia es justicia sea tu abuela o no, así que la vas a defender.
Cuando Haro entró al gran salón de la corte apenas y podía respirar y definitivamente no podía dejar de temblar, sobre todo cuando el juez llamó a la acusada a tomar asiento en el estrado.
La enorme puerta de madera se abrió, y entraron la acusada y el acusador aún discutiendo mientras dos inmensos guardias intentaban contener y esquivar los certeros golpes de tuzo marrullero que la abuelita quería propinarle al alcalde.
– ¡Orden en la corte!-gritó el juez-¡que se siente la acusada!
En el momento en que porfín la abuelita tomó su lugar notó que el abogado que había contratado vía telefónica su familia ¡era nada más y nada menos que su nietecito! Por lo que de inmediato Haro comenzó a hablar con ella con el ultrasecreto lenguaje de señas de los Ninjas … que para cualquiera de nosotros podría parecer una mala imitación de un pez que había azotado en el piso luego de dar un mal salto en la pecera.
Así Haro se enteró de lo que en realidad había ocurrido y recordando que ante todo, y después de todo, era un Ninja, volvió a tomar valor, respiró profundo, dejó de temblar y comezó el juicio; aunque no era nada sencillo mantener quieta a la abuelita, porque cada vez que hablaba el alcalde ella se levantaba de un brinco del asiento y trepando por las paredes como araña psicótica intentaba propinarle su combinación de patadas de conejo rebuscón, por lo que, en más de una ocasión, Haro tuvo que seguirle el paso con sus volteretas de lemur hiperactivo mientras le decía que había otras formas de impartir orden y justicia y que él se encargaría de aclarar el asunto. Pero para el jurado y las personas que presenciaban el juicio era todo un espectáculo ver a esos dos magníficos Ninjas en acción, incluso al juez se le olvidaba por ratos en donde estaba y animaba a la abuelita Lo Kuaz T´a senil a perseguir al alcalde.
Una vez calmados los ánimos el abogado acusador presentó al jurado varias pruebas.
– ¡Prueba número uno!-se escuchaba- el peluquín que un veterinario tuvo que extraer al perrito del alcalde, ¡prueba número dos! ¡El perrito con todo y su trasero enrojecido por el brutal ataque de una ancianita loca!
– ¡objeción!-gritó Haro- el abogado insulta a mi cliente … ¡la abuelita no está loca y lo voy a probar! ¡Llamo al señor alcalde al estrado! ¿no es cierto señor alcalde que usted paseaba a su perrito fuera de los límites del parque?
– Pues sí, pero éso no es un crimen, el perrito tenía su correa.
– Cierto-decía Haro- sin embargo si es un crimen que usted dejara que su perrito hiciera sus “gracias” sobre el césped de la casa de la abuelita ¡y que usted ni siquiera limpiara las cochinadas de su animal!
– Bueno… bueno-decía el alcalde- quizá tenga razón ¡pero la señora me atacó!
– ¡Arrancarle la cabeza!-gritaba la abuelita- ¡eso debí hacer, pero sólo intentaba educar a su perro!
– ¡Orden en la corte!-gritó el juez-no necesito escuchar más … el abogado Lo-Kuaz tiene razón, el alcalde deberá pagar a la abuelita el césped dañado y no podrá pasear a su perro a menos de ciento cincuenta metros de distancia de la abuelita… sin embargo, el alcalde también tiene razón, la abuelita no debió saltarle encima ni arrancarle el peluquín … la abuelita deberá pagar el peluquín y comprarle al perro una pomada para su trasero ¡Y AMBOS DEBERÁN DISCULPARSE! ¡CASO CERRADO!
El jurado, el alcalde, la abuelita, el abogado acusador, la señorita Shin-Shin Jua-netes, los guardias y la familia entera de Haro Wu Lo-Kuaz estaban aplaudiendo la solución del juez y vitoreando a Haro que se había convertido en todo un abogado, y lo mejor de todo era que su familia estaba feliz y orgullosa de él, porque después de todo ¿quién dice que no puede haber un Ninja en la corte?.
fin.
El regalo del mar
En medio del mar mediterráneo existe una pequeña isla llamada Agios Georgios,en donde cada tarde se pueden escuchar los cánticos de los viejos marineros y pescadores que regresan a sus casas. En una de ésas casitas de tejas rojas y paredes blancas marcadas por la brisa marina, vive un viejo pescador llamado Andraki, junto con su nietecita Lena; ambos salen muy temprano cada mañana a pescar y cuando logran hacerlo en abundancia venden su preciado cargamento en los mercados de las islas cercanas, y celebran tomando té y pastelitos en un café a la orilla del mar; mientras contemplan como el cielo lentamente se tiñe de Índigo y despiertan poco a poco las soñolientas estrellas que cada noche deben guiar a casa a marineros, pescadores y exploradores por igual.
Ocurrió pues, que un día los peces comenzaron a escasear y una mañana unos golpes se dejaron escuchar en la puerta del viejo Andraki PUM, PUM, PUM, se escuchaba -Voy-decía el viejo-ya voy, calma que va a tirar la puerta.
¡Abra en este mismo instante o tiro la casa señor Andraki!-era la voz del señor Malastrakus, el banquero del pueblo, bien conocido por su corpulenta figura, terrible carácter y que, de no ser por que siempre usaba traje y corbata cualquiera hubiera pensado que era un aguerrido toro de lidia-.
-¡ah,buenos días señor Malastrakus!-dijo Andraki-
-¡buenos nada!-interrumpió el banquero-vine a exigirle que me dé mi dinero, ya se ha retrasado varias semanas en sus pagos.
-lo sé señor Malastrakus-repuso el viejo-lo que sucede es que la pesca ha estado muy escasa, pero si me da un par de semanas más yo sé que podré darle un pago.
-¡un pago!-gruñó el banquero-¡pero si ya me debe dos! ¡ya no puedo esperar más, o me dá mi dinero este fin de semana señor Andraki o mejor va sacando sus cachivaches porque le quitaré la casa y el bote!
-pero…pero-titubeó el viejo-
-¡nada!-gritó Malastrakus- ¡o me paga o lo pongo de patitas en la calle! ¡tiene hasta éste fin de semana señor Andraki,hasta el fin de semana!
Desde otra habitación,la pequeña Lena escuchaba todo lo que sucedía y se hechó a llorar,pero en aquel momento saltó a su cama un hermoso gatito atigrado que comenzó a ronronearle.
-¡Lambis,que bueno que veniste a verme! Porque estoy muy triste.
Ocurrió pues, que un día los peces comenzaron a escasear y una mañana unos golpes se dejaron escuchar en la puerta del viejo Andraki PUM, PUM, PUM, se escuchaba -Voy-decía el viejo-ya voy, calma que va a tirar la puerta.
¡Abra en este mismo instante o tiro la casa señor Andraki!-era la voz del señor Malastrakus, el banquero del pueblo, bien conocido por su corpulenta figura, terrible carácter y que, de no ser por que siempre usaba traje y corbata cualquiera hubiera pensado que era un aguerrido toro de lidia-.
-¡ah,buenos días señor Malastrakus!-dijo Andraki-
-¡buenos nada!-interrumpió el banquero-vine a exigirle que me dé mi dinero, ya se ha retrasado varias semanas en sus pagos.
-lo sé señor Malastrakus-repuso el viejo-lo que sucede es que la pesca ha estado muy escasa, pero si me da un par de semanas más yo sé que podré darle un pago.
-¡un pago!-gruñó el banquero-¡pero si ya me debe dos! ¡ya no puedo esperar más, o me dá mi dinero este fin de semana señor Andraki o mejor va sacando sus cachivaches porque le quitaré la casa y el bote!
-pero…pero-titubeó el viejo-
-¡nada!-gritó Malastrakus- ¡o me paga o lo pongo de patitas en la calle! ¡tiene hasta éste fin de semana señor Andraki,hasta el fin de semana!
Desde otra habitación,la pequeña Lena escuchaba todo lo que sucedía y se hechó a llorar,pero en aquel momento saltó a su cama un hermoso gatito atigrado que comenzó a ronronearle.
-¡Lambis,que bueno que veniste a verme! Porque estoy muy triste.
Lambis visitaba constantemente la casa del viejo Andraki pues se había hecho amigo de Lena desde el día en que ella lo había salvado de ahogarse en la playa una noche de tormenta, a Lambis le encanta escuchar los cuentos de los pescadores y disfruta como nadie tomando el sol en el muelle mientras la brisa juega con sus desalineados bigotes; también adora el sonido que hace sobre el piso el brillante tazón de cerámica que Lena dispuso para servirle leche o sopa de champiñones que le encanta tomar especialmente en días nublados; Lambis es el mejor amigo de Lena,y por eso ella le contó lo sucedido aquella mañana.
Después de que el gato escuchó la terrible historia de sus amigos deseaba ayudarlos,así que se fué al muelle y esperó a que los pescadores levantaran sus redes y anclaran sus botes, y, cuando todo quedó en calma,el pequeño Lambis subió a una de las lanchas y comenzó a cantar así :brisa marinera, brisa de niebla y sal escucha a las vanidosas nubes que quieren la belleza de la madre luna opacar, llévalas contigo a otros cielos a danzar y deja que mi luna tome en sus brazos al mar para que un tierno beso ella le pueda dar.
En segundos,una docena de peces salió a la superficie diciendo ¿quien canta ésa hermosa canción? ¿quién sabe ésas palabras secretas que nos llaman a la superficie?
-Fuí yo-dijo Lambis-
-¡Oh pero tú eres un gato! –exclamaron al unísono los peces- ¡tú lo que quieres es comernos!
-¡No no!-replicó el gatito-yo lo que quiero es su ayuda.
-¿Ayuda para qué?-preguntaron ansiosos los peces-
-Para mis amigos,necesito saber porqué es tan escasa la pesca
-Lo que sucede gato-comenzó a explicar un pequeño tiburón- es que estas aguas ya no son tranquilas para tener nuestros bebés, ahora debemos buscar mares muy lejanos y no habrá más peces hasta el otoño.
-¡Éso no puede ser!-gritó el gato y entonces comenzó a contarles la historia del viejo Andraki y cómo perderían su casa si no reunían el dinero de Malastrakus, cuando terminó de contar el triste relato ya se habían reunido en la superficie cientos de criaturas marinas, desde pequeños pececillos multicolores hasta enormes calamares y diminutos crustáceos que escuchaban atentos cada palabra que salía de la boca del gato;todas aquellas criaturas se habían conmovido mucho al escuchar la historia y se sorprendieron aún más al darse cuenta de que el gatito estaba llorando- .
-Mira gato-dijo el tiburón- nos has conmovido profundamente, Así que vamos a proponerte un trato; si prometes venir cada anochecer a cantar como lo hiciste hoy te daremos a cambio unas cuantas de las más finas perlas nunca antes vistas,pero si vuelves pasado mañana antes del amanecer y entonas la canción favorita del mar tendrás un inmenso tesoro .
-¿éso es todo?-dijo Lambis- ¡está bien,trato hecho!
-muy bien-dijeron los peces-ahora vete y procura regresar antes del amanecer.
Lambis regresó al muelle y se puso a recorrer las antiguas callejuelas del lugar, entrando en tabernas y escuchando cada relato,cada canción que cantaban los marineros y pescadores; pero nada,no había nada acerca de la canción favorita del mar.
Ya entrada la mañana se dirigía a la casa del viejo Andraki; cuando de repente escuchó un estruendo en un callejón detrás del mercado.
-Disculpa-decía el gatito-¿puedo ayudarle?-entre enormes botes metálicos de basura y cajas de cartón se encontraba un enorme gato blanco.
-¿Eh?murmuraba el gran gato- ¿quién anda ahí?
-Mi nombre es Lambis señor ¿necesita ayuda?
-¡Oh bueno!-gritaba el viejo gato-debes hablar más fuerte soy un poco sordo mi nombre es Polonius…oh…no…espera, ése es el nombre de mi amo yo me llamo Cúmulo, ya que estás aquí ¿te importaría ayudarme a buscar comida? Mi amo es ciego y yo soy todo lo que tiene.
-No te procupes Cúmulo, yo tengo un buen amigo en el mercado y estoy seguro de que nos dará un par de jugosos filetes, acompáñame y lo verás.
Después de que el gato escuchó la terrible historia de sus amigos deseaba ayudarlos,así que se fué al muelle y esperó a que los pescadores levantaran sus redes y anclaran sus botes, y, cuando todo quedó en calma,el pequeño Lambis subió a una de las lanchas y comenzó a cantar así :brisa marinera, brisa de niebla y sal escucha a las vanidosas nubes que quieren la belleza de la madre luna opacar, llévalas contigo a otros cielos a danzar y deja que mi luna tome en sus brazos al mar para que un tierno beso ella le pueda dar.
En segundos,una docena de peces salió a la superficie diciendo ¿quien canta ésa hermosa canción? ¿quién sabe ésas palabras secretas que nos llaman a la superficie?
-Fuí yo-dijo Lambis-
-¡Oh pero tú eres un gato! –exclamaron al unísono los peces- ¡tú lo que quieres es comernos!
-¡No no!-replicó el gatito-yo lo que quiero es su ayuda.
-¿Ayuda para qué?-preguntaron ansiosos los peces-
-Para mis amigos,necesito saber porqué es tan escasa la pesca
-Lo que sucede gato-comenzó a explicar un pequeño tiburón- es que estas aguas ya no son tranquilas para tener nuestros bebés, ahora debemos buscar mares muy lejanos y no habrá más peces hasta el otoño.
-¡Éso no puede ser!-gritó el gato y entonces comenzó a contarles la historia del viejo Andraki y cómo perderían su casa si no reunían el dinero de Malastrakus, cuando terminó de contar el triste relato ya se habían reunido en la superficie cientos de criaturas marinas, desde pequeños pececillos multicolores hasta enormes calamares y diminutos crustáceos que escuchaban atentos cada palabra que salía de la boca del gato;todas aquellas criaturas se habían conmovido mucho al escuchar la historia y se sorprendieron aún más al darse cuenta de que el gatito estaba llorando- .
-Mira gato-dijo el tiburón- nos has conmovido profundamente, Así que vamos a proponerte un trato; si prometes venir cada anochecer a cantar como lo hiciste hoy te daremos a cambio unas cuantas de las más finas perlas nunca antes vistas,pero si vuelves pasado mañana antes del amanecer y entonas la canción favorita del mar tendrás un inmenso tesoro .
-¿éso es todo?-dijo Lambis- ¡está bien,trato hecho!
-muy bien-dijeron los peces-ahora vete y procura regresar antes del amanecer.
Lambis regresó al muelle y se puso a recorrer las antiguas callejuelas del lugar, entrando en tabernas y escuchando cada relato,cada canción que cantaban los marineros y pescadores; pero nada,no había nada acerca de la canción favorita del mar.
Ya entrada la mañana se dirigía a la casa del viejo Andraki; cuando de repente escuchó un estruendo en un callejón detrás del mercado.
-Disculpa-decía el gatito-¿puedo ayudarle?-entre enormes botes metálicos de basura y cajas de cartón se encontraba un enorme gato blanco.
-¿Eh?murmuraba el gran gato- ¿quién anda ahí?
-Mi nombre es Lambis señor ¿necesita ayuda?
-¡Oh bueno!-gritaba el viejo gato-debes hablar más fuerte soy un poco sordo mi nombre es Polonius…oh…no…espera, ése es el nombre de mi amo yo me llamo Cúmulo, ya que estás aquí ¿te importaría ayudarme a buscar comida? Mi amo es ciego y yo soy todo lo que tiene.
-No te procupes Cúmulo, yo tengo un buen amigo en el mercado y estoy seguro de que nos dará un par de jugosos filetes, acompáñame y lo verás.
Los dos gatos entraron al mercado y se detuvieron frente al puesto más grande y vistoso, e instantáneamente el joven que atendía el lugar levantó a Lambis diciendo: ¡ah gatito aventurero! ¿dónde te habías metido? Yo pensaba que tal véz te habías embarcado en alguno de los buques y que estarías ya surcando los siete mares, me da gusto que vengas a visitarme ¡oh veo que tienes un nuevo amigo! Hmmm déjame adivinar,quieren algo rico de comer ¿no? pues han venido al lugar correcto anda, escoge lo que desees y no olvides venir a verme pronto minino.
Lambis agradeció al joven lamiendo su mejilla con su rasposa lengua y saltó para escoger un par de enorme filetes de ternera,queso,pan y miel.
-Si hay algo que mi amo y yo podamos hacer por tí Lambis-decía Cúmulo-no dudes en pedirlo.
-De hecho-interrumpió Lambis-tal véz puedas ayudarme,necesito saber cual es la canción favorita del mar .
-Entonces debes venir conmigo; mi amo,el gran Polonius fué un afamado marinero que recorrió por mar todo el mundo y sabe cientos de canciones y leyendas, si alguien conoce ésa canción es él, puedes creerme, además mi amo en uno de sus tantos viajes por tierras exóticas recibió un regalo de un antiguo jefe de una tribu, es un amuleto con el que puede entender a los animales así que no hay duda de que él te comprenderá.
Ambos gatos recorrieron un par de calles hasta llegar a una casita muy humilde.
-Aquí es-dijo Cúmulo-mientras comenzaba a maullar¡amo, amo! ¡ya llegué y traje muchas cosas!
Cerca de la ventana se encontraba el gran Polonius escuchando las olas del mar .
-¡Oh!-exclamaba el anciano-mi buen Cúmulo, que bueno que estés en casa, pero dime ¿cómo conseguiste toda la comida?
-Verás amo-explicaba el gato-me la dió Lambis, es mi nuevo amigo.
-¡Ah bendito seas gatito! ¡que los dioses te colmen de dicha! Te ruego nos acompañes.
-Amo-interrumpió Cúmulo-debemos ayudar a Lambis, él necesita saber una canción.
-¿Es éso cierto Lambis?
-Así es señor-y el gato contó la larga historia a Polonius y él le habló de cientos de miles de canciones pero nunca había escuchado de la canción favorita del mar; así que pasaron toda la noche recordando y cantando canciones sin exito alguno,hasta que un par de horas antes del amanecer Lambis tuvo una idea; le pidió a Cúmulo y al gran Polonius que fueran a buscar al viejo Andraki y a Lena y que los llevaran al muelle. Los nuevos amigos aún sin comprender el plan obedecieron.
Mientras tanto Lambis corrió a la playa subió al faro y comenzó a entonar esta canción “estrella del norte comienza a brillar, llama a los ángeles que detrás tuyo están, ángeles boreales por hoy, sólo por hoy regaladme el polvo que cae de sus alas, hagan que el agua sea el espejo de la noche y que de sus mil bendiciones mis amigos sean coronados”.
Lambis agradeció al joven lamiendo su mejilla con su rasposa lengua y saltó para escoger un par de enorme filetes de ternera,queso,pan y miel.
-Si hay algo que mi amo y yo podamos hacer por tí Lambis-decía Cúmulo-no dudes en pedirlo.
-De hecho-interrumpió Lambis-tal véz puedas ayudarme,necesito saber cual es la canción favorita del mar .
-Entonces debes venir conmigo; mi amo,el gran Polonius fué un afamado marinero que recorrió por mar todo el mundo y sabe cientos de canciones y leyendas, si alguien conoce ésa canción es él, puedes creerme, además mi amo en uno de sus tantos viajes por tierras exóticas recibió un regalo de un antiguo jefe de una tribu, es un amuleto con el que puede entender a los animales así que no hay duda de que él te comprenderá.
Ambos gatos recorrieron un par de calles hasta llegar a una casita muy humilde.
-Aquí es-dijo Cúmulo-mientras comenzaba a maullar¡amo, amo! ¡ya llegué y traje muchas cosas!
Cerca de la ventana se encontraba el gran Polonius escuchando las olas del mar .
-¡Oh!-exclamaba el anciano-mi buen Cúmulo, que bueno que estés en casa, pero dime ¿cómo conseguiste toda la comida?
-Verás amo-explicaba el gato-me la dió Lambis, es mi nuevo amigo.
-¡Ah bendito seas gatito! ¡que los dioses te colmen de dicha! Te ruego nos acompañes.
-Amo-interrumpió Cúmulo-debemos ayudar a Lambis, él necesita saber una canción.
-¿Es éso cierto Lambis?
-Así es señor-y el gato contó la larga historia a Polonius y él le habló de cientos de miles de canciones pero nunca había escuchado de la canción favorita del mar; así que pasaron toda la noche recordando y cantando canciones sin exito alguno,hasta que un par de horas antes del amanecer Lambis tuvo una idea; le pidió a Cúmulo y al gran Polonius que fueran a buscar al viejo Andraki y a Lena y que los llevaran al muelle. Los nuevos amigos aún sin comprender el plan obedecieron.
Mientras tanto Lambis corrió a la playa subió al faro y comenzó a entonar esta canción “estrella del norte comienza a brillar, llama a los ángeles que detrás tuyo están, ángeles boreales por hoy, sólo por hoy regaladme el polvo que cae de sus alas, hagan que el agua sea el espejo de la noche y que de sus mil bendiciones mis amigos sean coronados”.
En aquel momento comenzó a caer una llovizna ligera y con ella miles de centellas cayeron suaves en el agua,entonces Lambis bajó al muelle donde ya lo esperaban sus amigos y todos subieron a un bote haciéndose a la mar, de repente, miles de peces se dejaron ver y el pequeño tiburón le preguntó a Lambis si ya tenía la canción,entonces los amigos se miraron entre sí y cada cual comenzó a cantar una frase de esta manera “sólo éramos cinco espíritus solitarios,cinco corazones incompletos,cinco vidas a la deriva, pero el cielo quiso que a través del mar nos uniéramos y completáramos un destino por las místicas estrellas ya escrito;ahora sabemos que juntos somos cinco almas gemelas,cinco amigos contra cualquier cosa que nos niegue lo que somos,ahora convertidos en una sólida roca en la cual se rompen las olas del mar;regalo más grande no puede haber que el sabernos juntos hasta el fin de los tiempos “.
-Sé que no es la canción que nos pedían,explicó Lambis-pero se las hemos ofrecido desde lo más profundo de nuestros corazones.
-No te preocupes gato-decía el tiburón-no sólo han interpretado una hermosa canción,sino que además nos has regalado todas estas centellas que yacen en el agua; las cuales guardaremos como nuestro más preciado tesoro; ahora, aquí tienen su recompensa.
Entonces una gigantesca ostra emergió de entre las aguas y el tiburón dijo: súbanla a su bote les hemos prometido un gran tesoro y aquí está, ahora vayan a casa y no olviden venir a cantarnos algo de vez en cuando.
-Sé que no es la canción que nos pedían,explicó Lambis-pero se las hemos ofrecido desde lo más profundo de nuestros corazones.
-No te preocupes gato-decía el tiburón-no sólo han interpretado una hermosa canción,sino que además nos has regalado todas estas centellas que yacen en el agua; las cuales guardaremos como nuestro más preciado tesoro; ahora, aquí tienen su recompensa.
Entonces una gigantesca ostra emergió de entre las aguas y el tiburón dijo: súbanla a su bote les hemos prometido un gran tesoro y aquí está, ahora vayan a casa y no olviden venir a cantarnos algo de vez en cuando.
Los amigos llevaron su ostra a la playa y al abrirla descubrieron la más hermosa, gigante, perfecta y resplandeciente perla que hubieran visto, la sacaron y para su sorpresa, debajo de la inmensa perla había un viejo cofre dentro del cual hallaron otro inmenso tesoro con el que el viejo Andraki saldó su deuda con el señor Malastrakus y después compraron una enorme casa en la parte mas hermosa de la playa donde ahora vien juntos Lambis, Lena, el viejo Andraki, Cúmulo y el gran Polonius y cada atardecer se les puede observar adentrarse en las suaves olas para contarle cuentos y canciones a sus amigos del mar.
Zarzamora es tal como es
Muchas cosas flotan … flotan las hojas de los árboles, cuando el aliento del otoño lo tiñe todo de cambiantes cafés,rojizos, anaranjados y amarillos; flotan las plumas de las aves que se caen cuando emprenden el vuelo en busca de más cálidos cielos; flotan las palabras, que a veces se quedan largo tiempo suspendidas en el viento; flotan los trocitos de confeti, las gotitas del rocío matinal, flotan los aromas, sobre todo aquellos que nos recuerdan momentos felices, flotan los sonidos e incluso los besos … ¿pero alguna vez habías visto flotar a una elfo? Éso fué lo que le sucedió a Zarzamora, la más pequeña de seis hermanitas guardianas de los bosques.
Todas las hermanas habían recibido mágicos dones para poder realizar su misión, y todas eran muy hermosas … excepto la pequeña Zarzamora … o al menos éso pensaba ella, porque no teniá el largo, sedoso y rojizo cabello de su hermana mayor, Cereza, ni los ojitos color violeta de la pispireta de Arándano, tampoco tenía la sonrisa perfecta de la tierna Fresa, ni la melodiosa voz de Mora y definitivamente no era tan alta y delgada como la guapa de Grosella; Zarzamora era bajita, algo llenita, con largos rizos rebeldes color de la noche y nadie, ni siquiera las orugas acataban sus órdenes porque aún era muy pequeña, lo cual significaba que tampoco contaba con un don mágico como los de sus hermanas; motivo por el cual nuestra amiguita se frustaba y desesperaba y,al verla así sus hermanas siempre le decían lo mismo “sólo espera, ya crecerás” pero a Zarzamora le parecía imposible llegar a ser tan linda y poderosa como sus hermanas, y se la pasaba deseando ser alguna de ellas … o alguien más … quien fuera, menos ella misma.
Así que una mañana Zarzamora decidió que no iba a esperar más y se fué a recorrer los bosques para recolectar todos los pétalos rojos que pudo apretujar en su bolsita;los tenía de tulipanes, claveles, margaritas, flores silvestres y por supuesto, de rosas, y con ellos hizo una pintura sumamente aromática y se tiñó el cabello. Luego de lavarlo y cepillarlo por más de tres horas para que se quedara quietecito, por fín se decidió a salir de su habitación a mostrarle a sus hermanas su nuevo “look”.
– ¿Pero qué le hiciste a tu hermoso cabello Zarzamora?-interrogaron asombradas todas las hermanas al unísono-
– … pues … lo teñí … ¿qué? … ¿no les gusta?
– Hermanita-decía Fresa- esque así no eres tú
– ¡Ése es el punto! ¡no quiero ser yo! ¡Cereza tiene el cabello rojo y se ve hermosa! ¿porqué no puedo yo verme así?
– ¡Zarzamora,tu ya eres hermosa!
– ¡No es cierto!
Sin embargo, la discusión de las hermanas fué interrumpida por un penetrante zumbido que se hacía cada vez más y más intenso … bzzz … bzzzz … BZZZZZ-se escuchaba- y en segundos la pobre de Zarzamora estaba rodeada de abejas que habían encontrado sumamente atractivo el olor de su cabellera, y por más que las hermanas le ordenaban a los insectos que se alejaran, el dulce olor era tan irresistible que nuestra amiguita no tuvo más remedio que correr hacia el río y lavar su pelo.
Aquella tarde Zarzamora se quedó largo rato a la orilla del agua observando su reflejo. -Que mejillas tan grandes tengo, mis ojos son tan oscuros y mis piernas son tan cortitas-pensaba- entonces se inventó un hechizo para que sus ojitos cambiaran de color y contenta con lo que había hecho regresó a casa.
– ¡Zarzamora que bueno que volviste!-decía su hermana Arándano- Ya es hora de cenar … ¿que tienes en los ojos? ¿estás enferma?
– No … ¿porqué?
– ¡Niña! ¿cuántas veces te hemos dicho que la magia no se usa en cosas tan triviales?
– No te enojes … tú tienes los ojos color violeta, nadie más tiene los ojos de ese color … tú eres especial …
– Tú también lo eres …
– ¡No entiendes nada!-decia llorosa nuestra elfo mientras corría a su habitación, y al verse al espejo notó que su hechizo no estaba bien hecho porque sus ojitos cambiaban de color, iban del amarillo al rosa y al azul en un instante, así que deshizo el encantamiento y se fué a dormir soñando que era tan guapa como su hermana Grosella-.
– ¿Pero qué le hiciste a tu hermoso cabello Zarzamora?-interrogaron asombradas todas las hermanas al unísono-
– … pues … lo teñí … ¿qué? … ¿no les gusta?
– Hermanita-decía Fresa- esque así no eres tú
– ¡Ése es el punto! ¡no quiero ser yo! ¡Cereza tiene el cabello rojo y se ve hermosa! ¿porqué no puedo yo verme así?
– ¡Zarzamora,tu ya eres hermosa!
– ¡No es cierto!
Sin embargo, la discusión de las hermanas fué interrumpida por un penetrante zumbido que se hacía cada vez más y más intenso … bzzz … bzzzz … BZZZZZ-se escuchaba- y en segundos la pobre de Zarzamora estaba rodeada de abejas que habían encontrado sumamente atractivo el olor de su cabellera, y por más que las hermanas le ordenaban a los insectos que se alejaran, el dulce olor era tan irresistible que nuestra amiguita no tuvo más remedio que correr hacia el río y lavar su pelo.
Aquella tarde Zarzamora se quedó largo rato a la orilla del agua observando su reflejo. -Que mejillas tan grandes tengo, mis ojos son tan oscuros y mis piernas son tan cortitas-pensaba- entonces se inventó un hechizo para que sus ojitos cambiaran de color y contenta con lo que había hecho regresó a casa.
– ¡Zarzamora que bueno que volviste!-decía su hermana Arándano- Ya es hora de cenar … ¿que tienes en los ojos? ¿estás enferma?
– No … ¿porqué?
– ¡Niña! ¿cuántas veces te hemos dicho que la magia no se usa en cosas tan triviales?
– No te enojes … tú tienes los ojos color violeta, nadie más tiene los ojos de ese color … tú eres especial …
– Tú también lo eres …
– ¡No entiendes nada!-decia llorosa nuestra elfo mientras corría a su habitación, y al verse al espejo notó que su hechizo no estaba bien hecho porque sus ojitos cambiaban de color, iban del amarillo al rosa y al azul en un instante, así que deshizo el encantamiento y se fué a dormir soñando que era tan guapa como su hermana Grosella-.
Aquella mañana Zarzamora se despertó viendo a través de la ventana a sus hermanas haciendo crecer árboles y haciendo florecer cada rincón, las vió hablando con los animales y las escuchó cantar melodiosamente, como si fueran aves trinando en primavera. La elfo no cantaba y tampoco podía hacer florecer de la nada los bosques y sentía como si no pertenenciera a su familia, ella era diferente … demasiado, y éso la entristecía profundamente.
Día con día su mirada se fué apagando, y dejó de ser hablantina, su enorme sonrisa simplemente desapareció de su rostro, dejó de comer e incluso sus abultados y rebeldes rizos se alisaron.
Todo éso tenía sumamente preocupadas a sus hermanas que intentaban animarla y le cocinaban sus platillos favoritos, le llevaban regalos y le hacían mimos, le decían cuánto la amaban y le hacían cosquillas … pero aún así Zarzamora no sonreía; la casa de las hermanas, y el bosque entero parecía demasiado silencioso desde que la pequeña ya no hablaba, e incluso las noches se habían tornado frías y oscuras porque la luna, extrañamente, tampoco aparecía.
Todo éso tenía sumamente preocupadas a sus hermanas que intentaban animarla y le cocinaban sus platillos favoritos, le llevaban regalos y le hacían mimos, le decían cuánto la amaban y le hacían cosquillas … pero aún así Zarzamora no sonreía; la casa de las hermanas, y el bosque entero parecía demasiado silencioso desde que la pequeña ya no hablaba, e incluso las noches se habían tornado frías y oscuras porque la luna, extrañamente, tampoco aparecía.
Fué en una de ésas tardes heladas en las que el viento soplaba fuertemente que Zarzamora decidió salir a caminar; pero el viento que todo lo había visto estaba esperándola para jugarle una broma, de a poquito fué soplando cada vez más fuerte hasta que hizo que la elfo que ahora estaba súper flaquita, tan flaquita que si se paraba de perfil sólo se le veía la nariz, comenzara a elevarse del piso, primero sólo unos pocos centímetros, pero después salió volando como una hoja.
La pequeña quizo asirse de alguna rama, pero estába tan débil que no pudo, también quizo pedir ayuda a sus hermanas, pero su voz había perdido potencia y apenas era un susurro. El viento la elevó más y más por entre las nubes, casi rozando las estrellas, le dió vueltas y más vueltas hasta que Zarzamora comenzó a reir; fué entonces que el viento la depositó suavemente en un frondoso árbol de peras y le dijo: mi querida niña, no quiero que vuelvas a ponerte triste, ni que vuelvas a pensar que no eres hermosa ¡porque realmente lo eres! Tu rizada cabellera siempre me hace cosquillas cuando sales corriendo a seguir mariposas, y en tus ojos tan oscuros, profundos y brillantes se reflejan todas las estrellas, y, por si no lo has notado, es tu sonrisa la que atrae a la luna llena, es tu risa y son tus charlas las que hacen que los ríos corran felices … y eres tú, toda tú, así como eres, la que hace que yo sea fresco y suave y no gélido y tosco.
Un par de lágrimitas llenas de ternura salieron de los ojos de nuestra elfo que ya no se sentía menos bonita ni menos poderosa que todas sus hermanas, pues ella controlaba la luna, los ríos y el viento. Y comenzó a comer una jugosa y dulce pera para que el viento ya no se la llevara de un soplido, y de regreso a casa Zarzamora se miró en la cristalina agua y ya no deseó ser como sus hermanas, ellas eran lindas, pero también Zarzamora, y era diferente, como lo somos todos, y era especial, igual que tú y yo.
Y con el viento tomando sus manos Zarzamora regresó a casa tan hablantina y sonriente que la luna regresó y todas las hermanas se reunieron alrededor de una fogata para asar malvaviscos y cantar, contar historias, reir y ser ellas mismas y felices por ser así, todas diferentes, todas hermosas, todas tal y como son.
Fin
¿Sólo un árbol?
Todas las mañanas se le podía ver caminando entre los árboles, sentado a su lado meditando y hasta abrazándolos, obviamente todos pensaban que estaba loquito ¿quién en su sano juicio se la vivía abrazando árboles? ¡y sobre todo tan temprano! Pero éso no era todo, los fines de semana aquel hombre los pasaba plantando más árboles, podando ramitas secas, abonándolos y regándolos, sobre todo cuando hacía mucho calor.
Nadie sabía su nombre, pero siempre tenía un saludo cordial y una sonrisa para todos, y los niños comenzaron a llamarlo Don árbol; cosa que no le molestaba … y, de hecho sí tenía cierto parecido con un árbol, su encrespada melena semejaba el tupido follaje de un ficcus en primavera, sus brazos eran tan largos y fuertes como las ramas de un roble, sus pies enormes y firmes eran igual a las raíces de un fresno y era tan alto como un eucalipto … bueno, quizá no tanto, pero definitivamente era alto, y como siempre usaba una túnica verde con capucha encima de sus desgastados jeans y camiseta verdaderamente parcecía un árbol más del bosque.
Nadie sabía su nombre, pero siempre tenía un saludo cordial y una sonrisa para todos, y los niños comenzaron a llamarlo Don árbol; cosa que no le molestaba … y, de hecho sí tenía cierto parecido con un árbol, su encrespada melena semejaba el tupido follaje de un ficcus en primavera, sus brazos eran tan largos y fuertes como las ramas de un roble, sus pies enormes y firmes eran igual a las raíces de un fresno y era tan alto como un eucalipto … bueno, quizá no tanto, pero definitivamente era alto, y como siempre usaba una túnica verde con capucha encima de sus desgastados jeans y camiseta verdaderamente parcecía un árbol más del bosque.
– ¡Qué tipo tan más chiflado!-decía burlonamente Pecorino, uno de los tantos pequeños que observaba a Don árbol mientras se dirigía a la escuela-
– ¡Pecorino!-le reprendía su madre- ¿en dónde es que has aprendido a ser tan grosero? Ése señor hace algo muy bueno por todos nosotros y debemos estar muy agradecidos con él .
– Pero mami ¿de qué hablas? ¿hay que estar agradecidos con ése orate sólo porque se la pasa abrazando árboles? A mí me parece una pérdida de tiempo …
– ¡Basta ya! Quizá aprendas algo pasando un tiempo con él.
– ¡Éso si que no! ¡no me vas a obligar a ayudar a ése tipo!
– Pecorino, no juzgues a las personas sin conocerlas, tú no sabes lo que podrías aprender.
Cuando Pecorino llegó a la escuela lo primero que hizo fué quejarse amargamente con Lily, su mejor amiga.
– ¡Ay Lily!-decía el pequeño- no vas a creer lo que mi mamá me va a obligar a hacer!
– ¿Por fín te vas a bañar todos los días?
– ¡Lily esto es serio! ¡voy a tener que pasar el fin de semana ayudando al desquisiado de Don árbol!
– ¿Y éso que tiene de malo?
– ¿¡Lily tú también!?
– Mira mi querido Pecorino, puede que Don árbol sea algo … peculiar, pero no creo que sea malo … la gente dice que en realidad es un mago.
– ¿Qué mago va a ser? Si acaso será un payaso.
– Para que veas lo buena amiga que soy ¡yo te acompaño!
– ¿De verdad?
– ¡Claro! Si yo no soy una gallina como tú.
– ¡Pecorino!-le reprendía su madre- ¿en dónde es que has aprendido a ser tan grosero? Ése señor hace algo muy bueno por todos nosotros y debemos estar muy agradecidos con él .
– Pero mami ¿de qué hablas? ¿hay que estar agradecidos con ése orate sólo porque se la pasa abrazando árboles? A mí me parece una pérdida de tiempo …
– ¡Basta ya! Quizá aprendas algo pasando un tiempo con él.
– ¡Éso si que no! ¡no me vas a obligar a ayudar a ése tipo!
– Pecorino, no juzgues a las personas sin conocerlas, tú no sabes lo que podrías aprender.
Cuando Pecorino llegó a la escuela lo primero que hizo fué quejarse amargamente con Lily, su mejor amiga.
– ¡Ay Lily!-decía el pequeño- no vas a creer lo que mi mamá me va a obligar a hacer!
– ¿Por fín te vas a bañar todos los días?
– ¡Lily esto es serio! ¡voy a tener que pasar el fin de semana ayudando al desquisiado de Don árbol!
– ¿Y éso que tiene de malo?
– ¿¡Lily tú también!?
– Mira mi querido Pecorino, puede que Don árbol sea algo … peculiar, pero no creo que sea malo … la gente dice que en realidad es un mago.
– ¿Qué mago va a ser? Si acaso será un payaso.
– Para que veas lo buena amiga que soy ¡yo te acompaño!
– ¿De verdad?
– ¡Claro! Si yo no soy una gallina como tú.
El sábado muy temprano la mamá de Pecorino los llevó al bosque y los chicos caminaron un par de minutos hasta que porfín se toparon con él, quien como de costumbre, estaba bien abrazado a un enorme roble.
– ¿Disculpe …?-decía tímido Pecorino-
– ¿Si?-respondió curioso Don árbol-
– Buenos … días … hmmm …hmmmm …
– ¡Buenos días Don árbol!-interrumpió la pequeña- yo me llamo Lily y éste es mi mejor amigo Pecorino y nos ha mandado su mamá a ver en que podíamos ayudarle,
– ¡Ah! ¡qué espléndido dos ayudantes! Bien, muy bien hoy hay mucho que hacer.
Mientras Don árbol y Lily se disponían a sujetar los pequeños arbolitos a largas varas para que no se quebraran Pecorino se sentó comodamente en la suave hierba a jugar con su video juego portátil … pasó una hora y luego otra y él seguía absorto avanzando nivel tras nivel venciendo a sus enemigos con el ultra hipermegacombo de súper energía púrpura recargada; y cuando finalmente se cansó sacó su teléfono móvil y se puso a escuchar música y madar mensajitos a sus amigos … pasó una hora y luego otra … y cuando finalmente se cansó tomó su mochila y sacó su reluciente computadora portátil con conexión megasónica integrada a la red con banda súper ancha para navegar abajito de la velocidad de la luz … pasó una hora y luego otra, el sol ya comenzaba a ponerse y todo iba quedando en penumbras; así que Don árbol y Lily hicieron una fogata, montaron sus tiendas de campaña y comenzaron a preparar la cena, el aromático vapor de una sopa de hongos silvestres sacó a Pecorino de lo que parecía ser un profundo trance hipnótico, sus dedos porfín dejaron de teclear y dando un bostezo digno de un oso grizly después de invernar dijo : ¡yom! ¡por fín la cena! ¡me muero de hambre!
– ¡Pecorino eres un cínico!-reprendió Lily-¡no nos ayudaste en todo el día y encima quieres devorar lo que preparamos con tanto esfuerzo!
– No exageres Lily-decía el pequeño-yo sólo los vi jugando en el lodo
– ¡Claro que no! sembramos docenas de árboles salvamos unos nidos que estaban apunto de caer, Don árbol me enseñó a detectar los árboles que están enfermos y también a contar su edad y …
– Lily-interrumpió Don árbol- creo que a tu amigo no le importa lo que hacemos … ¿verdad Pecorino?
– No se ofenda Don … oiga ¿usted no tiene un nombre normal?
– ¿Normal? … ¿como Pecorino? Prefiero llamarme árbol, pero sí tengo uno, mi nombre es Tito, mago Tito a tu servicio.
– ¡Entonces es cierto que usted es mago!-gritó entusiasmada Lily-
– Si,pero yo no saco conejitos de sombreros ni nada de éso, mi magia consiste en escuchar a la Tierra y ayudarla …
– Yo no entiendo Don mago-decía el niño mientras devoraba un plato de sopa- los árboles no sienten, sólo son cosas que están ahí inmóviles, son inútiles yo no perdería el tiempo con este montón de palos …
Con un dejo de tristeza el mago se incorporó, recogió los trastos, hechó más varitas a la fogata y sirviéndose una taza de humeante café dijo: ya es tarde Pecorino ve a dormir, mañana temprano te llevaré a tu casa … y dulces sueños Lily, mi dulce asistente … eres tan encantadora como un hermoso elfo. Entonces la niña corrió a darle un abrazo al mago y se fué a dormir soñando con las historias que le había dicho sobre los guardianes que vigilaban los bosques y las hadas que habitaban en los capullos de flores .
– ¿Disculpe …?-decía tímido Pecorino-
– ¿Si?-respondió curioso Don árbol-
– Buenos … días … hmmm …hmmmm …
– ¡Buenos días Don árbol!-interrumpió la pequeña- yo me llamo Lily y éste es mi mejor amigo Pecorino y nos ha mandado su mamá a ver en que podíamos ayudarle,
– ¡Ah! ¡qué espléndido dos ayudantes! Bien, muy bien hoy hay mucho que hacer.
Mientras Don árbol y Lily se disponían a sujetar los pequeños arbolitos a largas varas para que no se quebraran Pecorino se sentó comodamente en la suave hierba a jugar con su video juego portátil … pasó una hora y luego otra y él seguía absorto avanzando nivel tras nivel venciendo a sus enemigos con el ultra hipermegacombo de súper energía púrpura recargada; y cuando finalmente se cansó sacó su teléfono móvil y se puso a escuchar música y madar mensajitos a sus amigos … pasó una hora y luego otra … y cuando finalmente se cansó tomó su mochila y sacó su reluciente computadora portátil con conexión megasónica integrada a la red con banda súper ancha para navegar abajito de la velocidad de la luz … pasó una hora y luego otra, el sol ya comenzaba a ponerse y todo iba quedando en penumbras; así que Don árbol y Lily hicieron una fogata, montaron sus tiendas de campaña y comenzaron a preparar la cena, el aromático vapor de una sopa de hongos silvestres sacó a Pecorino de lo que parecía ser un profundo trance hipnótico, sus dedos porfín dejaron de teclear y dando un bostezo digno de un oso grizly después de invernar dijo : ¡yom! ¡por fín la cena! ¡me muero de hambre!
– ¡Pecorino eres un cínico!-reprendió Lily-¡no nos ayudaste en todo el día y encima quieres devorar lo que preparamos con tanto esfuerzo!
– No exageres Lily-decía el pequeño-yo sólo los vi jugando en el lodo
– ¡Claro que no! sembramos docenas de árboles salvamos unos nidos que estaban apunto de caer, Don árbol me enseñó a detectar los árboles que están enfermos y también a contar su edad y …
– Lily-interrumpió Don árbol- creo que a tu amigo no le importa lo que hacemos … ¿verdad Pecorino?
– No se ofenda Don … oiga ¿usted no tiene un nombre normal?
– ¿Normal? … ¿como Pecorino? Prefiero llamarme árbol, pero sí tengo uno, mi nombre es Tito, mago Tito a tu servicio.
– ¡Entonces es cierto que usted es mago!-gritó entusiasmada Lily-
– Si,pero yo no saco conejitos de sombreros ni nada de éso, mi magia consiste en escuchar a la Tierra y ayudarla …
– Yo no entiendo Don mago-decía el niño mientras devoraba un plato de sopa- los árboles no sienten, sólo son cosas que están ahí inmóviles, son inútiles yo no perdería el tiempo con este montón de palos …
Con un dejo de tristeza el mago se incorporó, recogió los trastos, hechó más varitas a la fogata y sirviéndose una taza de humeante café dijo: ya es tarde Pecorino ve a dormir, mañana temprano te llevaré a tu casa … y dulces sueños Lily, mi dulce asistente … eres tan encantadora como un hermoso elfo. Entonces la niña corrió a darle un abrazo al mago y se fué a dormir soñando con las historias que le había dicho sobre los guardianes que vigilaban los bosques y las hadas que habitaban en los capullos de flores .
Unos minutos después de la media noche el mago entró a la tienda de Pecorino, puso sus manos sobre su frente y pecho y susurró lo siguiente : “¡por agua tierra aire y fuego que entre en este pequeño el aliento del bosque, de cabeza a pies y de pies a cabeza que sienta y viva como una corteza!” y habiendo dicho éso se fué a dormir tranquilamente.
Algunas horas después Pecorino comenzó a sentir mucho frío y e intentó incorporarse para buscar su abrigo, pero por más que quizo no pudo, entonces, asustado, abrió los ojos y se dió cuenta de que ya no estaba dentro de la casa de campaña sino afuera, podía ver a Lily dormir como un lirón y al mago roncando cerca de la fogata, y quizo hablar, pero el único sonido que pudo emitir fué un crujir grave, igual al que hacían las ramas del bosque, entonces con mucho cuidado se miró y aterrado notó que su cuerpecito de niño había cambiado, ahora era un enorme tronco de roble con las raíces tan profundas que podía sentir como las rozaban las aguas de un antiguo río oculto y sintió un cosquilleo que lo hacía estremecerse un poquito, era una familia de pajaritos, cuyos polluelos aleteaban con todas sus fuerzas para aprender a volar, y por primera vez en mucho tiempo Pecorino contempló un amanecer, vió el cielo teñirse de rosa, naranja y amarillo y pudo sentir como los rayos del sol rozaban sus hojas más altas, se sentía bien aquel calor que era como el abrazo de un viejo amigo, era un saludo que le daba la bienvenida a otro día.
Y Pecorino escuchó entonces la voz del viento que les contaba historias de sus viajes a las flores que al escucharlo abrían sus pétalos para sonreírle; el pequeño estaba sorprendido, nada en aquel bosque estaba inanimado, todo tenía vida y voz, todo era hermoso y tranquilo … pero de repente se escuchó un sonido aturdidor eran grandes camiones de carga y hombres con gigantescas herramientas, y uno de ellos se le acercó a Pecorino y con una lata de pintura le marcó un horrible tache encima y dijo que aquella tarde lo derribarían … derribarían todo para convertir aquel lugar en un moderno estacionamiento. Entonces Pecorino quizo gritar, decir que estaba vivo, que le dolía lo que aquellos hombres hacían, que sentía miedo y odiaba que le arrancaran las ramas, quería defenderse .. quizo llorar y gritar, pero nadie lo escuchaba.
– ¡No me corten!-gritaba Pecorino- ¡estoy vivo! ¡soy un árbol pero siento! ¡no me corten! ¡no hago ningún daño! ¡no me corten! ¡yo no quiero! …
– ¡Pecorino despierta!-gritó Lily-tienes una pesadilla.
– ¡No me corten! … ¿era un sueño? ¡estaba soñando!- entonces el niño salió corriendo a abrazar al primer árbol que se encontró, lo abrazó con todas sus fuerzas prometiendo que los iba a cuidar-
– Pecorino-dijo el mago-¿qué se siente ser sólo un árbol?
– ¿Fué usted quién me hizo soñar éso? ¡de verdad es un mago!
– Tenías que entender mi pequeño amigo que los árboles también son seres vivos, que sienten y que nos dan mucho a cambio de muy poco, nos ofrecen sus frutos, limpian nuestro aire, nos comparten de su agua nos dan sombra y siempre están dispuestos a escucharnos, tenías que entender que tenemos que cuidar a aquellos que no se pueden defender y hablar por aquellos que no tienen voz.
– Siento mucho haber sido tan grosero con usted Don mago, digo Don árbol, digo mago Tito.
– Don árbol está bien Pecorino.
– Le prometo que vendré a yudarle cada vez que pueda.
– ¡Y yo!-decía Lily-
– ¡pues esto hay que celebrarlo!
Desde ése día se puede ver a mucha más gente en los parques y bosques abrazando los árboles … porque ¿a quién no le gusta recibir el abrazo de un buen amigo?
Algunas horas después Pecorino comenzó a sentir mucho frío y e intentó incorporarse para buscar su abrigo, pero por más que quizo no pudo, entonces, asustado, abrió los ojos y se dió cuenta de que ya no estaba dentro de la casa de campaña sino afuera, podía ver a Lily dormir como un lirón y al mago roncando cerca de la fogata, y quizo hablar, pero el único sonido que pudo emitir fué un crujir grave, igual al que hacían las ramas del bosque, entonces con mucho cuidado se miró y aterrado notó que su cuerpecito de niño había cambiado, ahora era un enorme tronco de roble con las raíces tan profundas que podía sentir como las rozaban las aguas de un antiguo río oculto y sintió un cosquilleo que lo hacía estremecerse un poquito, era una familia de pajaritos, cuyos polluelos aleteaban con todas sus fuerzas para aprender a volar, y por primera vez en mucho tiempo Pecorino contempló un amanecer, vió el cielo teñirse de rosa, naranja y amarillo y pudo sentir como los rayos del sol rozaban sus hojas más altas, se sentía bien aquel calor que era como el abrazo de un viejo amigo, era un saludo que le daba la bienvenida a otro día.
Y Pecorino escuchó entonces la voz del viento que les contaba historias de sus viajes a las flores que al escucharlo abrían sus pétalos para sonreírle; el pequeño estaba sorprendido, nada en aquel bosque estaba inanimado, todo tenía vida y voz, todo era hermoso y tranquilo … pero de repente se escuchó un sonido aturdidor eran grandes camiones de carga y hombres con gigantescas herramientas, y uno de ellos se le acercó a Pecorino y con una lata de pintura le marcó un horrible tache encima y dijo que aquella tarde lo derribarían … derribarían todo para convertir aquel lugar en un moderno estacionamiento. Entonces Pecorino quizo gritar, decir que estaba vivo, que le dolía lo que aquellos hombres hacían, que sentía miedo y odiaba que le arrancaran las ramas, quería defenderse .. quizo llorar y gritar, pero nadie lo escuchaba.
– ¡No me corten!-gritaba Pecorino- ¡estoy vivo! ¡soy un árbol pero siento! ¡no me corten! ¡no hago ningún daño! ¡no me corten! ¡yo no quiero! …
– ¡Pecorino despierta!-gritó Lily-tienes una pesadilla.
– ¡No me corten! … ¿era un sueño? ¡estaba soñando!- entonces el niño salió corriendo a abrazar al primer árbol que se encontró, lo abrazó con todas sus fuerzas prometiendo que los iba a cuidar-
– Pecorino-dijo el mago-¿qué se siente ser sólo un árbol?
– ¿Fué usted quién me hizo soñar éso? ¡de verdad es un mago!
– Tenías que entender mi pequeño amigo que los árboles también son seres vivos, que sienten y que nos dan mucho a cambio de muy poco, nos ofrecen sus frutos, limpian nuestro aire, nos comparten de su agua nos dan sombra y siempre están dispuestos a escucharnos, tenías que entender que tenemos que cuidar a aquellos que no se pueden defender y hablar por aquellos que no tienen voz.
– Siento mucho haber sido tan grosero con usted Don mago, digo Don árbol, digo mago Tito.
– Don árbol está bien Pecorino.
– Le prometo que vendré a yudarle cada vez que pueda.
– ¡Y yo!-decía Lily-
– ¡pues esto hay que celebrarlo!
Desde ése día se puede ver a mucha más gente en los parques y bosques abrazando los árboles … porque ¿a quién no le gusta recibir el abrazo de un buen amigo?
Fin
El Club de los Caballos del Alma
Ahí donde mi niñéz estaba a punto de experimentar la metamorfósis hacia
la pubertad, la vida me regaló un año más. Un precioso año mas de pura infancia.
Estoy construyendo un castillo de la arena a orillas del Océano Pacifico y
un niño se acerca a observar. “Está muy lindo, pero le falta una bandera” me dice.
“Toma, puedes usar la mía…” Y me entrega un envoltorio de caramelo
ensartado en un ramita de pino.
Jamás nos habíamos visto antes. Y nos vamos al mar a buscar almejas
que luego dividimos en dos montoncitos. Uno para su mamá y otro para la mÍa.
“Cómo se llama tu mamá?”
“María, y la tuya?”
“Rosa”.
“Ella es la que hace uniformes para el colegio?”
“Si, porqué?”
“Por nada…”
“Y tu papá?”
“No tengo. Y el tuyo?”
“Tampoco tengo”
“Y cómo te llamas tú?”
“Juan, y tú?”
“Pedro”
“Corramos por la playa?”
“Ya!”
Vive en una casita de adobe pintada de blanco. Su mamá hace empandas y pasteles
para pagar los gastos. La cocina es oscura, fresquita, y huele a banquete de reyes.
Pedro duerme con sus tres hermanos menores en una habitación llena de colchones
en el piso de tierra. Hay una ventanilla con vista a los cerros. La señora María me regala una
empanada con dulce de membrillo. Sabe a cielo.
Vamos a mi casa. También es de adobe, pintada de verde. Mi mamá es costurera y
lava también ropa ajena. Duermo en la pieza de mi mamá, no tengo hemanas ni
hermanos. En un rincón de la cocina está la máquina de coser. A Pedro le llama
la atención la palabra “SINGER” inscrita en un costado de la máquina. Y la manivela
color de oro.
“Es de oro, señora Rosa?”
“No mijo, que va a ser de oro…”
“Y que quiere decir SINGER?”
Ah! Ya sabes leer! Vas a la escuelita?”
“Si señora”
“Juan émpieza este año. Ya le hice su uniforme”
“Me puede hacer un uniforme señora Rosa? Nunca de tenido…”
“Veremos, veremos mijo….”
Al atardecer Pedro y yo nos sentamos en las rocas a mirar la puesta de sol.
El cielo se tiñe de rojos y violetas violentos. El sol es de fuego, le digo a Pedro. Increible,
me dice él. El mar está tranquilo como si se estuviera quedando dormido. Y ya!
desapareció el sol en el agua. Nos quedamos mirando el horizonte. Le digo a
Pedro que por allá hay barcos perdidos. El asiente, como si fuera un hecho conocido
por todos.
“Me tengo que ir a mi casa a comer”
“Yo también”
“Nos juntamos mañana a cazar jaivas?
“Ya! temprano aquí mismo!”
Ya es de noche. Mi mamá trabaja en la cocina. Yo no puedo dormir. Pienso en Pedro
y el uniforme que tal vez le haga mi madre. En las jaivas que cazaremos mañana. Y si
cazamos jaivas, qué haremos con ellas? Matarlas? Y para qué? Tal vez la señora María
sepa hacer empanadas de jaiva… Ha sido un buen día… Estará aún mi castillo…?
“Hoola, tomaste desayuno?”
“No, y tu?”
“Tampoco”
“Traje este tarro para poner las jaivas”
“Oye Pedro, que vamos a hacer con ellas?”
“Se las podemos dar a mi mamá para que haga empanadas”
“Ah!”
“Oye, no te da penita matar jaivas?”
“Si, mucha… Especialmente cuando pienso que tienen hijos como nosotros…”
“Pero es lo mismo con los pescados… verlos ahí muertos… se irán al cielo?
“Yo creo que si; un cielo especial para jaivas y pescados”.
Está recién amaneciendo. El día viene gris y frío y el mar está intranquilo.
Levantamos piedras y corren muchas jaivitas bebés a buscar otro refugio. Pero nosotros
buscamos jaivas grandes. Estas se encuentran bajo las rocas, en cuevas oscuras.
“Ahi hay una grande!, pégale un piedrazo!”
“No me atrevo! Pégale tu!”
“No! La puedo matar!”
“Trata de meterla al tarro!”
“YA!”
Y ahi está la enorme jaiva adentro del tarro. Nos damos la mano, orgullosos de
nuestro trofeo. En total cazamos cinco y nos dió hambre. La señora María sonrió
y nos dijo que nos iba a hacer unas enomes empanadas de jaiva. Nos sirvió pastel
de maíz y té con leche bien azucarado. Y nos fuimos a la playa.
“Oye Juan, crees que tu mamá puede haceme un uniforme?”
“Yo creo que sí…”
“Así cafecito entero como el de todos los otros?”
“Claro! Porqué no?”
“El año pasado yo era el único sin uniforme y todos se reían de mi!”
“No te preocupes amigo, este año no va a pasar lo mismo”.
“Oye Juan…”
“Qué?
“De verdad somos amigos?”
“Yo creo que si…”
“Amigos del alma?”
“Seguro, los mejors amigos del alma!”
“Yo nunca había tenido un amigo del alma….”
“Yo tampoco…”
“Te corro hasta esas rocas!!”
“Ya!!”.
Fuimos a almorzar a mi casa. Mi mamá estaba terminando un uniforme
cafecito. A Pedro le brillaron los ojos.
“A ver, Pedrito, pruébatelo.”
“Es para mi señora Rosa?”
“Si pues mijo, ánda, pruébatelo”
“Y cuánto va a costar? Mi mamá no tiene plata…”
“No te preocupes, Pedrito, ahí nos arreglamos!”
Y por supuesto que el uniforme le quedó a la perfección. Mi amigo del alma no cabía en
sí de alegría. Corrimos a mostrárselo a la señora María y ella también se puso
felíz y orgullosa.
“Juan, voy a ir a visitar a tu mamá para agradecerle. Le gustan las empanadas
de carne o de queso?”
“De las dos señora María…”
“Y el pastel de maíz?”
Si! Si señora María! Le gusta de todo”
“Ah! Y ahi están las empanadas de jaivas para ustedes… Buén provecho!”
Nos fuimos a “nuestro lugar” entre las rocas. Noté que Jorge estaba pensativo
y mas callado que de costumbre. Estaria pensando en su nuevo uniforme que
mi mamá estaba cosiendo, poniéndole botones dorados y una insignia de la
Escuela Básica No. 7?
“Qué te pasa Pedro
“Oye Juan, estás seguro de que tu mamá me va a regalar ese uniforme?
“Claro que si!?”
“Estaba pensando…”
“En qué?”
“En que si somos amigos del alma tenemos que hacer un club!”
“Buena idea! Y ponernos un nombre?”
“SI, que te parece LOS CABALLOS DEL ALMA?”
“Me parece caballo! Y tenemos que hacer un juramento también”.
Nos pusimos de pié solemnemente y juramos en nombre de nuestras madres que
seríamos amigos del alma por toda la vida, hasta la muerte y mas allá. Y que
Los Caballos del Alma sería un club secreto y exclusivo.
la pubertad, la vida me regaló un año más. Un precioso año mas de pura infancia.
Estoy construyendo un castillo de la arena a orillas del Océano Pacifico y
un niño se acerca a observar. “Está muy lindo, pero le falta una bandera” me dice.
“Toma, puedes usar la mía…” Y me entrega un envoltorio de caramelo
ensartado en un ramita de pino.
Jamás nos habíamos visto antes. Y nos vamos al mar a buscar almejas
que luego dividimos en dos montoncitos. Uno para su mamá y otro para la mÍa.
“Cómo se llama tu mamá?”
“María, y la tuya?”
“Rosa”.
“Ella es la que hace uniformes para el colegio?”
“Si, porqué?”
“Por nada…”
“Y tu papá?”
“No tengo. Y el tuyo?”
“Tampoco tengo”
“Y cómo te llamas tú?”
“Juan, y tú?”
“Pedro”
“Corramos por la playa?”
“Ya!”
Vive en una casita de adobe pintada de blanco. Su mamá hace empandas y pasteles
para pagar los gastos. La cocina es oscura, fresquita, y huele a banquete de reyes.
Pedro duerme con sus tres hermanos menores en una habitación llena de colchones
en el piso de tierra. Hay una ventanilla con vista a los cerros. La señora María me regala una
empanada con dulce de membrillo. Sabe a cielo.
Vamos a mi casa. También es de adobe, pintada de verde. Mi mamá es costurera y
lava también ropa ajena. Duermo en la pieza de mi mamá, no tengo hemanas ni
hermanos. En un rincón de la cocina está la máquina de coser. A Pedro le llama
la atención la palabra “SINGER” inscrita en un costado de la máquina. Y la manivela
color de oro.
“Es de oro, señora Rosa?”
“No mijo, que va a ser de oro…”
“Y que quiere decir SINGER?”
Ah! Ya sabes leer! Vas a la escuelita?”
“Si señora”
“Juan émpieza este año. Ya le hice su uniforme”
“Me puede hacer un uniforme señora Rosa? Nunca de tenido…”
“Veremos, veremos mijo….”
Al atardecer Pedro y yo nos sentamos en las rocas a mirar la puesta de sol.
El cielo se tiñe de rojos y violetas violentos. El sol es de fuego, le digo a Pedro. Increible,
me dice él. El mar está tranquilo como si se estuviera quedando dormido. Y ya!
desapareció el sol en el agua. Nos quedamos mirando el horizonte. Le digo a
Pedro que por allá hay barcos perdidos. El asiente, como si fuera un hecho conocido
por todos.
“Me tengo que ir a mi casa a comer”
“Yo también”
“Nos juntamos mañana a cazar jaivas?
“Ya! temprano aquí mismo!”
Ya es de noche. Mi mamá trabaja en la cocina. Yo no puedo dormir. Pienso en Pedro
y el uniforme que tal vez le haga mi madre. En las jaivas que cazaremos mañana. Y si
cazamos jaivas, qué haremos con ellas? Matarlas? Y para qué? Tal vez la señora María
sepa hacer empanadas de jaiva… Ha sido un buen día… Estará aún mi castillo…?
“Hoola, tomaste desayuno?”
“No, y tu?”
“Tampoco”
“Traje este tarro para poner las jaivas”
“Oye Pedro, que vamos a hacer con ellas?”
“Se las podemos dar a mi mamá para que haga empanadas”
“Ah!”
“Oye, no te da penita matar jaivas?”
“Si, mucha… Especialmente cuando pienso que tienen hijos como nosotros…”
“Pero es lo mismo con los pescados… verlos ahí muertos… se irán al cielo?
“Yo creo que si; un cielo especial para jaivas y pescados”.
Está recién amaneciendo. El día viene gris y frío y el mar está intranquilo.
Levantamos piedras y corren muchas jaivitas bebés a buscar otro refugio. Pero nosotros
buscamos jaivas grandes. Estas se encuentran bajo las rocas, en cuevas oscuras.
“Ahi hay una grande!, pégale un piedrazo!”
“No me atrevo! Pégale tu!”
“No! La puedo matar!”
“Trata de meterla al tarro!”
“YA!”
Y ahi está la enorme jaiva adentro del tarro. Nos damos la mano, orgullosos de
nuestro trofeo. En total cazamos cinco y nos dió hambre. La señora María sonrió
y nos dijo que nos iba a hacer unas enomes empanadas de jaiva. Nos sirvió pastel
de maíz y té con leche bien azucarado. Y nos fuimos a la playa.
“Oye Juan, crees que tu mamá puede haceme un uniforme?”
“Yo creo que sí…”
“Así cafecito entero como el de todos los otros?”
“Claro! Porqué no?”
“El año pasado yo era el único sin uniforme y todos se reían de mi!”
“No te preocupes amigo, este año no va a pasar lo mismo”.
“Oye Juan…”
“Qué?
“De verdad somos amigos?”
“Yo creo que si…”
“Amigos del alma?”
“Seguro, los mejors amigos del alma!”
“Yo nunca había tenido un amigo del alma….”
“Yo tampoco…”
“Te corro hasta esas rocas!!”
“Ya!!”.
Fuimos a almorzar a mi casa. Mi mamá estaba terminando un uniforme
cafecito. A Pedro le brillaron los ojos.
“A ver, Pedrito, pruébatelo.”
“Es para mi señora Rosa?”
“Si pues mijo, ánda, pruébatelo”
“Y cuánto va a costar? Mi mamá no tiene plata…”
“No te preocupes, Pedrito, ahí nos arreglamos!”
Y por supuesto que el uniforme le quedó a la perfección. Mi amigo del alma no cabía en
sí de alegría. Corrimos a mostrárselo a la señora María y ella también se puso
felíz y orgullosa.
“Juan, voy a ir a visitar a tu mamá para agradecerle. Le gustan las empanadas
de carne o de queso?”
“De las dos señora María…”
“Y el pastel de maíz?”
Si! Si señora María! Le gusta de todo”
“Ah! Y ahi están las empanadas de jaivas para ustedes… Buén provecho!”
Nos fuimos a “nuestro lugar” entre las rocas. Noté que Jorge estaba pensativo
y mas callado que de costumbre. Estaria pensando en su nuevo uniforme que
mi mamá estaba cosiendo, poniéndole botones dorados y una insignia de la
Escuela Básica No. 7?
“Qué te pasa Pedro
“Oye Juan, estás seguro de que tu mamá me va a regalar ese uniforme?
“Claro que si!?”
“Estaba pensando…”
“En qué?”
“En que si somos amigos del alma tenemos que hacer un club!”
“Buena idea! Y ponernos un nombre?”
“SI, que te parece LOS CABALLOS DEL ALMA?”
“Me parece caballo! Y tenemos que hacer un juramento también”.
Nos pusimos de pié solemnemente y juramos en nombre de nuestras madres que
seríamos amigos del alma por toda la vida, hasta la muerte y mas allá. Y que
Los Caballos del Alma sería un club secreto y exclusivo.
“Ahora tenemos que darnos la mano”.
“Sí. Aquí tienes la mía…”
“Y la mía”.
“Sí. Aquí tienes la mía…”
“Y la mía”.
Aqui debo interrumpir este melancólico recuerdo. Ya es mediodía en en el barrio de
Valby, Copenhague, mi hogar desde hace casi treintaycinco años. Está nevando
copiosamente y debo salir a comprar con mucho cuidado, con mi bastón, para no
caerme en el hielo.
Valby, Copenhague, mi hogar desde hace casi treintaycinco años. Está nevando
copiosamente y debo salir a comprar con mucho cuidado, con mi bastón, para no
caerme en el hielo.
Yo creí tanto en el Club de los Caballos del Alma.
Ahóra con mis sesenta años a cuestas aún derramo algunas lagrimitas cuando recuerdo
que mi amigo Pedro se olvidó rapidamente de nuestro juramento y de nuestra amistad hace
más de medio siglo atrás.
Ahora, hace ya mas de cincuenta años vengo recién a darme cuenta que apenas recibió
su nuevo uniforme escolar me dejó de lado…
Qué tonto soy.
que mi amigo Pedro se olvidó rapidamente de nuestro juramento y de nuestra amistad hace
más de medio siglo atrás.
Ahora, hace ya mas de cincuenta años vengo recién a darme cuenta que apenas recibió
su nuevo uniforme escolar me dejó de lado…
Qué tonto soy.
Una Noche Mágica en el Mundo del Sur
Esta es la historia de Juancito un niño de 10 años que sin saberlo está por conocer un mundo lleno de magia y encanto, pero ¡cuidado! , el mal está por aparecer.
El reloj ya estaba por dar las 22 hs y Emilia la madre de Juancito le dijo:
—-Juanci ya son casi las diez, hora de dormir.
Al oír a su madre, Juancito se estremeció sin saber bien porqué, siempre había algo que lo inquietaba a la hora de ir a la cama. Pero como era su costumbre, le hizo caso a su mamá y primero fue al baño, donde se cepilló los dientes, luego ya en su habitación se puso el pijama y se acomodó en su cama. Al instante entró su madre para darle el beso de las buenas noches, Juancito aprovechó para decirle:
—-¡Mami no apagues la luz.!
–Pero Juanci –dijo la mamá, –tenés diez años ¿no tendrás miedo a la oscuridad, o si?
—-no mami, solo le tengo miedo a las sombras que aparecen en la pared –dijo Juancito en vos baja
—-¿Cuales sombras Juanci? —-Son solo sombras que se reflejan de los árboles del jardín. –le dijo su madre
La mamá de Juancito le dio otro beso, apagó la luz y se fue de la habitación.
El niño estaba tapado hasta la nariz, sólo sus grandes ojos miraban hacia la pared del cuarto, desde su ventana se filtraba la luz de la luna, y esta pegaba fuerte contra la pared del cuarto, formando un bello manto blanco.
Juancito estaba un poco inquieto y no podía dormir, cuando estuvo a punto de cerrar los ojos, un destello negro en la pared lo sobresaltó; pensó que era la sombra de una rama del árbol del jardín haciendo sombra en la pared, pero de repente la sombra reapareció y esta vez para quedarse y formar una figura muy extraña, pero nada parecida a una rama de un árbol.
La sombra estaba inmóvil parecía la figura de una personita de 1 metro de estatura algo barrigón, y se notaba que traía un enorme sombrero. De repente la sombra saludó con la mano, haciendo un dibujo en la pared, Juancito a esa altura tenía mucho miedo, pero siguió tapado hasta la nariz. La sombra extendió un brazo y con su dedo escribió en la pared una palabra: HOLA
Juancito no podía creer lo que estaba sucediendo, pensaba, “estaré soñando”; entonces tomó coraje y dijo despacito:
–hola
La sombra ahora escribió en la pared:
–¿COMO TE LLAMAS?
–Juancito –dijo el niño con mucho miedo
–TENES MIEDO –escribió la sombra
–SI –respondió el niño
–¿PORQUE? –volvió a preguntar la misteriosa figura
–Porque sí –dijo sin saber que responder el niño
–ENTONCES ME VOY PORQUE NO QUIERO ASUSTARTE. –escribió la sombra.
Cada vez que esa misteriosa figura terminaba de escribir algo en la pared, y Juancito lo leía, misteriosamente se desvanecían las palabras.
–No, ya no tengo miedo –dijo el niño
Cuando terminó de decir eso, la sombra dibujó una puerta en la pared, y escribió en ella.
ME LLAMO KRIPO SOY UN ELFO Y UN BUEN MAGO DEL MUNDO DEL SUR, TE VINE A BUSCAR PORQUE LA BRUJA BUENA ME DIJO QUE VOS NOS PODRIAS AYUDAR A RECUPERAR A NUESTRA HADA, LA BRUJA MALVADA LLAMADA NEFASTA LA TIENE ESCONDIDA EN SU CASTILLO.
—-Juanci ya son casi las diez, hora de dormir.
Al oír a su madre, Juancito se estremeció sin saber bien porqué, siempre había algo que lo inquietaba a la hora de ir a la cama. Pero como era su costumbre, le hizo caso a su mamá y primero fue al baño, donde se cepilló los dientes, luego ya en su habitación se puso el pijama y se acomodó en su cama. Al instante entró su madre para darle el beso de las buenas noches, Juancito aprovechó para decirle:
—-¡Mami no apagues la luz.!
–Pero Juanci –dijo la mamá, –tenés diez años ¿no tendrás miedo a la oscuridad, o si?
—-no mami, solo le tengo miedo a las sombras que aparecen en la pared –dijo Juancito en vos baja
—-¿Cuales sombras Juanci? —-Son solo sombras que se reflejan de los árboles del jardín. –le dijo su madre
La mamá de Juancito le dio otro beso, apagó la luz y se fue de la habitación.
El niño estaba tapado hasta la nariz, sólo sus grandes ojos miraban hacia la pared del cuarto, desde su ventana se filtraba la luz de la luna, y esta pegaba fuerte contra la pared del cuarto, formando un bello manto blanco.
Juancito estaba un poco inquieto y no podía dormir, cuando estuvo a punto de cerrar los ojos, un destello negro en la pared lo sobresaltó; pensó que era la sombra de una rama del árbol del jardín haciendo sombra en la pared, pero de repente la sombra reapareció y esta vez para quedarse y formar una figura muy extraña, pero nada parecida a una rama de un árbol.
La sombra estaba inmóvil parecía la figura de una personita de 1 metro de estatura algo barrigón, y se notaba que traía un enorme sombrero. De repente la sombra saludó con la mano, haciendo un dibujo en la pared, Juancito a esa altura tenía mucho miedo, pero siguió tapado hasta la nariz. La sombra extendió un brazo y con su dedo escribió en la pared una palabra: HOLA
Juancito no podía creer lo que estaba sucediendo, pensaba, “estaré soñando”; entonces tomó coraje y dijo despacito:
–hola
La sombra ahora escribió en la pared:
–¿COMO TE LLAMAS?
–Juancito –dijo el niño con mucho miedo
–TENES MIEDO –escribió la sombra
–SI –respondió el niño
–¿PORQUE? –volvió a preguntar la misteriosa figura
–Porque sí –dijo sin saber que responder el niño
–ENTONCES ME VOY PORQUE NO QUIERO ASUSTARTE. –escribió la sombra.
Cada vez que esa misteriosa figura terminaba de escribir algo en la pared, y Juancito lo leía, misteriosamente se desvanecían las palabras.
–No, ya no tengo miedo –dijo el niño
Cuando terminó de decir eso, la sombra dibujó una puerta en la pared, y escribió en ella.
ME LLAMO KRIPO SOY UN ELFO Y UN BUEN MAGO DEL MUNDO DEL SUR, TE VINE A BUSCAR PORQUE LA BRUJA BUENA ME DIJO QUE VOS NOS PODRIAS AYUDAR A RECUPERAR A NUESTRA HADA, LA BRUJA MALVADA LLAMADA NEFASTA LA TIENE ESCONDIDA EN SU CASTILLO.
El niño terminó de leer lo que Kripo había escrito y no podía creer lo que estaba pasando, sólo pudo responder: –pero soy solo un niño chiquito
–SI –respondió la sombra –PERO EN MI MUNDO PUEDES SER MUY GRANDE Y FUERTE
–Espera un minuto –Dijo Juancito. El pequeño se levantó de la cama y prendió la luz de su velador, pero en ese momento la figura había desaparecido de la pared.
–Uy –exclamó el nene . Apagó la luz del velador y la sombra volvió a su lugar. Haciendo burlas y morisquetas todo sin pronunciar sonido alguno, la figura extraña jugaba haciendo figuras en la pared, mientras Juancito se apropiaba a conseguir su vestimenta.
Juancito se puso su ropa deportiva, unos botines con tapones de acero que usaba en Rugby, unas rodilleras, un casquito protector en la cabeza, luego se acercó con un poco de miedo a la pared, cuando estuvo lo suficientemente cerca dijo, –y ¿ahora que?
En ese momento Kripo señaló la puerta
El niño con temor acercó la mano al picaporte y cuando lo tocó la puerta comenzó a abrirse.
Juancito retrocedió y observó la luz intensa que salía de ella, casi no lo dejaba abrir los ojos, cuando éstos se acostumbraron a la luz, el pequeño pudo ver un bosque muy verde detrás de la puerta con muchas flores de colores; en ese momento y de repente apareció la figura de Kripo, ahora en todo su esplendor y a colores intensos, era un duende o elfo como otros llaman, bajito, que usaba botitas negras, unos pantaloncitos verdes muy cortos y una camisa blanca bordada con flores, su una cara era muy gordita con grandes ojos azules y orejas en punta, traía el enorme sombrero que Juancito había visto en la pared. Kripo le hizo señas para que entre por la puerta, el niño comenzó a caminar, luego metió un pié por la puerta mágica y siguió con su pierna, entró hasta pasar todo su cuerpo. Ahora se encontraba del otro lado de la puerta en un bosque hermoso e iluminado por dos soles, uno grande y uno pequeño que estaba debajo, la hierba era de color verde intenso y muy suave, todo tenía mucho color y emanaba alegría por todos lados.
–Hola Hola –gritó Kripo sonriendo y saludando al niño.
–Hola soy Juancito, —-Si Si ya lo sé dijo el duende y no paraba de reír.
–Pero, ¿que lugar es éste? –preguntó el Juancito
–Es el Mundo Mágico del Sur –le dijo Kripo
–Pero ¿dónde queda? –extrañado le preguntó.
–Al sur de tu cama jaja jaja jaja –reía el elfo
–¿Al sur de mi cama? –preguntó el niño.
–Claro… –respondió Kripo.. –cuando te acuestas, tu cabeza ¿hacia adonde apunta?
–hacia el norte –dijo Juancito
–¿y tus pies? –preguntó el duende.
–mmm hacia el Sur –dijo el pequeño
–ja ja jaja viste, hacia el sur por eso se llama El Mundo Mágico del Sur.
Juancito estaba hablando con el duende pero no perdía tiempo y sus ojitos no paraban de mirar todo a su alrededor, nada era normal, las flores parecían bailar con el viento, los pequeños conejitos que pasaban por el lugar paraban para mirar al niño y reían, los árboles tenían ojos y también reían, todo era tan diferente a lo que él conocía.
En ese momento el árbol que tenía justo delante del niño extendió una rama y arrojó volando a un pequeño elfo que cayó cerca del niño.
–ay ay –gritó el pequeño duende.
–uffff krentin ven para que te presente a nuestro amigo –dijo Kripo
El pequeño duende se acercó dando tumbos y cuando llegó hasta el niño le dijo –hola y le extendió la mano
El pequeño se la dio y notó que tenía una mano muy pequeña y suave.
–Me llamo Krentin y soy aprendiz de mago –dijo el pequeño elfo
–Si Si Krentin, –replicó Kripo, todavía te falta mucho para ser mago.jajaja –reían los dos elfos como locos.
El niño aún no salía de su asombro cuando miró hacia el este y vio que el bosque empezaba a perder color, todo en ese lado era más triste y gris, entonces preguntó a los duendes:
–¿porqué ese lado es tan feo y gris?
–Porque Nefasta, la bruja, quiere ser la reina y gobernar en las sombras.
Tiene en su castillo encerrada a nuestra Hada creadora de la luz del Mundo
–¿un Hada? –preguntó Juancito
–si y necesitamos que nos ayudes a rescatarla. –le dijo Kripo
— ¿tienen armas? –preguntó el niño
–No, pero te tenemos a vos –dijeron los dos duendes
Juancito los miró con temor y les dijo:
–quiero irme a casa.
Los duendes dejaron de reír y sus caritas comenzaron a ponerse tristes
–bueno dijo Kripo –ven te llevaré a la puerta.
Comenzaron a caminar y Juancito se sentía culpable y al mismo tiempo estaba enojado por sentir miedo.
El niño puso su mano en el hombro de Kripo deteniendo su paso y le dijo:
–Si ustedes me ayudan, yo me quedo.
–Siiiii gritaron los Elfos entusiasmados.
–viva Juancito –viva Juancito — gritaban mientras hacían una ronda alrededor del niño.
— ¿ustedes tienen algún poder? –preguntó el niño
–En tu mundo si, –respondió Kripo, –tenemos el poder de controlar y crear sombras, pero aquí sólo tenemos nuestras varitas para hacer pequeños trucos.
–yo no tengo ningún poder –dijo el niño.
–Sabemos que no tienes poder en tu mundo, pero aquí Si. –contestaron los singulares amiguitos
–y ¿cuál poder tengo? –preguntó Juancito
No lo sabemos, eso habrá que descubrirlo cuando llegue el momento. –contestó Kripo.
El niño quedó un poco preocupado, pensaba en la bruja malvada y en como la iban a enfrentar.
–Y ustedes ¿saben que poderes tiene Nefasta? –preguntó el niño
— si te toca con su varita, ella te puede quitar la felicidad y dejarte con el corazón triste,–dijeron los duendes.
Juancito no dejaba de pensar en la bruja y se sentía muy pequeño y débil para enfrentarla, sentía mucho miedo.
Empezaron a caminar en dirección al castillo de Nefasta, y todos los árboles de los alrededores los saludaron dándoles gritos de apoyo, agitaban sus ramas, y todos los animalitos corrieron a despedir a los tres pequeños.
–SI –respondió la sombra –PERO EN MI MUNDO PUEDES SER MUY GRANDE Y FUERTE
–Espera un minuto –Dijo Juancito. El pequeño se levantó de la cama y prendió la luz de su velador, pero en ese momento la figura había desaparecido de la pared.
–Uy –exclamó el nene . Apagó la luz del velador y la sombra volvió a su lugar. Haciendo burlas y morisquetas todo sin pronunciar sonido alguno, la figura extraña jugaba haciendo figuras en la pared, mientras Juancito se apropiaba a conseguir su vestimenta.
Juancito se puso su ropa deportiva, unos botines con tapones de acero que usaba en Rugby, unas rodilleras, un casquito protector en la cabeza, luego se acercó con un poco de miedo a la pared, cuando estuvo lo suficientemente cerca dijo, –y ¿ahora que?
En ese momento Kripo señaló la puerta
El niño con temor acercó la mano al picaporte y cuando lo tocó la puerta comenzó a abrirse.
Juancito retrocedió y observó la luz intensa que salía de ella, casi no lo dejaba abrir los ojos, cuando éstos se acostumbraron a la luz, el pequeño pudo ver un bosque muy verde detrás de la puerta con muchas flores de colores; en ese momento y de repente apareció la figura de Kripo, ahora en todo su esplendor y a colores intensos, era un duende o elfo como otros llaman, bajito, que usaba botitas negras, unos pantaloncitos verdes muy cortos y una camisa blanca bordada con flores, su una cara era muy gordita con grandes ojos azules y orejas en punta, traía el enorme sombrero que Juancito había visto en la pared. Kripo le hizo señas para que entre por la puerta, el niño comenzó a caminar, luego metió un pié por la puerta mágica y siguió con su pierna, entró hasta pasar todo su cuerpo. Ahora se encontraba del otro lado de la puerta en un bosque hermoso e iluminado por dos soles, uno grande y uno pequeño que estaba debajo, la hierba era de color verde intenso y muy suave, todo tenía mucho color y emanaba alegría por todos lados.
–Hola Hola –gritó Kripo sonriendo y saludando al niño.
–Hola soy Juancito, —-Si Si ya lo sé dijo el duende y no paraba de reír.
–Pero, ¿que lugar es éste? –preguntó el Juancito
–Es el Mundo Mágico del Sur –le dijo Kripo
–Pero ¿dónde queda? –extrañado le preguntó.
–Al sur de tu cama jaja jaja jaja –reía el elfo
–¿Al sur de mi cama? –preguntó el niño.
–Claro… –respondió Kripo.. –cuando te acuestas, tu cabeza ¿hacia adonde apunta?
–hacia el norte –dijo Juancito
–¿y tus pies? –preguntó el duende.
–mmm hacia el Sur –dijo el pequeño
–ja ja jaja viste, hacia el sur por eso se llama El Mundo Mágico del Sur.
Juancito estaba hablando con el duende pero no perdía tiempo y sus ojitos no paraban de mirar todo a su alrededor, nada era normal, las flores parecían bailar con el viento, los pequeños conejitos que pasaban por el lugar paraban para mirar al niño y reían, los árboles tenían ojos y también reían, todo era tan diferente a lo que él conocía.
En ese momento el árbol que tenía justo delante del niño extendió una rama y arrojó volando a un pequeño elfo que cayó cerca del niño.
–ay ay –gritó el pequeño duende.
–uffff krentin ven para que te presente a nuestro amigo –dijo Kripo
El pequeño duende se acercó dando tumbos y cuando llegó hasta el niño le dijo –hola y le extendió la mano
El pequeño se la dio y notó que tenía una mano muy pequeña y suave.
–Me llamo Krentin y soy aprendiz de mago –dijo el pequeño elfo
–Si Si Krentin, –replicó Kripo, todavía te falta mucho para ser mago.jajaja –reían los dos elfos como locos.
El niño aún no salía de su asombro cuando miró hacia el este y vio que el bosque empezaba a perder color, todo en ese lado era más triste y gris, entonces preguntó a los duendes:
–¿porqué ese lado es tan feo y gris?
–Porque Nefasta, la bruja, quiere ser la reina y gobernar en las sombras.
Tiene en su castillo encerrada a nuestra Hada creadora de la luz del Mundo
–¿un Hada? –preguntó Juancito
–si y necesitamos que nos ayudes a rescatarla. –le dijo Kripo
— ¿tienen armas? –preguntó el niño
–No, pero te tenemos a vos –dijeron los dos duendes
Juancito los miró con temor y les dijo:
–quiero irme a casa.
Los duendes dejaron de reír y sus caritas comenzaron a ponerse tristes
–bueno dijo Kripo –ven te llevaré a la puerta.
Comenzaron a caminar y Juancito se sentía culpable y al mismo tiempo estaba enojado por sentir miedo.
El niño puso su mano en el hombro de Kripo deteniendo su paso y le dijo:
–Si ustedes me ayudan, yo me quedo.
–Siiiii gritaron los Elfos entusiasmados.
–viva Juancito –viva Juancito — gritaban mientras hacían una ronda alrededor del niño.
— ¿ustedes tienen algún poder? –preguntó el niño
–En tu mundo si, –respondió Kripo, –tenemos el poder de controlar y crear sombras, pero aquí sólo tenemos nuestras varitas para hacer pequeños trucos.
–yo no tengo ningún poder –dijo el niño.
–Sabemos que no tienes poder en tu mundo, pero aquí Si. –contestaron los singulares amiguitos
–y ¿cuál poder tengo? –preguntó Juancito
No lo sabemos, eso habrá que descubrirlo cuando llegue el momento. –contestó Kripo.
El niño quedó un poco preocupado, pensaba en la bruja malvada y en como la iban a enfrentar.
–Y ustedes ¿saben que poderes tiene Nefasta? –preguntó el niño
— si te toca con su varita, ella te puede quitar la felicidad y dejarte con el corazón triste,–dijeron los duendes.
Juancito no dejaba de pensar en la bruja y se sentía muy pequeño y débil para enfrentarla, sentía mucho miedo.
Empezaron a caminar en dirección al castillo de Nefasta, y todos los árboles de los alrededores los saludaron dándoles gritos de apoyo, agitaban sus ramas, y todos los animalitos corrieron a despedir a los tres pequeños.
Mientras caminaban hacia el castillo, Krentin no dejaba de alardear acerca de sus poderes.
–Juancito, ¿quieres que te muestre lo que puedo hacer con mi varita? –le decía Krentin
–Bueno –dijo el pequeño niño
El pequeño Elfo sacó la varita y la agitó en el aire, de repente una lluvia de estrellas cayó sobre él, despojando al pequeño Elfo de sus pantaloncitos, dejó exhibir unos hermosos calzoncillos rojos con corazones blancos.
–Je Je Je –reían a carcajadas
–Te dije que no eres mago todavía, guarda esa varita. –le gritó Kripo
Juancito no pudo contener la risa y rió mucho también al ver al pequeño duende en ropa interior.
Kripo agitó su varita y en un segundo Krentin tenía unos pantaloncillos nuevos.
–Juancito, ¿quieres que te muestre lo que puedo hacer con mi varita? –le decía Krentin
–Bueno –dijo el pequeño niño
El pequeño Elfo sacó la varita y la agitó en el aire, de repente una lluvia de estrellas cayó sobre él, despojando al pequeño Elfo de sus pantaloncitos, dejó exhibir unos hermosos calzoncillos rojos con corazones blancos.
–Je Je Je –reían a carcajadas
–Te dije que no eres mago todavía, guarda esa varita. –le gritó Kripo
Juancito no pudo contener la risa y rió mucho también al ver al pequeño duende en ropa interior.
Kripo agitó su varita y en un segundo Krentin tenía unos pantaloncillos nuevos.
A medida que se iban acercando al castillo, todo el paisaje se volvía más y más gris, la tristeza se iba apoderando del bosque. Ahora ya podían ver el castillo en la colina, era una fortaleza negra y escalofriante, donde no crecía el césped, no había color, todo era gris y negro.
Los Elfos ya no reían, y en sus ojos se notaba el miedo, pero por raro que parezca Juancito estaba tranquilo y no sabía porqué. Los Elfos notaron eso y siguieron caminando con cuidado y con los ojos muy abiertos por lo que se pudieran aparecer.
–¿y como vamos a rescatarla? –preguntó el niño
–dicen que la tiene en un sótano –respondió el menor de los Elfos
Los Elfos ya no reían, y en sus ojos se notaba el miedo, pero por raro que parezca Juancito estaba tranquilo y no sabía porqué. Los Elfos notaron eso y siguieron caminando con cuidado y con los ojos muy abiertos por lo que se pudieran aparecer.
–¿y como vamos a rescatarla? –preguntó el niño
–dicen que la tiene en un sótano –respondió el menor de los Elfos
Lentamente siguieron su marcha hasta que llegaron a las paredes del castillo, el viento había cambiado y ahora el frío invadía los alrededores, no se oían pájaros, no había flores, todo era árido, estaban en los dominios de la malvada.
Se encontraron con una gran puerta de hierro y madera ante ellos, no podían entrar por ahí porque Nefasta los descubriría, siguieron caminando rodeando el castillo y encontraron un hueco pequeño en una de las paredes, los tres aventureros entraron en silencio. Todo era viejo y estaba impregnado de humedad, de las paredes colgaban cuadros antiguos de la familia de Nefasta en ninguno de los cuadros se podían apreciar los rostros de las personas, habían sido cortados con algo filoso, todo estaba cubierto por el polvo de los años, daba la impresión de estar en una casa abandonada, a lo lejos se escuchó una risa diabólica, no quedaba duda alguna, Nefasta estaba cerca.
Los tres pequeños se apresuraron a buscar a Angélica, pero de repente y sin darse cuenta Krentin tiró con su brazo un jarrón y este fue a dar contra el suelo rompiéndose en mil pedazos y haciendo un ruido estrepitoso.
Ahora la risa de Nefasta dejó de escucharse.
–creo que estamos en problemas –dijo kripo
–¿y que hacemos? –preguntó Juancito
–Todos a esconderse –exclamó Kripo
Kripo se escondió debajo de un mueble antiguo, Krentin se ocultó detrás de un gran sillón, y Juancito debajo de la mesa, ya que de la misma colgaba un mantel y lo ocultaba perfectamente, todos en silencio aguardaban lo peor, la llegada de Nefasta.
Se escucharon pasos, se hacían cada vez más fuertes, por la puerta se vio la silueta delgada de una mujer, que tenía un cabello muy negro y largo, sus brazos eran huesudos y traía un vestido largo que le hacía juego con un sombrero en punta., su rostro era muy pálido y sus ojos tenían una mirada siniestra. El niño pudo mirarla desde donde se encontraba, era la mujer más horrible que Juancito había visto en su vida, quiso llorar pero se contuvo, sabía que si la bruja los descubría ese sería su fin.
Ahora la risa de Nefasta dejó de escucharse.
–creo que estamos en problemas –dijo kripo
–¿y que hacemos? –preguntó Juancito
–Todos a esconderse –exclamó Kripo
Kripo se escondió debajo de un mueble antiguo, Krentin se ocultó detrás de un gran sillón, y Juancito debajo de la mesa, ya que de la misma colgaba un mantel y lo ocultaba perfectamente, todos en silencio aguardaban lo peor, la llegada de Nefasta.
Se escucharon pasos, se hacían cada vez más fuertes, por la puerta se vio la silueta delgada de una mujer, que tenía un cabello muy negro y largo, sus brazos eran huesudos y traía un vestido largo que le hacía juego con un sombrero en punta., su rostro era muy pálido y sus ojos tenían una mirada siniestra. El niño pudo mirarla desde donde se encontraba, era la mujer más horrible que Juancito había visto en su vida, quiso llorar pero se contuvo, sabía que si la bruja los descubría ese sería su fin.
Nefasta empezó a olfatear el aire como lo hace un animal en busca de su presa.
–mm que raro huele aquí…–dijo Nefasta
–huele a niño ja ja. Imposible a que niño se le ocurriría venir a mi casita jajaja
–que bien huele, — ideal para comerlo en la cena. Jajaja –reía la bruja, mientras daba media vuelta y se alejaba del lugar.
Los tres pequeños respiraron aliviados.
–Vamos sigamos buscando a Angélica que quiero irme de este horrible lugar –dijo Juancito todo alterado y nervioso.
En ese momento una luz azul se apareció delante de los tres y una figura de mujer se reveló antes ellos,
–Es la bruja buena –dijo Krentin
–Siempre me llamas bruja, ¿porqué no me llamas por mi nombre o no lo recuerdas?
–Si Evelyn lo recuerdo –le dijo el Elfo
–¿Evelyn que haces aquí? –le preguntó Kripo
Vengo a avisarles que Angélica está en el sótano, vayan por la puerta que está delante de ustedes pero tengan cuidado hay una bestia malvada cuidando a nuestra Hada, y yo no los puedo ayudar porque dentro del castillo no tengo poderes.
La idea de una criatura cuidando la celda, sobresaltó a los tres pequeños héroes.
Delante de ellos estaba la puerta en cuestión, tenía un cerrojo y estaba bien cerrada.
–¿Cómo la abriremos? –dijo Juancito
–¿Alguien tiene alguna llave? –preguntó Kripo
Todos metieron sus manos en sus bolsillos y sólo Juancito sacó una pequeña, una muy diminuta llave.
–esta es la llave de mi alcancía, donde guardo mis monedas.
–pruébala –susurró Krentin
El niño acercó la llave al cerrojo, y ésta encajó perfectamente en ella, luego giró y los tres empezaron a empujarla suavemente, la puerta comenzó a abrirse muy despacio.
Una escalera iluminada con dos antorchas era todo lo que podían encontrar en el lugar, era el camino que los conduciría a los héroes hacia Angélica.
–mm que raro huele aquí…–dijo Nefasta
–huele a niño ja ja. Imposible a que niño se le ocurriría venir a mi casita jajaja
–que bien huele, — ideal para comerlo en la cena. Jajaja –reía la bruja, mientras daba media vuelta y se alejaba del lugar.
Los tres pequeños respiraron aliviados.
–Vamos sigamos buscando a Angélica que quiero irme de este horrible lugar –dijo Juancito todo alterado y nervioso.
En ese momento una luz azul se apareció delante de los tres y una figura de mujer se reveló antes ellos,
–Es la bruja buena –dijo Krentin
–Siempre me llamas bruja, ¿porqué no me llamas por mi nombre o no lo recuerdas?
–Si Evelyn lo recuerdo –le dijo el Elfo
–¿Evelyn que haces aquí? –le preguntó Kripo
Vengo a avisarles que Angélica está en el sótano, vayan por la puerta que está delante de ustedes pero tengan cuidado hay una bestia malvada cuidando a nuestra Hada, y yo no los puedo ayudar porque dentro del castillo no tengo poderes.
La idea de una criatura cuidando la celda, sobresaltó a los tres pequeños héroes.
Delante de ellos estaba la puerta en cuestión, tenía un cerrojo y estaba bien cerrada.
–¿Cómo la abriremos? –dijo Juancito
–¿Alguien tiene alguna llave? –preguntó Kripo
Todos metieron sus manos en sus bolsillos y sólo Juancito sacó una pequeña, una muy diminuta llave.
–esta es la llave de mi alcancía, donde guardo mis monedas.
–pruébala –susurró Krentin
El niño acercó la llave al cerrojo, y ésta encajó perfectamente en ella, luego giró y los tres empezaron a empujarla suavemente, la puerta comenzó a abrirse muy despacio.
Una escalera iluminada con dos antorchas era todo lo que podían encontrar en el lugar, era el camino que los conduciría a los héroes hacia Angélica.
Empezaron a bajar lentamente, el lugar no era para nada bonito, todo era lúgubre y húmedo, ahora podían ver dónde terminaba su viaje, abajo, justo en el último escalón, como centinela, una enorme serpiente se encontraba enrollada amenazante.
–Miren eso –dijo Juancito
–¿Que haremos? –preguntó Krentin
Juancito como hipnotizado bajaba la escalera escalón por escalón, se acercaba cada vez más a la serpiente, los dos Elfos no lo pudieron detener y ahora el niño se encontraba a unos pasos de la criatura.
–Juancito , regresa aquí. –decían los dos duendes
Pero el niño parecía no escuchar nada, cuando faltaba un escalón estiró su mano hacia el reptil y este se echó hacia atrás para tomar envión y atacar al muchacho, pero un segundo después la serpiente se quedó inmóvil, el niño acarició al reptil y éste se abrazó al brazo de Juancito, Kripo y Krentin no podían creer lo que veían sus ojos, y los dos dijeron al unísono:
–Es el poder de Juancito, ese es el poder de Juancito.
La serpiente se enroscó en el cuello del niño y ahora Juancito les habló a los Elfos:
–ya pueden bajar, no tengan miedo.
Los dos pequeños bajaron y cuando llegaron hasta Juancito éste les dijo:
–Se llama Kara y es la serpiente guardiana, pero ahora es nuestra amiga.
Kripo y Krentin se animaron a tocar al reptil y éste les respondió su saludo con dos movimientos de su cabeza.
Ahora podían ver la puerta donde estaba Angélica encarcelada. Era una puerta sin cerradura, sin portillo, se preguntaban todos ¿Cómo iban a entrar?
El niño apoyó su mano en la puerta y unas pequeñas y fugaces estrellas chocaron contra la madera que comenzó a crujir suavemente, ahora Juancito con sus poderes ocultos estaba abriendo esa enorme puerta.
Adentro estaba Angélica encadenada, era una hermosa Hada, de largo cabellos dorados, vestía con un hermoso vestido blanco y tenía dos alitas muy transparentes en su espalda.
–Vinieron a rescatarme! –exclamó Angélica
–Si –dijo Juancito
–Pero tengan cuidado, Nefasta está cerca, puedo sentir su maldad. –manifestó ella.
Los dos Elfos ya habían sacado sus varitas y las agitaron dos veces diciendo unas palabras: –minerva abre minerva ya, y las cadenas que contenían a Angélica se rompieron.
–Gracias –dijo ella –Ahora salgamos de aquí cuanto antes.
Pero no había terminado de decir esas palabras, cuando escucharon la risa malvada, al darse vuelta la figura horrible de Nefasta estaba bloqueando la puerta, mientras sostenía su negra varita en la mano derecha.
–jaja ¿adonde piensan ir? –dijo la bruja
Nadie contestó.
La bruja levantó la varita amenazando a todos, pero Juancito se abalanzó hacia Nefasta y la abrazó.
Nefasta se puso colorada y empezó a chillar.
–Me quema Me quema –decía la bruja
Juancito no la soltaba.
De repente Nefasta comenzó a chillar más fuerte y un humo negro se empezó a desprender de ella.
Juancito la soltó y corrió hasta donde estaban sus amigos.
La bruja se estaba consumiendo en cenizas, igual que un vampiro expuesto al sol. Lo último que Nefasta dijo fue : –volveré
Y luego desapareció.
Todos estaban muy contentos, pero no por eso menos apresurados, iban caminando rápido hacia la salida del castillo, mientras con sus ojitos miraban para todos los alrededores.
Ahora ya estaban por salir del castillo, primero salió Krentin, seguido de Kripo, luego Angélica que iba volando y por último Juancito, justo antes de que Juancito saliera del castillo se dio media vuelta porque creyó oír como una risa lejana, miró, pero no vio nada, sólo dijo antes de salir:
–hasta pronto Nefasta
–Miren eso –dijo Juancito
–¿Que haremos? –preguntó Krentin
Juancito como hipnotizado bajaba la escalera escalón por escalón, se acercaba cada vez más a la serpiente, los dos Elfos no lo pudieron detener y ahora el niño se encontraba a unos pasos de la criatura.
–Juancito , regresa aquí. –decían los dos duendes
Pero el niño parecía no escuchar nada, cuando faltaba un escalón estiró su mano hacia el reptil y este se echó hacia atrás para tomar envión y atacar al muchacho, pero un segundo después la serpiente se quedó inmóvil, el niño acarició al reptil y éste se abrazó al brazo de Juancito, Kripo y Krentin no podían creer lo que veían sus ojos, y los dos dijeron al unísono:
–Es el poder de Juancito, ese es el poder de Juancito.
La serpiente se enroscó en el cuello del niño y ahora Juancito les habló a los Elfos:
–ya pueden bajar, no tengan miedo.
Los dos pequeños bajaron y cuando llegaron hasta Juancito éste les dijo:
–Se llama Kara y es la serpiente guardiana, pero ahora es nuestra amiga.
Kripo y Krentin se animaron a tocar al reptil y éste les respondió su saludo con dos movimientos de su cabeza.
Ahora podían ver la puerta donde estaba Angélica encarcelada. Era una puerta sin cerradura, sin portillo, se preguntaban todos ¿Cómo iban a entrar?
El niño apoyó su mano en la puerta y unas pequeñas y fugaces estrellas chocaron contra la madera que comenzó a crujir suavemente, ahora Juancito con sus poderes ocultos estaba abriendo esa enorme puerta.
Adentro estaba Angélica encadenada, era una hermosa Hada, de largo cabellos dorados, vestía con un hermoso vestido blanco y tenía dos alitas muy transparentes en su espalda.
–Vinieron a rescatarme! –exclamó Angélica
–Si –dijo Juancito
–Pero tengan cuidado, Nefasta está cerca, puedo sentir su maldad. –manifestó ella.
Los dos Elfos ya habían sacado sus varitas y las agitaron dos veces diciendo unas palabras: –minerva abre minerva ya, y las cadenas que contenían a Angélica se rompieron.
–Gracias –dijo ella –Ahora salgamos de aquí cuanto antes.
Pero no había terminado de decir esas palabras, cuando escucharon la risa malvada, al darse vuelta la figura horrible de Nefasta estaba bloqueando la puerta, mientras sostenía su negra varita en la mano derecha.
–jaja ¿adonde piensan ir? –dijo la bruja
Nadie contestó.
La bruja levantó la varita amenazando a todos, pero Juancito se abalanzó hacia Nefasta y la abrazó.
Nefasta se puso colorada y empezó a chillar.
–Me quema Me quema –decía la bruja
Juancito no la soltaba.
De repente Nefasta comenzó a chillar más fuerte y un humo negro se empezó a desprender de ella.
Juancito la soltó y corrió hasta donde estaban sus amigos.
La bruja se estaba consumiendo en cenizas, igual que un vampiro expuesto al sol. Lo último que Nefasta dijo fue : –volveré
Y luego desapareció.
Todos estaban muy contentos, pero no por eso menos apresurados, iban caminando rápido hacia la salida del castillo, mientras con sus ojitos miraban para todos los alrededores.
Ahora ya estaban por salir del castillo, primero salió Krentin, seguido de Kripo, luego Angélica que iba volando y por último Juancito, justo antes de que Juancito saliera del castillo se dio media vuelta porque creyó oír como una risa lejana, miró, pero no vio nada, sólo dijo antes de salir:
–hasta pronto Nefasta
Angélica no tenía poderes dentro del castillo de Nefasta, pero fuera de él si
Juntó a los tres héroes y les dijo:
–Muchas gracias por arriesgarse en venir a salvarme, nunca olvidaré vuestro gesto y en recompensa les daré un poder especial a cada uno.
–Tú Kripo, serás nombrado Rey Mago de las Sombras y podrás controlar a voluntad todas las sombras dándoles poder y vida.
–Krentin tu ahora podrás ser el mago que siempre quisiste
–Y Juancito, a ti te regalaré algo especial, a partir de este momento Juancito te nombre protector del Mundo Mágico del Sur y te otorgo el poder de la invisibilidad.
–Ahora volvamos a casa, –dijo Angélica
Movió su varita y los 4 empezaron a elevarse por el aire, ahora estaban volando como pájaros y regresando al bosque encantado.
Pero antes de seguir Angélica se dio vuelta mirando el triste paisaje del castillo y dijo:
–Vegetar arboreoum
Y miles de estrellas se desprendieron de sus alas.
Todo lo que antes era gris comenzó a cambiar y tomar color, la hierba creció, los árboles ya tenían hojas y frutos, las flores bailaban con el viento y ya se aproximaban los pájaros que venían volando a lo lejos.
Todos gritaron de alegría.
En ese momento Juancito se despertó sobresaltado y se incorporó, estaba con su pijama y se puso triste al pensar que había tenido sólo un sueño.
Luego entró la madre a su cuarto y le dijo:
–Juancito, ¿porqué pintaste esa pared?
Juancito con el corazón acelerado vio dibujado en la pared una hermosa flor con sombrero. Y se dio cuenta de lo que pasaba.
Juntó a los tres héroes y les dijo:
–Muchas gracias por arriesgarse en venir a salvarme, nunca olvidaré vuestro gesto y en recompensa les daré un poder especial a cada uno.
–Tú Kripo, serás nombrado Rey Mago de las Sombras y podrás controlar a voluntad todas las sombras dándoles poder y vida.
–Krentin tu ahora podrás ser el mago que siempre quisiste
–Y Juancito, a ti te regalaré algo especial, a partir de este momento Juancito te nombre protector del Mundo Mágico del Sur y te otorgo el poder de la invisibilidad.
–Ahora volvamos a casa, –dijo Angélica
Movió su varita y los 4 empezaron a elevarse por el aire, ahora estaban volando como pájaros y regresando al bosque encantado.
Pero antes de seguir Angélica se dio vuelta mirando el triste paisaje del castillo y dijo:
–Vegetar arboreoum
Y miles de estrellas se desprendieron de sus alas.
Todo lo que antes era gris comenzó a cambiar y tomar color, la hierba creció, los árboles ya tenían hojas y frutos, las flores bailaban con el viento y ya se aproximaban los pájaros que venían volando a lo lejos.
Todos gritaron de alegría.
En ese momento Juancito se despertó sobresaltado y se incorporó, estaba con su pijama y se puso triste al pensar que había tenido sólo un sueño.
Luego entró la madre a su cuarto y le dijo:
–Juancito, ¿porqué pintaste esa pared?
Juancito con el corazón acelerado vio dibujado en la pared una hermosa flor con sombrero. Y se dio cuenta de lo que pasaba.
Fin.
Espinoso y las tres ranitas
Episodio 1º Emigrar o morir
El charco se estaba secando y las tres hermanas hablaban de marcharse de allí, en busca de otro charco con más agua, si querían sobrevivir al duro verano.
—Anita ¿no sabemos lo lejos que estará el charco, del cual nuestros amigos nos han hablado?
—Ya sé Violeta que no sabemos lo lejos que pueda estar, pero si se seca esta charca, moriremos las tres.
—Y ya vez la poca agua que queda, en un par de días, no habrá ni una gota. —Violeta hay que intentar encontrar ese gran charco, aunque nos cueste la vida en el intento, que siempre será mejor intentarlo, que quedarse aquí y morir sin Hacer nada – dijo Anita —.
—Es verdad Violeta, nosotras necesitamos el agua para vivir y este charco si no llueve, en dos días como mucho, estará seco.
—Lo sé Marga, pero los peligros que hay fuera del charco son muchos y nosotras no sabremos defendernos de ellos – decía Violeta, que era la más pesimista de las hermanas —.
—Le preguntaremos a nuestro amigo el erizo, que acaba de llegar y el debe saberlo – dijo Anita, que lo había visto llegar—.
La noche había sido calurosa y el amigo erizo llegaba a la charca sediento y muy cansado.
—Hola espinoso ¿cómo te va la noche?– le preguntaba Marga —.
—No muy bien, está todo muy seco y casi no encuentro comida – le contestó espinoso, con voz cansada —.
—Te puedo hacer una pregunta – le dijo Marga —.
—Una y todas las que quieras – dijo espinoso —.
—¿Tu sabes si está muy lejos, la charca de la cual suelen hablar nuestros amigos?
— He oído hablar de ella, pero no sé lo lejos que pueda estar— ¿Por que me lo preguntas?
—Esta charca como estas viendo, se está secando y nosotras aparte de beberla, el agua es nuestra hábitat, sin ella moriremos
Les podéis preguntar a nuestras amigas las palomas, ellas si que lo sabrán – dijo espinoso —.
—Es buena idea espinoso.
— Hola violeta, no te había visto.
—Hola espinoso.
— Hola Anita ¿como estas?
—Muy bien, aunque ya ves como está de seca la charca—.
Está toda la zona igual – dijo espinoso, con tristeza —.
Las amigas palomas suelen venir de día, mañana le preguntaremos – dijo Marga —.
—Amigas mías, me tengo que marchar, si os puedo ayudar en algo, no dudéis en avisarme—.
Gracias, le contestaron las tres a la vez.
Serían las doce del día siguiente, cuando varias palomas se acercaban al charco para beber.
—Hola señora paloma ¿le puedo hacer una pregunta?
—Una y todas las que quieras amiga rana.
— Muchas gracias. ¿Usted sabe si la gran charca está muy lejos?
—Por que me lo preguntas.
—Es que está charca como usted ve, sé esta secando y nosotras necesitamos agua para poder vivir, es nuestra hábitat.
— Para nosotras está muy cerca la gran charca, por que podemos volar, en cambio para ustedes que no pueden hacerlo, por lo menos una semana.
— ¿Nos puedes indicar el camino, que debemos coger?
—Claro amiguitas mías, no faltaría más.
—Es que esta noche queremos salir.
—Al norte, ustedes ir siempre al norte y llegaréis.
—Y como podremos saber nosotras, cual es el norte, si solo podremos viajar de noche.
—Haré una cosa amiga rana, el norte es hacia hallar, os lo marcaré en el suelo y vosotras por las estrellas lo vais siguiendo.
— ¡Por las estrellas!
—Si, es muy fácil—Ustedes miran en la dirección que os he marcado y os fijáis en una estrella muy grande, la siguen como si la quisierais coger y en una semana, estaréis en la gran charca.
A la noche siguiente, el erizo como cada noche, se acercaba a la charca para beber.
— Hola chicas, habéis podido hablar con las palomas.
—Si, esta mañana hemos hablado con ellas – le dijo Marga, que era la más ingeniosa de las hermanas—.
— ¿Y que os han dicho?
— Que hay una semana de camino como mucho – contestó Anita, que era la optimista de las hermanas —.
— ¿Y que camino hay que coger y si lo sabemos coger, por que yo los veo todos iguales?– dijo Violeta, que era la más pesimista—.
— Hay que ir hacía el norte – le contestó Anita —.
— ¿Y como se sabe eso?— dijo Violeta, con voz incrédula —.
—Por las estrellas – dijo Marga, con firmeza —.
—Por las estrellas – le contestó espinoso, con voz incrédula —.
—Las amigas palomas, han marcado la dirección y nos han dicho, que si seguimos a esa estrella tan grande, en una semana llegaremos a la gran charca.
Espinoso miró hacía el cielo, para ver la estrella que marga le estaba indicando.
—No creo que nos perdamos, esa estrella es mucho más grande que las demás. —Has dicho que no nos perderemos, es que piensas venir con nosotras.
—No pensaréis que os voy dejar solas, con los peligros que hay por ahí fuera. —Muchas gracias espinoso, tú si que eres un gran amigo.
—Coger lo que tengáis que coger, que nos marcharemos enseguida.
—Anita ¿no sabemos lo lejos que estará el charco, del cual nuestros amigos nos han hablado?
—Ya sé Violeta que no sabemos lo lejos que pueda estar, pero si se seca esta charca, moriremos las tres.
—Y ya vez la poca agua que queda, en un par de días, no habrá ni una gota. —Violeta hay que intentar encontrar ese gran charco, aunque nos cueste la vida en el intento, que siempre será mejor intentarlo, que quedarse aquí y morir sin Hacer nada – dijo Anita —.
—Es verdad Violeta, nosotras necesitamos el agua para vivir y este charco si no llueve, en dos días como mucho, estará seco.
—Lo sé Marga, pero los peligros que hay fuera del charco son muchos y nosotras no sabremos defendernos de ellos – decía Violeta, que era la más pesimista de las hermanas —.
—Le preguntaremos a nuestro amigo el erizo, que acaba de llegar y el debe saberlo – dijo Anita, que lo había visto llegar—.
La noche había sido calurosa y el amigo erizo llegaba a la charca sediento y muy cansado.
—Hola espinoso ¿cómo te va la noche?– le preguntaba Marga —.
—No muy bien, está todo muy seco y casi no encuentro comida – le contestó espinoso, con voz cansada —.
—Te puedo hacer una pregunta – le dijo Marga —.
—Una y todas las que quieras – dijo espinoso —.
—¿Tu sabes si está muy lejos, la charca de la cual suelen hablar nuestros amigos?
— He oído hablar de ella, pero no sé lo lejos que pueda estar— ¿Por que me lo preguntas?
—Esta charca como estas viendo, se está secando y nosotras aparte de beberla, el agua es nuestra hábitat, sin ella moriremos
Les podéis preguntar a nuestras amigas las palomas, ellas si que lo sabrán – dijo espinoso —.
—Es buena idea espinoso.
— Hola violeta, no te había visto.
—Hola espinoso.
— Hola Anita ¿como estas?
—Muy bien, aunque ya ves como está de seca la charca—.
Está toda la zona igual – dijo espinoso, con tristeza —.
Las amigas palomas suelen venir de día, mañana le preguntaremos – dijo Marga —.
—Amigas mías, me tengo que marchar, si os puedo ayudar en algo, no dudéis en avisarme—.
Gracias, le contestaron las tres a la vez.
Serían las doce del día siguiente, cuando varias palomas se acercaban al charco para beber.
—Hola señora paloma ¿le puedo hacer una pregunta?
—Una y todas las que quieras amiga rana.
— Muchas gracias. ¿Usted sabe si la gran charca está muy lejos?
—Por que me lo preguntas.
—Es que está charca como usted ve, sé esta secando y nosotras necesitamos agua para poder vivir, es nuestra hábitat.
— Para nosotras está muy cerca la gran charca, por que podemos volar, en cambio para ustedes que no pueden hacerlo, por lo menos una semana.
— ¿Nos puedes indicar el camino, que debemos coger?
—Claro amiguitas mías, no faltaría más.
—Es que esta noche queremos salir.
—Al norte, ustedes ir siempre al norte y llegaréis.
—Y como podremos saber nosotras, cual es el norte, si solo podremos viajar de noche.
—Haré una cosa amiga rana, el norte es hacia hallar, os lo marcaré en el suelo y vosotras por las estrellas lo vais siguiendo.
— ¡Por las estrellas!
—Si, es muy fácil—Ustedes miran en la dirección que os he marcado y os fijáis en una estrella muy grande, la siguen como si la quisierais coger y en una semana, estaréis en la gran charca.
A la noche siguiente, el erizo como cada noche, se acercaba a la charca para beber.
— Hola chicas, habéis podido hablar con las palomas.
—Si, esta mañana hemos hablado con ellas – le dijo Marga, que era la más ingeniosa de las hermanas—.
— ¿Y que os han dicho?
— Que hay una semana de camino como mucho – contestó Anita, que era la optimista de las hermanas —.
— ¿Y que camino hay que coger y si lo sabemos coger, por que yo los veo todos iguales?– dijo Violeta, que era la más pesimista—.
— Hay que ir hacía el norte – le contestó Anita —.
— ¿Y como se sabe eso?— dijo Violeta, con voz incrédula —.
—Por las estrellas – dijo Marga, con firmeza —.
—Por las estrellas – le contestó espinoso, con voz incrédula —.
—Las amigas palomas, han marcado la dirección y nos han dicho, que si seguimos a esa estrella tan grande, en una semana llegaremos a la gran charca.
Espinoso miró hacía el cielo, para ver la estrella que marga le estaba indicando.
—No creo que nos perdamos, esa estrella es mucho más grande que las demás. —Has dicho que no nos perderemos, es que piensas venir con nosotras.
—No pensaréis que os voy dejar solas, con los peligros que hay por ahí fuera. —Muchas gracias espinoso, tú si que eres un gran amigo.
—Coger lo que tengáis que coger, que nos marcharemos enseguida.
Capitulo 2º La salida de casa
Las tres ranitas cogieron sus pequeños equipajes y junto con su amigo espinoso, se lanzaron a la aventura o mejor dicho, se lanzaron en busca de la supervivencia.
Las tres hermanas dando pequeños saltitos, seguían a espinoso, que con su lento caminar, iba abriendo camino.
Cuando llevaban un par de horas caminando (bajo aquel viejo manto negro, con tantas estrellitas colgadas y aquella hermosa luna, que con su fuerte resplandor, les iluminaba el seco camino), se toparon con un gato montes, que intentó comerse a Marga, que iba un poco más avanzada que sus hermanas. Esta al ver las zarpas del gato, dio un salto y muy asustada y temblorosa, se posó cerca de espinoso.
Las dos hermanas al ver el peligro y asustarse tanto como Marga, hicieron lo mismo que esta y buscaron la protección de espinoso. Este: que había puesto su cuerpo entre el gato y las ranitas, entró en un estado de defensa, erigiendo sus puntiagudas espinas. El gato después de bufar un poco, le dio un fuerte zarpazo a espinoso, dando a continuación un fuerte gruñido de dolor. Espinoso había conseguido clavarle un par de espinas en la zarpa derecha y este cojeando, se marchaba de allí.
—Gracias espinoso, si no hubiera sido por ti, aquí se habría terminado el viaje para mi— le decía Marga, que aun tenía el susto metido en el cuerpo —.
—No os alejéis mucho de mí, ya os he dicho, que el bosque está lleno de peligros – les decía espinoso, dándole una pequeña reprimenda —.
Las tres hermanas, mas pegadas a espinoso de lo que lo habían hecho hasta entonces, continuaban el sufrido camino.
—Está llegando el día, tendremos que buscar un sitio que este húmedo y fresco – decía Marga, con aquella suave voz —.
Espinoso empezó a levantar el hocico.
—Que haces espinoso, que respiras tan raro – le preguntó Anita —.
—Estoy intentando buscar agua, cuando se haga de día, si no encontramos agua, tendréis que enterraros en la zona más fresca que encontremos.
—Me parece que tendremos suerte, estoy oliendo agua y casi nunca fallo en mis predicciones.
Espinoso no se equivocaba: se trataba de un abrevadero de toros bravos.
El sol estaba saliendo y sus brillantes rayos iluminaban la amarilla dehesa, a la cual la falta de agua, le había abierto grandes grietas, a su sufrida tierra.
Las tres hermanas y espinoso, cuando llegaron al abrevadero se metieron bajo un puente que tenía los pilones y se echaron a descansar. Sobre las doce del mediodía, se fueron acercando los toros bravos para beber y con el ruido que estaban haciendo, no tardaron en despertarlos.
— ¿Que animales más grandes, me gustaría ser su amiga?— dijo Anita, que los miraba con ojos asustadizos —.
—Yo tampoco los había visto antes y es verdad Anita, que grandes son – decía Marga —.
—Ellos no tendrán problemas, por que nadie se meterá nunca con ellos, no como nosotras, que al ser tan pequeñas, todos nos atacan. Mira el gato de anoche, un poco más y no lo contamos – decía Violeta, que también estaba asustada —.
—Yo que me muevo por más sitios que vosotras, tampoco los había visto nunca – decía espinoso, que estaba con las espinas preparadas, por sí acaso —.
—Yo creo que no nos tenemos que preocupar, si os dais cuentas, vienen comiendo hierbas, por lo tanto deben ser herbívoros – dijo Marga, que aunque se había asustado mucho con el gato montes, era la menos asustada de las tres hermanas —.
— Es verdad hermanita, están comiendo hierbas —. Dijeron las dos a la vez —. —Por lo que veo, puedo bajar la guardia, no creo que tengamos problemas con ellos – dijo espinoso y sacó un poco la cabeza de debajo del pilón, para hablar con ellos —.
Dos enormes toros, que bebían junto a ellos, al verlo dieron un respingo y se apartaron asustados. El resto de la manada, que al ver a sus compañeros correr, hicieron lo mismo y con caras asustadizas dirigían sus miradas hacía donde miraban los dos primeros, que era donde estaban ellos.
—No asustaros, que queremos ser amigos vuestros – les dijo espinoso, a los dos primeros toros que habían salido corriendo, estos al oírlo (un poco recelosos), se fueron acercando a ellos y lo mismo hizo el resto de la manada.
—Queremos ser vuestros amigos – les dijo Marga, con suave voz —.
—A vosotras no os había visto, pensaba que solo estaba el de los pelos tiesos — Dijo uno de los toros, al oírla —.
Somos tres hermanas – le contestó Marga—.
Anita y Violeta que aun seguían asustadas, al oír a Marga, hicieron acto de presencia.
— ¿Y que hacéis por aquí, por que ustedes no sois de este campo? — Le dijo el otro toro —.
—Estamos buscando la gran charca – le dijo espinoso—.
—La gran charca y eso que es – le contestó el primer toro, que les habló —.
—No lo sabes.
— No, yo nunca he salido de este campo y los compañeros que lo han hecho, nunca han vuelto para contarnos cosas de fuera.
—Es donde hay mucha agua, hay tanta que nunca se acaba.
—Y la han visto ustedes.
—No, no lo han dicho unas palomas amigas.
—Si que tenéis amigos y además de diferentes especies.
—Hay que llevarse bien con todos, amigo toro.
—A mí me gustaría llevarme bien con todos, pero no sé si es por que somos muy grandes y nos tienen miedo, por que nadie que no sea de nuestra especie, quiere ser amigo nuestro.
—Pues eso se ha terminado, a partir de hoy, nosotros seremos amigos vuestros. —Que guay, tener amigos de otros sitios y de otras especies
— ¿Cómo te llamas?
—Empinado y este es templado, mi único amigo, siempre estamos juntos los dos.
—Que nombres más bonitos tenéis – le dijo Anita —.
—Y ustedes como os llamáis – le preguntó empinado—.
—Yo soy Anita.
—Yo Violeta.
—Yo Marga.
—y yo espinoso.
—Ustedes si que tenéis unos nombres bonitos y además puesto por vuestros padres, no como a nosotros, que nos los ponen los humanos— le decía empinado, con mucho sentimiento —.
—Como ahora somos amigos, si queréis, os podemos llevar hasta donde están esos palos que no nos dejan pasar – le dijo templado, también con mucho sentimiento —.
—Muchas gracias, por ofrecernos vuestra ayuda – le dijo espinoso.
—Para eso son los amigos, para ayudarse – le contestó empinado, con lentas palabras —.
—Pero tiene que ser de noche, a nosotras si nos da el sol, nos morimos.
—Por eso no os preocupéis, esta noche vendremos los dos – le dijo empinado —.
El sol en el horizonte se acababa de marchar y cuando la noche iba llegando, empinado llegaba al abrevadero solo y muy triste.
— ¿Hola empinado, donde está tu amigo?
—Se lo han llevado esta tarde los humanos, el no quería irse, pero esos humanos son muy violentos y si no haces lo que ellos dicen, te pinchan con una barra larga que llevan y que hace mucho daño – les decía empinado, lleno de sentimiento y tristeza —.
—Venga subir, que os llevaré hasta donde os dije esta mañana.
— ¿Y como nos subimos, con lo grandote que eres?
—Perdonar, a veces me olvido de eso —os acercaré el cuerno y a través del podréis subir.
—Gracias empinado – les decían los cuatro, mientras se iban subiendo, en aquel corpulento lomo —.
Las tres ranitas y espinoso estaban muy contentas, por que el ir con empinado, les haría llegar un par de días antes, a la deseada charca.
—Esto que estás haciendo por nosotros, te lo agradeceremos siempre – le dijo espinoso—.
— Es un placer ayudar a mis amigos y siempre que paséis por aquí, no dudéis en saludarme.
—Ya creo que te saludaremos, eres un gran amigo empinado, un amigo autentico, de los que por desgracia hay pocos.
—Gracias por decirme eso pelos tiesos, me has hecho muy feliz con tus palabras – le contestaba empinado, con palabras lentas y llenas de sentimientos —.
—Hasta aquí puedo llegar – les dijo empinado, cuando llegó a las maderas de la cerca —.
Las tres ranitas y espinoso se bajaron y llenos de sentimientos, se despidieron.
Las tres ranitas y espinoso, después de tan afectiva despedida, emprendieron el camino a pies.
—Que gran amigo hemos dejado atrás.
— Si Anita, de los auténticos, de los que siempre se puede contar con ellos.
—Es muy noble – Ya creo que es noble Marga —.
—Espinoso: ¿quedará mucho?
—No sé Violeta, pero con lo que hemos adelantado con empinado, quedará la mitad, más o menos.
— ¿Que es ese ruido? – Dijo espinoso—.
Las tres ranitas, al oír aquello y sin pensárselo un segundo, se pegaron a espinoso como tres lapas. Segundos más tarde, el hocico de una gineta que merodeaba buscando comida, hacía acto de presencia junto al hocico de espinoso. Este al percibir el peligro tan cercano, emergió las temibles espinas y la gineta que ya habría tenido antes algún encontronazo con algún erizo, sabría el dolor que producían las espinas, por que solo lo olió y se marchó.
Las tres hermanas dando pequeños saltitos, seguían a espinoso, que con su lento caminar, iba abriendo camino.
Cuando llevaban un par de horas caminando (bajo aquel viejo manto negro, con tantas estrellitas colgadas y aquella hermosa luna, que con su fuerte resplandor, les iluminaba el seco camino), se toparon con un gato montes, que intentó comerse a Marga, que iba un poco más avanzada que sus hermanas. Esta al ver las zarpas del gato, dio un salto y muy asustada y temblorosa, se posó cerca de espinoso.
Las dos hermanas al ver el peligro y asustarse tanto como Marga, hicieron lo mismo que esta y buscaron la protección de espinoso. Este: que había puesto su cuerpo entre el gato y las ranitas, entró en un estado de defensa, erigiendo sus puntiagudas espinas. El gato después de bufar un poco, le dio un fuerte zarpazo a espinoso, dando a continuación un fuerte gruñido de dolor. Espinoso había conseguido clavarle un par de espinas en la zarpa derecha y este cojeando, se marchaba de allí.
—Gracias espinoso, si no hubiera sido por ti, aquí se habría terminado el viaje para mi— le decía Marga, que aun tenía el susto metido en el cuerpo —.
—No os alejéis mucho de mí, ya os he dicho, que el bosque está lleno de peligros – les decía espinoso, dándole una pequeña reprimenda —.
Las tres hermanas, mas pegadas a espinoso de lo que lo habían hecho hasta entonces, continuaban el sufrido camino.
—Está llegando el día, tendremos que buscar un sitio que este húmedo y fresco – decía Marga, con aquella suave voz —.
Espinoso empezó a levantar el hocico.
—Que haces espinoso, que respiras tan raro – le preguntó Anita —.
—Estoy intentando buscar agua, cuando se haga de día, si no encontramos agua, tendréis que enterraros en la zona más fresca que encontremos.
—Me parece que tendremos suerte, estoy oliendo agua y casi nunca fallo en mis predicciones.
Espinoso no se equivocaba: se trataba de un abrevadero de toros bravos.
El sol estaba saliendo y sus brillantes rayos iluminaban la amarilla dehesa, a la cual la falta de agua, le había abierto grandes grietas, a su sufrida tierra.
Las tres hermanas y espinoso, cuando llegaron al abrevadero se metieron bajo un puente que tenía los pilones y se echaron a descansar. Sobre las doce del mediodía, se fueron acercando los toros bravos para beber y con el ruido que estaban haciendo, no tardaron en despertarlos.
— ¿Que animales más grandes, me gustaría ser su amiga?— dijo Anita, que los miraba con ojos asustadizos —.
—Yo tampoco los había visto antes y es verdad Anita, que grandes son – decía Marga —.
—Ellos no tendrán problemas, por que nadie se meterá nunca con ellos, no como nosotras, que al ser tan pequeñas, todos nos atacan. Mira el gato de anoche, un poco más y no lo contamos – decía Violeta, que también estaba asustada —.
—Yo que me muevo por más sitios que vosotras, tampoco los había visto nunca – decía espinoso, que estaba con las espinas preparadas, por sí acaso —.
—Yo creo que no nos tenemos que preocupar, si os dais cuentas, vienen comiendo hierbas, por lo tanto deben ser herbívoros – dijo Marga, que aunque se había asustado mucho con el gato montes, era la menos asustada de las tres hermanas —.
— Es verdad hermanita, están comiendo hierbas —. Dijeron las dos a la vez —. —Por lo que veo, puedo bajar la guardia, no creo que tengamos problemas con ellos – dijo espinoso y sacó un poco la cabeza de debajo del pilón, para hablar con ellos —.
Dos enormes toros, que bebían junto a ellos, al verlo dieron un respingo y se apartaron asustados. El resto de la manada, que al ver a sus compañeros correr, hicieron lo mismo y con caras asustadizas dirigían sus miradas hacía donde miraban los dos primeros, que era donde estaban ellos.
—No asustaros, que queremos ser amigos vuestros – les dijo espinoso, a los dos primeros toros que habían salido corriendo, estos al oírlo (un poco recelosos), se fueron acercando a ellos y lo mismo hizo el resto de la manada.
—Queremos ser vuestros amigos – les dijo Marga, con suave voz —.
—A vosotras no os había visto, pensaba que solo estaba el de los pelos tiesos — Dijo uno de los toros, al oírla —.
Somos tres hermanas – le contestó Marga—.
Anita y Violeta que aun seguían asustadas, al oír a Marga, hicieron acto de presencia.
— ¿Y que hacéis por aquí, por que ustedes no sois de este campo? — Le dijo el otro toro —.
—Estamos buscando la gran charca – le dijo espinoso—.
—La gran charca y eso que es – le contestó el primer toro, que les habló —.
—No lo sabes.
— No, yo nunca he salido de este campo y los compañeros que lo han hecho, nunca han vuelto para contarnos cosas de fuera.
—Es donde hay mucha agua, hay tanta que nunca se acaba.
—Y la han visto ustedes.
—No, no lo han dicho unas palomas amigas.
—Si que tenéis amigos y además de diferentes especies.
—Hay que llevarse bien con todos, amigo toro.
—A mí me gustaría llevarme bien con todos, pero no sé si es por que somos muy grandes y nos tienen miedo, por que nadie que no sea de nuestra especie, quiere ser amigo nuestro.
—Pues eso se ha terminado, a partir de hoy, nosotros seremos amigos vuestros. —Que guay, tener amigos de otros sitios y de otras especies
— ¿Cómo te llamas?
—Empinado y este es templado, mi único amigo, siempre estamos juntos los dos.
—Que nombres más bonitos tenéis – le dijo Anita —.
—Y ustedes como os llamáis – le preguntó empinado—.
—Yo soy Anita.
—Yo Violeta.
—Yo Marga.
—y yo espinoso.
—Ustedes si que tenéis unos nombres bonitos y además puesto por vuestros padres, no como a nosotros, que nos los ponen los humanos— le decía empinado, con mucho sentimiento —.
—Como ahora somos amigos, si queréis, os podemos llevar hasta donde están esos palos que no nos dejan pasar – le dijo templado, también con mucho sentimiento —.
—Muchas gracias, por ofrecernos vuestra ayuda – le dijo espinoso.
—Para eso son los amigos, para ayudarse – le contestó empinado, con lentas palabras —.
—Pero tiene que ser de noche, a nosotras si nos da el sol, nos morimos.
—Por eso no os preocupéis, esta noche vendremos los dos – le dijo empinado —.
El sol en el horizonte se acababa de marchar y cuando la noche iba llegando, empinado llegaba al abrevadero solo y muy triste.
— ¿Hola empinado, donde está tu amigo?
—Se lo han llevado esta tarde los humanos, el no quería irse, pero esos humanos son muy violentos y si no haces lo que ellos dicen, te pinchan con una barra larga que llevan y que hace mucho daño – les decía empinado, lleno de sentimiento y tristeza —.
—Venga subir, que os llevaré hasta donde os dije esta mañana.
— ¿Y como nos subimos, con lo grandote que eres?
—Perdonar, a veces me olvido de eso —os acercaré el cuerno y a través del podréis subir.
—Gracias empinado – les decían los cuatro, mientras se iban subiendo, en aquel corpulento lomo —.
Las tres ranitas y espinoso estaban muy contentas, por que el ir con empinado, les haría llegar un par de días antes, a la deseada charca.
—Esto que estás haciendo por nosotros, te lo agradeceremos siempre – le dijo espinoso—.
— Es un placer ayudar a mis amigos y siempre que paséis por aquí, no dudéis en saludarme.
—Ya creo que te saludaremos, eres un gran amigo empinado, un amigo autentico, de los que por desgracia hay pocos.
—Gracias por decirme eso pelos tiesos, me has hecho muy feliz con tus palabras – le contestaba empinado, con palabras lentas y llenas de sentimientos —.
—Hasta aquí puedo llegar – les dijo empinado, cuando llegó a las maderas de la cerca —.
Las tres ranitas y espinoso se bajaron y llenos de sentimientos, se despidieron.
Las tres ranitas y espinoso, después de tan afectiva despedida, emprendieron el camino a pies.
—Que gran amigo hemos dejado atrás.
— Si Anita, de los auténticos, de los que siempre se puede contar con ellos.
—Es muy noble – Ya creo que es noble Marga —.
—Espinoso: ¿quedará mucho?
—No sé Violeta, pero con lo que hemos adelantado con empinado, quedará la mitad, más o menos.
— ¿Que es ese ruido? – Dijo espinoso—.
Las tres ranitas, al oír aquello y sin pensárselo un segundo, se pegaron a espinoso como tres lapas. Segundos más tarde, el hocico de una gineta que merodeaba buscando comida, hacía acto de presencia junto al hocico de espinoso. Este al percibir el peligro tan cercano, emergió las temibles espinas y la gineta que ya habría tenido antes algún encontronazo con algún erizo, sabría el dolor que producían las espinas, por que solo lo olió y se marchó.
Capitulo 3º La llegada a la granja
— ¿Tendremos que buscar un sitio húmedo, para pasar el día? Si, que ya viene clareando – dijo Violeta, con preocupación —.
— Estoy oliendo agua – dijo espinoso, moviendo el hocico —.
— Cada día lo pienso más, si llegamos a la gran charca, será gracias a ti — dijo Marga —.
El agua que espinoso olía, era la del pozo de una granja, que estaba a unos doscientos metros de ellos.
Espinoso y las tres ranitas, aceleraban el paso, para que antes que empezara a calentar el sol, estuvieran en un sitio húmedo y seguro.
Cuando estaban llegando a la granja, un gato negro se cruzo en su camino. —Adonde van ustedes— les dijo con voz ceca—.
—Ostra señor gato, vaya susto, que nos has dado.
—Soy el vigilante de la noche y el encargado, de que no entren en la finca, animales que afecten a la economía de la granja, por ejemplo ratones, esos roedores tienen totalmente prohibida la entrada.
— Nosotros solo queremos un sitio húmedo, mis amigas necesitan agua para sobrevivir.
—Ya conozco las necesidades de las ranas, no me las tienes que decir usted, señor erizo.
— Es usted un agrio señor gato— le dijo Anita, que no se pudo aguantar —. —Calla Anita, así no conseguiremos nada —. Le dijo Marga —.
—Es verdad lo que dice mi hermana, es usted un…— le decía Violeta —.
—Síganme, los llevaré a un sitio húmedo – les dijo el gato, con su ceca voz, antes que Violeta terminara su frase —.
El sol ya había salido, cuando el gato le enseñaba el sitio que decía.
—Pueden quedarse aquí a pasar el día, esto siempre está húmedo— les dijo el gato y sin decir nada más, se marchó —.
El sitio a donde el gato los había llevado, era un largo pilón que había junto a un pozo, donde bebían los animales de la granja y le pasaba lo mismo que al de los toros bravos, por la parte de abajo estaba hueco y del agua que caía, estaba el suelo húmedo, con pequeñitos charcos.
Los cuatros se habían acomodado y se echaron a descansar en aquel placentero lugar y cuando el sueño les era más profundo, fueron despertados por los bruscos ladridos de un enorme pastor alemán.
— ¿Que hacen ustedes aquí y con que permiso habéis entrado en la granja? —Perdone señor perro, pero vaya susto que nos has dado.
—Dar gracias que solo os haya asustado.
—Anoche nos dejo pasar un gato negro, le dijimos que necesitábamos pasar el día en un sitio húmedo y el muy amable, nos dejó pasar.
—Ja, ja, ja ¿Lo de que os dejara pasar me lo puedo creer, o no, pero lo de amable no me lo trago, sería la primera vez, que ese gato fuera amable con alguien?
—Es que tiene usted algún problema con el gato – le preguntó espinoso, que mantenía las espinas erguidas —.
—Yo no tengo problemas con él, es sombrío el que tiene problemas con todo el mundo. Es un tipo muy siniestro, parece que venga de ultratumba — ¿Y cambiando de tema, a donde vais, si se puede saber?
—Buscamos la gran charca – le dijo espinoso.
—Y eso que es – le contestó burlo, que era como se llamaba el pastor alemán —.
— Según nos han dicho unas amigas, es un sitio donde nunca se acaba el agua y como mis tres amigas, necesitan agua para vivir, la estamos buscando. —La charca donde Vivian se estaba secando y había que buscar otra urgentemente— le decía espinoso —.
—Nunca e oído hablar de esa gran charca (aunque yo nunca he salido de la granja), pero os ayudaré en todo lo que pueda, para que la encontréis y de momento, podéis quedaros aquí todo el tiempo que os haga falta – decía burlo, con potente y ronca voz —.
—Muchas gracias señor perro— les dijeron espinoso y las ranitas —.
—Ahora me tengo que marchar, debo vigilar todos los accesos a la granja – les dijo burlo y se marchó —.
Cuando estaban cogiendo de nuevo el sueño, se presentaron las ovejas y las cabras, que junto con cuatro vacas lecheras harían unas cien cabezas, siendo mayoría las ovejas. Regresaban de pastar y venían sedientas. Las ovejas venían con las cabezas bajas y muy juntas, las cabras y las vacas, que eran las primeras en llegar, llegaban con las cabezas normales. El pastor empezó a sacar cubos de agua y los iba echarlos en el pilón y al hacerlo caía parte del agua al suelo y las ranitas, que junto con espinoso, estaban asustadas entre tantas patas, el agua que caía, les relajaba.
Una de las ovejas, al terminar de beber, vio a espinoso y al verlo se asustó. Esta dio un respingo asustadizo y todo el rebaño le siguió en el movimiento, quedándose a unos cuatro metros del pilón, mirando a espinoso, que había erguido las espinas.
—No os asustéis, somos amigos vuestros.
—No esperaba ver a nadie, bajo el pilón y me has dado un susto de muerte— le dijo la oveja, que lo había visto —.
—Estamos de paso – dijo espinoso —.
—De paso¿ a donde vais?
—A la gran charca.
—A la gran charca ¿y donde está eso, que nunca hemos oído hablar de ella?
— No lo sabemos, pero unas amigas nos han hablado muy bien de ella y vamos en su busca – dijo Anita —.
—Pelos tiesos, pensaba que estabas solo.
—No estoy solo, me acompañan tres amigas.
—¡Tres amigas!
—Si son tres ranitas y necesitan agua para vivir.
—Nosotras también necesitamos agua para vivir.
—Quiero decir, que además de beber, la necesitan como hábitat.
—Ah, por eso hay tan poca agua, por que si hay muchas ranitas y tienen que vivir en sitios así.
—Que no señora oveja, que por que su hábitat sea de agua, no quiere eso decir, que la tiran al suelo.
— No sea ignorante lana, lo que quieren decir, es que viven donde hay agua, no que la tiren – le decía una de las vacas lecheras, la de las tetas más grandes, a la cual llamaban tetosa.
— Ah tetosa, pensaba yo, que la tiraban al suelo para que estuvieran en su hábitat, mira si estaba yo equivocada – le contestaba lana, un tanto desorientada —.
Una de las cabras se acercó a ellos con fina voz y le preguntó — ¿Dicen ustedes, que están buscando la gran charca?
—Si, sabe usted algo de ella.
—Creo que si sé algo, pero si es la que yo me imagino, está muy lejos de aquí — ¿Cuando yo estaba con el otro dueño, había un lago muy cerca de la granja y alguna que otra vez, nos habían llevado a beber?
¿Y es tan grande como dicen? – Les preguntaron las tres hermanas a la vez—. —Si el que buscáis es ese, es infinitamente grande.
— ¿Y está muy lejos de aquí?
—No lo sé, pero mi dueño nos trajo en el carro y tardamos una hora más o menos en llegar.
Todo el rebaño poco a poco se había acercado y haciendo un círculo hacía ellos, comentaban cosas.
—Ahora en esta época del año hace mucho calor, podéis quedaros hasta que refresque un poco y así podréis hacer mejor el viaje – le decía la cabrita, con amable voz —.
—Pero aquí estáis muchos animales y tendréis que estar de acuerdo todos — le decía espinoso —.
—Ya sé que somos muchos, pero si se organiza, hay sitio y comida para todos y eso sí, siempre contamos con todos, para todo lo que hacemos – le contestaba luminosa, que era como se llamaba la cabrita —.
—Haremos una reunión y si todos están de acuerdo, os podréis quedar el tiempo que queráis.
Luminosa llamó a burlo y este fue llamando a todos los animales de la granja. Esta; una vez todos alrededor del pilón, cogió la palabra y empezó el discurso. —Queridos amigos: nos hemos reunidos aquí, por que han venido nuevos inquilinos a la granja y como siempre, el que se puedan quedar, o no, lo discutiremos como siempre lo hemos hecho y luego votaremos.
Todos comenzaron a hablar sobre el tema y burlo tuvo que mandarlos callar. —Silencio, que no se escucha nada —decía burlo, con potente y ronca voz —.
Al oír a burlo, todos se callaron y se pudo comenzar la votación
Burlo era el presidente y el encargado de contar los votos.
Que levante la patita, todo el que este de acuerdo, en que se queden en la granja, bueno las aves, que levanten un ala.
Burlo empezó a preguntar a los grupos.
—El grupo de las gallinas.
—La portavoz levantó el ala— a favor.
—El grupo de las ovejas. A favor— decía su portavoz, con la patita alzada —.
—Las cabras. A favor – decía su portavoz, con la patita en alto —.
—Los conejos.
—De acuerdo – decía el portador conejo, con su patita levantada —.
—Los cerdos.
—De acuerdo – decía el portavoz —.
—Las vacas aunque sois minorías, tenéis mucho peso.
— Estamos al favor, señor presidente .
Todos los grupos estuvieron de acuerdo, en aceptar a los nuevos inquilinos y con una fuerte ovación, los aceptaron.
—Ha salido por mayoría absoluta, por lo tanto, pueden quedarse en la granja y pertenecer de pleno derecho, a la gran comunidad de esta casa.
Las tres ranitas y espinoso le dieron las gracias y acordaron quedarse, hasta que el tiempo fuera más benévolo.
— Estoy oliendo agua – dijo espinoso, moviendo el hocico —.
— Cada día lo pienso más, si llegamos a la gran charca, será gracias a ti — dijo Marga —.
El agua que espinoso olía, era la del pozo de una granja, que estaba a unos doscientos metros de ellos.
Espinoso y las tres ranitas, aceleraban el paso, para que antes que empezara a calentar el sol, estuvieran en un sitio húmedo y seguro.
Cuando estaban llegando a la granja, un gato negro se cruzo en su camino. —Adonde van ustedes— les dijo con voz ceca—.
—Ostra señor gato, vaya susto, que nos has dado.
—Soy el vigilante de la noche y el encargado, de que no entren en la finca, animales que afecten a la economía de la granja, por ejemplo ratones, esos roedores tienen totalmente prohibida la entrada.
— Nosotros solo queremos un sitio húmedo, mis amigas necesitan agua para sobrevivir.
—Ya conozco las necesidades de las ranas, no me las tienes que decir usted, señor erizo.
— Es usted un agrio señor gato— le dijo Anita, que no se pudo aguantar —. —Calla Anita, así no conseguiremos nada —. Le dijo Marga —.
—Es verdad lo que dice mi hermana, es usted un…— le decía Violeta —.
—Síganme, los llevaré a un sitio húmedo – les dijo el gato, con su ceca voz, antes que Violeta terminara su frase —.
El sol ya había salido, cuando el gato le enseñaba el sitio que decía.
—Pueden quedarse aquí a pasar el día, esto siempre está húmedo— les dijo el gato y sin decir nada más, se marchó —.
El sitio a donde el gato los había llevado, era un largo pilón que había junto a un pozo, donde bebían los animales de la granja y le pasaba lo mismo que al de los toros bravos, por la parte de abajo estaba hueco y del agua que caía, estaba el suelo húmedo, con pequeñitos charcos.
Los cuatros se habían acomodado y se echaron a descansar en aquel placentero lugar y cuando el sueño les era más profundo, fueron despertados por los bruscos ladridos de un enorme pastor alemán.
— ¿Que hacen ustedes aquí y con que permiso habéis entrado en la granja? —Perdone señor perro, pero vaya susto que nos has dado.
—Dar gracias que solo os haya asustado.
—Anoche nos dejo pasar un gato negro, le dijimos que necesitábamos pasar el día en un sitio húmedo y el muy amable, nos dejó pasar.
—Ja, ja, ja ¿Lo de que os dejara pasar me lo puedo creer, o no, pero lo de amable no me lo trago, sería la primera vez, que ese gato fuera amable con alguien?
—Es que tiene usted algún problema con el gato – le preguntó espinoso, que mantenía las espinas erguidas —.
—Yo no tengo problemas con él, es sombrío el que tiene problemas con todo el mundo. Es un tipo muy siniestro, parece que venga de ultratumba — ¿Y cambiando de tema, a donde vais, si se puede saber?
—Buscamos la gran charca – le dijo espinoso.
—Y eso que es – le contestó burlo, que era como se llamaba el pastor alemán —.
— Según nos han dicho unas amigas, es un sitio donde nunca se acaba el agua y como mis tres amigas, necesitan agua para vivir, la estamos buscando. —La charca donde Vivian se estaba secando y había que buscar otra urgentemente— le decía espinoso —.
—Nunca e oído hablar de esa gran charca (aunque yo nunca he salido de la granja), pero os ayudaré en todo lo que pueda, para que la encontréis y de momento, podéis quedaros aquí todo el tiempo que os haga falta – decía burlo, con potente y ronca voz —.
—Muchas gracias señor perro— les dijeron espinoso y las ranitas —.
—Ahora me tengo que marchar, debo vigilar todos los accesos a la granja – les dijo burlo y se marchó —.
Cuando estaban cogiendo de nuevo el sueño, se presentaron las ovejas y las cabras, que junto con cuatro vacas lecheras harían unas cien cabezas, siendo mayoría las ovejas. Regresaban de pastar y venían sedientas. Las ovejas venían con las cabezas bajas y muy juntas, las cabras y las vacas, que eran las primeras en llegar, llegaban con las cabezas normales. El pastor empezó a sacar cubos de agua y los iba echarlos en el pilón y al hacerlo caía parte del agua al suelo y las ranitas, que junto con espinoso, estaban asustadas entre tantas patas, el agua que caía, les relajaba.
Una de las ovejas, al terminar de beber, vio a espinoso y al verlo se asustó. Esta dio un respingo asustadizo y todo el rebaño le siguió en el movimiento, quedándose a unos cuatro metros del pilón, mirando a espinoso, que había erguido las espinas.
—No os asustéis, somos amigos vuestros.
—No esperaba ver a nadie, bajo el pilón y me has dado un susto de muerte— le dijo la oveja, que lo había visto —.
—Estamos de paso – dijo espinoso —.
—De paso¿ a donde vais?
—A la gran charca.
—A la gran charca ¿y donde está eso, que nunca hemos oído hablar de ella?
— No lo sabemos, pero unas amigas nos han hablado muy bien de ella y vamos en su busca – dijo Anita —.
—Pelos tiesos, pensaba que estabas solo.
—No estoy solo, me acompañan tres amigas.
—¡Tres amigas!
—Si son tres ranitas y necesitan agua para vivir.
—Nosotras también necesitamos agua para vivir.
—Quiero decir, que además de beber, la necesitan como hábitat.
—Ah, por eso hay tan poca agua, por que si hay muchas ranitas y tienen que vivir en sitios así.
—Que no señora oveja, que por que su hábitat sea de agua, no quiere eso decir, que la tiran al suelo.
— No sea ignorante lana, lo que quieren decir, es que viven donde hay agua, no que la tiren – le decía una de las vacas lecheras, la de las tetas más grandes, a la cual llamaban tetosa.
— Ah tetosa, pensaba yo, que la tiraban al suelo para que estuvieran en su hábitat, mira si estaba yo equivocada – le contestaba lana, un tanto desorientada —.
Una de las cabras se acercó a ellos con fina voz y le preguntó — ¿Dicen ustedes, que están buscando la gran charca?
—Si, sabe usted algo de ella.
—Creo que si sé algo, pero si es la que yo me imagino, está muy lejos de aquí — ¿Cuando yo estaba con el otro dueño, había un lago muy cerca de la granja y alguna que otra vez, nos habían llevado a beber?
¿Y es tan grande como dicen? – Les preguntaron las tres hermanas a la vez—. —Si el que buscáis es ese, es infinitamente grande.
— ¿Y está muy lejos de aquí?
—No lo sé, pero mi dueño nos trajo en el carro y tardamos una hora más o menos en llegar.
Todo el rebaño poco a poco se había acercado y haciendo un círculo hacía ellos, comentaban cosas.
—Ahora en esta época del año hace mucho calor, podéis quedaros hasta que refresque un poco y así podréis hacer mejor el viaje – le decía la cabrita, con amable voz —.
—Pero aquí estáis muchos animales y tendréis que estar de acuerdo todos — le decía espinoso —.
—Ya sé que somos muchos, pero si se organiza, hay sitio y comida para todos y eso sí, siempre contamos con todos, para todo lo que hacemos – le contestaba luminosa, que era como se llamaba la cabrita —.
—Haremos una reunión y si todos están de acuerdo, os podréis quedar el tiempo que queráis.
Luminosa llamó a burlo y este fue llamando a todos los animales de la granja. Esta; una vez todos alrededor del pilón, cogió la palabra y empezó el discurso. —Queridos amigos: nos hemos reunidos aquí, por que han venido nuevos inquilinos a la granja y como siempre, el que se puedan quedar, o no, lo discutiremos como siempre lo hemos hecho y luego votaremos.
Todos comenzaron a hablar sobre el tema y burlo tuvo que mandarlos callar. —Silencio, que no se escucha nada —decía burlo, con potente y ronca voz —.
Al oír a burlo, todos se callaron y se pudo comenzar la votación
Burlo era el presidente y el encargado de contar los votos.
Que levante la patita, todo el que este de acuerdo, en que se queden en la granja, bueno las aves, que levanten un ala.
Burlo empezó a preguntar a los grupos.
—El grupo de las gallinas.
—La portavoz levantó el ala— a favor.
—El grupo de las ovejas. A favor— decía su portavoz, con la patita alzada —.
—Las cabras. A favor – decía su portavoz, con la patita en alto —.
—Los conejos.
—De acuerdo – decía el portador conejo, con su patita levantada —.
—Los cerdos.
—De acuerdo – decía el portavoz —.
—Las vacas aunque sois minorías, tenéis mucho peso.
— Estamos al favor, señor presidente .
Todos los grupos estuvieron de acuerdo, en aceptar a los nuevos inquilinos y con una fuerte ovación, los aceptaron.
—Ha salido por mayoría absoluta, por lo tanto, pueden quedarse en la granja y pertenecer de pleno derecho, a la gran comunidad de esta casa.
Las tres ranitas y espinoso le dieron las gracias y acordaron quedarse, hasta que el tiempo fuera más benévolo.
Capitulo 4º Conocer al vecindario
—Si queréis, pueden venir a nuestro gallinero, tenemos mucho agua y estaréis mejor que aquí— le decía estirado, que era como se llamaba el fornido gallo —.
—Es que hace mucho calor – le decía Violeta —.
—Por eso no os preocupéis, se suben encima de mí y en un santiamén, estáis en nuestra pila – les decía el gallo —.
Las ranitas lo estuvieron consultando entre ellas y junto con espinoso que estaba de acuerdo, aceptaron ir al gallinero.
Estirado se agacho y las tres hermanas, dando pequeños saltos, se subieron en el lomo de estirado. Agarrase bien, que en unos segundos estamos en la pila – le decía estirado y salía corriendo hacía el gallinero —.
—Espinoso: con su lento caminar, seguía a estirado —.
La pila era bastante grande y estaba repleta de agua. Las tres ranitas se dieron un buen baño y esperaron a que llegara su amigo espinoso.
Cuando este llegó, estirado les fue presentando a su harén.
—Estas son mis polluelas, pronto serán tan buenas ponedoras, como estas hermosas gallinas, que nos rodean. Esta es pulida, una de mis preferidas, pero no os quiero hablar de mis preferidas, son muchas y os cansaría. Os hablaré de mi trabajo (bueno lo que yo hago), que consiste en tener contentas a mis gallinas, ustedes ya me entienden y que pongan muchos huevos, así el dueño no se queja y todos contentos, por que habiendo producción, no nos faltará nunca la comida.
—Tiene usted un buen trabajo señor estirado – le decía espinoso —.
—No me puedo quejar pelos tiesos, no me puedo quejar. Bueno: veo que estáis cansados, os dejaremos que descanséis – le dijo estirado y se marcho hacía la otra punta del gallinero —.
Había llegado la noche y el silencio se había apoderado del gallinero.
—Ahora con la fresca de la noche, podemos visitar a nuestros vecinos.
—Pero estarán todos durmiendo.
— es verdad Anita.
—Menos el gato – dijo Marga, que hablaba con espinoso —.
Sombrío estaba dando la vuelta y se paró en el gallinero, para hablar con los nuevos vecinos.
— Buenas noches.
—Buenas noches señor gato – le contestaron los cuatro —.
—He sabido de la asamblea y también que habéis sido aceptados en la granja, por mayoría absoluta.
—Si señor gato, les estamos muy agradecidos a todos los miembros de esta gran comunidad.
—Esto se está poniendo muy mal y pronto no cabremos en la granja.
—Claro, como aquí todo el que viene es aceptado, así nos van las cosas. —Perdone pero…
—no se preocupen, ustedes no tienen la culpa, buenas noches, me tengo que marchar —.
—Buenas noches – le volvieron a contestar los cuatro —.
—Es verdad, que es serio el gato. �
—Ya lo creo espinoso – le contestó Violeta —.
—Vamos visitar a las ovejas – dijo Anita—.
—Si, vamos – dijo Marga —.
—Esperar, que iremos los cuatro – dijo espinoso, que hablaba con violeta —.
El corral de las ovejas estaba junto al de las gallinas y solo tuvieron que ir a donde estaba su pilón del agua.
Las ovejas estaban echadas sobre una seca alfombra de paja y en una esquina de la misma, estaban las cabras, que compartían el mismo corral. El carnero dominante, que igual que las ovejas, rumiaba tranquilamente la comida, al sentirlos llega, se levantó y fue hacía el pilón del agua.
—Buenas noches, que les trae por aquí.
—Buenas noches señor carnero— dijo espinoso —.
—Queremos conocer a los vecinos – le contestó Violeta —.
—Ahora mis hembras están durmiendo, si os puedo ayudar yo en algo— le dijo el carnero —.
—Queríamos saber, que tipo de trabajo hacéis en la granja – le preguntó Anita—.
—Ves lo pelado que estoy.
— No me había dado cuentas – le contestó Anita —. �
—Cada año cuando llega el verano, nos pelan y además de la leche que dan mis hembras, suministramos lana.
—Buenas noches – dijo el macho cabrio, que había sentido hablar y se acercó al pilón —.
—Buenas noches, contestaron los cinco que habían—.
—Nos está contando el señor carnero, en que consiste su aportación a la granja. ¿Nos podría decir usted, en que consiste el vuestro?
—Lo nuestro es solo leche, pero como puedes comprobar, una de mis chicas, tiene mas leche que cuatro de las suyas.
—No te pases madero, que no es tanta.
—Como siempre me vienes diciendo, que nosotros no aportamos lana, te tengo que decir que lana no, pero aportamos mucha mas leche por cabeza que ustedes.
—Buenas noches— dijo una oveja, que con el ruido – se había despertado —. Buenas noches – le contestaron los seis —.
—Que hacen ustedes por aquí.
—Estamos dando una vuelta, para conocer a los vecinos.
—Muy bien, es bonito conocerse, así siempre nos podremos ayudar entre nosotros.
— Estamos muy contentos con todos ustedes. Intentamos llevarnos bien con todos y con ustedes que acabáis de llegar lo mismo.
— Muchas gracias señora oveja.
—Me podéis llamar margarita
—. Gracias – le contestaron los cuatro —.
Buenas noches – dijo una cabra, que también se había despertado —.
Buenas noches— le contestaron los siete a la vez —.
—De que va el rollo colegas, que no nos dejáis dormí —.
—Queremos conocer a todos los vecinos.
—Pues lo podíais hacer de día
— Es que de día, nosotras no podemos por el calor – le contestó marga —.
—No seas así tocada – le dijo el macho cabrio, reprimiéndola —.
—Lo siento madero, pero cuando no duermo, me atacan los nervios y me pongo así de impenitente —.
—Ya nos vamos ¿iremos a ver a las vecinas vacas?
—Lo siento amigos, son los nervios.
—No se preocupe tocada, a mí a veces, me sucede lo mismo – le dijo Violeta —.
Las vacas rumiaban tranquilamente en su cuadra, cuando llegaron las tres ranitas y espinoso.
—Buenas noches – dijeron los cuatro a la vez —.
—Buenas noches, vosotros sois los nuevos vecinos verdad – le preguntó tetosa, que era la que tenía la ubre más grandes de todas las vacas de la granja —. — ¿Que hacéis a estas horas de la noche? – le preguntó otra de las vacas, que al oír hablar se despertó —.
—Estamos dando una vuelta por la granja, para conocer a los vecinos – le contestó espinoso —.
— ¿Vienen de muy lejos? – le pregunto tetosa, con voz amable —.
—Si, de muy lejos, la charca donde vivíamos se estaba secando y tuvimos que marcharnos – le contestó Violeta con voz apenada —.
—No estés triste pequeña, aquí podéis vivir muy bien.
—A todos los vecinos les estamos preguntando, en que consiste su aportación a la comunidad – le preguntó espinoso, intentando darle un aire más amable a la conversación —.
—Nosotras aportamos leche para los humanos y les damos tanta, que no las tienen que sacar con unos raros artilugios —antiguamente, me contaba mi abuela, que los humanos las ordeñaban y decía ella, que entonces era muy divertido, no como ahora —algunas veces contaba ella, que mientras las ordeñaban, les daba un pequeño golpe y los tiraba al suelo— ¿Que divertido tenía que ser aquello, verdad señor pelos tiesos? – decía tetosa, que estaba muy alegre contando aquello —.
—Si, eso de ver a los humanos por el suelo, tenía que ser muy divertido – le decía espinoso —.
—Amigas vacas, nos vamos y muchas gracias por todo – decía Anita —.
—No hay de que pequeñas, aquí siempre seréis bien recibidas.
—Seguiremos dando la vuelta – le dijo espinoso y se marcharon —.
—Espinoso: que té pasa – le preguntó Marga —.
—Estos vecinos que hay aquí, huelen muy mal – dijo espinoso, que no dejaba de oler —.
— ¿Quienes son?— le preguntó Violeta —.
—No sé, ahora lo sabremos – contesto espinoso—.
Entraron en la zahúrda y vieron que los vecinos que allí había, eran cerdos.
—Buenas noches – dijo espinoso —.
—Buenas noches – le contesto chata, que era como se llamaba una joven cerda, que acababa de parir a doce hambrientos lechones –.
—Chata estaba tumbada y sus doce lechones dormían placidamente junto a ella. Esta con trabajo y mucho cuidado de no pisar a ningún hijo, se incorporó, para hablar con la visita.
—Estamos dando una vuelta por la granja, para conocer a los vecinos.
—Muy bien, yo soy chata y estos son mis lechones.
— ¿Cuantos hijos?— dijo con asombro Violeta —.
—Nosotras solemos tener muchos hijos.
— ¿En que consiste vuestra aportación, a la granja?
— En criar lechones, contri más mejor.
—Como en criar lechones – le dijo espinoso—.
—En criar como te estoy diciendo y cuando se hacen grandes, los humanos se los llevan. Luego nos quedamos de nuevo embarazadas, parimos, los criamos y cuando se hacen grandes, lo de siempre— decía chata, con tristeza e impotencia —.
Bueno nos marchamos, que ya falta poco para que se haga de día y nosotros, tenemos que estar en sitio húmedo.
—Podéis quedaros aquí, esto está muy húmedo y el agua nunca falta.
— Es que tenemos ya sitio.
—Como ustedes quieran.
—Gracias por eso.
—De nada.
—Es que hace mucho calor – le decía Violeta —.
—Por eso no os preocupéis, se suben encima de mí y en un santiamén, estáis en nuestra pila – les decía el gallo —.
Las ranitas lo estuvieron consultando entre ellas y junto con espinoso que estaba de acuerdo, aceptaron ir al gallinero.
Estirado se agacho y las tres hermanas, dando pequeños saltos, se subieron en el lomo de estirado. Agarrase bien, que en unos segundos estamos en la pila – le decía estirado y salía corriendo hacía el gallinero —.
—Espinoso: con su lento caminar, seguía a estirado —.
La pila era bastante grande y estaba repleta de agua. Las tres ranitas se dieron un buen baño y esperaron a que llegara su amigo espinoso.
Cuando este llegó, estirado les fue presentando a su harén.
—Estas son mis polluelas, pronto serán tan buenas ponedoras, como estas hermosas gallinas, que nos rodean. Esta es pulida, una de mis preferidas, pero no os quiero hablar de mis preferidas, son muchas y os cansaría. Os hablaré de mi trabajo (bueno lo que yo hago), que consiste en tener contentas a mis gallinas, ustedes ya me entienden y que pongan muchos huevos, así el dueño no se queja y todos contentos, por que habiendo producción, no nos faltará nunca la comida.
—Tiene usted un buen trabajo señor estirado – le decía espinoso —.
—No me puedo quejar pelos tiesos, no me puedo quejar. Bueno: veo que estáis cansados, os dejaremos que descanséis – le dijo estirado y se marcho hacía la otra punta del gallinero —.
Había llegado la noche y el silencio se había apoderado del gallinero.
—Ahora con la fresca de la noche, podemos visitar a nuestros vecinos.
—Pero estarán todos durmiendo.
— es verdad Anita.
—Menos el gato – dijo Marga, que hablaba con espinoso —.
Sombrío estaba dando la vuelta y se paró en el gallinero, para hablar con los nuevos vecinos.
— Buenas noches.
—Buenas noches señor gato – le contestaron los cuatro —.
—He sabido de la asamblea y también que habéis sido aceptados en la granja, por mayoría absoluta.
—Si señor gato, les estamos muy agradecidos a todos los miembros de esta gran comunidad.
—Esto se está poniendo muy mal y pronto no cabremos en la granja.
—Claro, como aquí todo el que viene es aceptado, así nos van las cosas. —Perdone pero…
—no se preocupen, ustedes no tienen la culpa, buenas noches, me tengo que marchar —.
—Buenas noches – le volvieron a contestar los cuatro —.
—Es verdad, que es serio el gato. �
—Ya lo creo espinoso – le contestó Violeta —.
—Vamos visitar a las ovejas – dijo Anita—.
—Si, vamos – dijo Marga —.
—Esperar, que iremos los cuatro – dijo espinoso, que hablaba con violeta —.
El corral de las ovejas estaba junto al de las gallinas y solo tuvieron que ir a donde estaba su pilón del agua.
Las ovejas estaban echadas sobre una seca alfombra de paja y en una esquina de la misma, estaban las cabras, que compartían el mismo corral. El carnero dominante, que igual que las ovejas, rumiaba tranquilamente la comida, al sentirlos llega, se levantó y fue hacía el pilón del agua.
—Buenas noches, que les trae por aquí.
—Buenas noches señor carnero— dijo espinoso —.
—Queremos conocer a los vecinos – le contestó Violeta —.
—Ahora mis hembras están durmiendo, si os puedo ayudar yo en algo— le dijo el carnero —.
—Queríamos saber, que tipo de trabajo hacéis en la granja – le preguntó Anita—.
—Ves lo pelado que estoy.
— No me había dado cuentas – le contestó Anita —. �
—Cada año cuando llega el verano, nos pelan y además de la leche que dan mis hembras, suministramos lana.
—Buenas noches – dijo el macho cabrio, que había sentido hablar y se acercó al pilón —.
—Buenas noches, contestaron los cinco que habían—.
—Nos está contando el señor carnero, en que consiste su aportación a la granja. ¿Nos podría decir usted, en que consiste el vuestro?
—Lo nuestro es solo leche, pero como puedes comprobar, una de mis chicas, tiene mas leche que cuatro de las suyas.
—No te pases madero, que no es tanta.
—Como siempre me vienes diciendo, que nosotros no aportamos lana, te tengo que decir que lana no, pero aportamos mucha mas leche por cabeza que ustedes.
—Buenas noches— dijo una oveja, que con el ruido – se había despertado —. Buenas noches – le contestaron los seis —.
—Que hacen ustedes por aquí.
—Estamos dando una vuelta, para conocer a los vecinos.
—Muy bien, es bonito conocerse, así siempre nos podremos ayudar entre nosotros.
— Estamos muy contentos con todos ustedes. Intentamos llevarnos bien con todos y con ustedes que acabáis de llegar lo mismo.
— Muchas gracias señora oveja.
—Me podéis llamar margarita
—. Gracias – le contestaron los cuatro —.
Buenas noches – dijo una cabra, que también se había despertado —.
Buenas noches— le contestaron los siete a la vez —.
—De que va el rollo colegas, que no nos dejáis dormí —.
—Queremos conocer a todos los vecinos.
—Pues lo podíais hacer de día
— Es que de día, nosotras no podemos por el calor – le contestó marga —.
—No seas así tocada – le dijo el macho cabrio, reprimiéndola —.
—Lo siento madero, pero cuando no duermo, me atacan los nervios y me pongo así de impenitente —.
—Ya nos vamos ¿iremos a ver a las vecinas vacas?
—Lo siento amigos, son los nervios.
—No se preocupe tocada, a mí a veces, me sucede lo mismo – le dijo Violeta —.
Las vacas rumiaban tranquilamente en su cuadra, cuando llegaron las tres ranitas y espinoso.
—Buenas noches – dijeron los cuatro a la vez —.
—Buenas noches, vosotros sois los nuevos vecinos verdad – le preguntó tetosa, que era la que tenía la ubre más grandes de todas las vacas de la granja —. — ¿Que hacéis a estas horas de la noche? – le preguntó otra de las vacas, que al oír hablar se despertó —.
—Estamos dando una vuelta por la granja, para conocer a los vecinos – le contestó espinoso —.
— ¿Vienen de muy lejos? – le pregunto tetosa, con voz amable —.
—Si, de muy lejos, la charca donde vivíamos se estaba secando y tuvimos que marcharnos – le contestó Violeta con voz apenada —.
—No estés triste pequeña, aquí podéis vivir muy bien.
—A todos los vecinos les estamos preguntando, en que consiste su aportación a la comunidad – le preguntó espinoso, intentando darle un aire más amable a la conversación —.
—Nosotras aportamos leche para los humanos y les damos tanta, que no las tienen que sacar con unos raros artilugios —antiguamente, me contaba mi abuela, que los humanos las ordeñaban y decía ella, que entonces era muy divertido, no como ahora —algunas veces contaba ella, que mientras las ordeñaban, les daba un pequeño golpe y los tiraba al suelo— ¿Que divertido tenía que ser aquello, verdad señor pelos tiesos? – decía tetosa, que estaba muy alegre contando aquello —.
—Si, eso de ver a los humanos por el suelo, tenía que ser muy divertido – le decía espinoso —.
—Amigas vacas, nos vamos y muchas gracias por todo – decía Anita —.
—No hay de que pequeñas, aquí siempre seréis bien recibidas.
—Seguiremos dando la vuelta – le dijo espinoso y se marcharon —.
—Espinoso: que té pasa – le preguntó Marga —.
—Estos vecinos que hay aquí, huelen muy mal – dijo espinoso, que no dejaba de oler —.
— ¿Quienes son?— le preguntó Violeta —.
—No sé, ahora lo sabremos – contesto espinoso—.
Entraron en la zahúrda y vieron que los vecinos que allí había, eran cerdos.
—Buenas noches – dijo espinoso —.
—Buenas noches – le contesto chata, que era como se llamaba una joven cerda, que acababa de parir a doce hambrientos lechones –.
—Chata estaba tumbada y sus doce lechones dormían placidamente junto a ella. Esta con trabajo y mucho cuidado de no pisar a ningún hijo, se incorporó, para hablar con la visita.
—Estamos dando una vuelta por la granja, para conocer a los vecinos.
—Muy bien, yo soy chata y estos son mis lechones.
— ¿Cuantos hijos?— dijo con asombro Violeta —.
—Nosotras solemos tener muchos hijos.
— ¿En que consiste vuestra aportación, a la granja?
— En criar lechones, contri más mejor.
—Como en criar lechones – le dijo espinoso—.
—En criar como te estoy diciendo y cuando se hacen grandes, los humanos se los llevan. Luego nos quedamos de nuevo embarazadas, parimos, los criamos y cuando se hacen grandes, lo de siempre— decía chata, con tristeza e impotencia —.
Bueno nos marchamos, que ya falta poco para que se haga de día y nosotros, tenemos que estar en sitio húmedo.
—Podéis quedaros aquí, esto está muy húmedo y el agua nunca falta.
— Es que tenemos ya sitio.
—Como ustedes quieran.
—Gracias por eso.
—De nada.
Capitulo 5º Un toque de racismo
—Que ¿como va la vuelta?— les dijo sombrío, que llegaba, cuando salían de la zahúrda —.
—Muy bien, ya nos marchamos, pronto se hará de día y nosotras no podemos estar mucho rato al sol – dijo Anita —.
—No me querrán dar una alegría esta noche— dijo sombrío —.
—Por que lo dices – le preguntó espinoso —.
—Como dicen que se marchan.
—Sí, pero al gallinero.
—Ya me parecía a mí, que se fuerais de la granja, como se vive bien y además sin dar golpe como vosotros, quien se va querer ir aquí.
Espinoso al escuchar aquello, emergió las púas y se fue para sombrío.�
—Me tengo que marchar, que le tengo que dar el relevo a ese patán de burlo – dijo sombrío, aligerando el paso, al ver a espinoso acercarse —.
— No se lleva usted bien con burlo – dijo espinoso, para entretenerlo y clavarles una púas —.
—Como el perro y el gato, como el perro y el gato – le contestó sombrío a espinoso, alejándose casi corriendo —.
—Si le pillo un poco más cerca, le clavo alguna púa a ese desgraciado – dijo espinoso muy enfadado —.
Cuando estaban llegando al gallinero, estirado que ya estaba despierto, les dio los buenos días y se puso a cantar.
—Ya casi conocemos a todos los vecinos— dijo Violeta —.
—Si y son todos muy amables – dijo Anita —.
—Menos el gato ese – dijo Marga —.
—Aun quedan unos pocos, mañana los iremos a visitar – decía espinoso —.
— ¿Cómo están los nuevos vecinos? – preguntaba burlo, que se había incorporado a su trabajo y pasaba por allí —.
—Muy bien señor burlo, hemos conocido las gallinas, las cabras, las ovejas, las vacas y a los cerdos —Dijo Anita, con entusiasmo —.
—Caramba, si que habéis aprovechado la noche.
— Estamos muy contentas — Dijo Violeta—.
— ¿Y no habéis tenido problemas con sombrío, con lo que habéis andado?—. —Ese gato es un indeseable – dijo espinoso, con desprecio —.
—Que os ha pasado, con ese aburrido —.
—Que parece que le estemos quitando algo.
—Si, eso de que parece que le quiten algo, es muy suyo, pero no le hagáis caso, que esta loco — Bueno, me voy a dar una vuelta— dijo burlo y se marchó —. Caramba con sombrío, está más loco de lo que yo me imaginaba—se iba diciendo burlo, para sus adentros—.
A la noche siguiente: las tres ranitas y espinoso salieron para conocer al resto de vecinos.
—Buenas noches – dijo espinoso —.
— Buenas noches— le contestó una de las mulas, que estaba despierta —. Habían llegado a la cuadra, donde había dos mulas, una burra y un caballo.
La mula que le había contestado tenia una oreja doblada para abajo, era muy grande y le llamaban oreja cortada, a la otra le llamaban la mulilla, por que era más joven y un poco más pequeña.
— ¿Que os trae por aquí?— les preguntó oreja cortada —.
—Estamos recorriendo la granja, para conoceros a todos y a lo que se dedica cada miembro de la comunidad – le contestó espinoso —.
—Eso está muy bien por vuestra parte, hay que conocerse, que eso ayuda a convivir – le dijo oreja cortada, con convencimiento —.
—Sobre la pregunta, de que a que nos dedicamos, os diré que nosotras somos las que hacemos el trabajo más duro de la granja, tenemos que labrar la tierra y para poder hacer eso, nos ponen un yugo que molesta mucho y además nos hace fuertes rozaduras – decía oreja cortada —.
—Y cuando hay que llevar el carro cargado, lo tenemos que hacer nosotras también – dijo la mulilla, que se había despertado —.
—Buenas noches.
—Pensaba que estaba durmiendo —Le dijo espinoso —.
—Estaba, pero me habéis despertado – le contestó un poco molesta, por que aun estaba cansada, del fuerte esfuerzo, del día anterior—.
—Buenas noches – dijo el caballo, que también se había despertado —.
—Buenas noches – le contestó espinoso —.
— ¿Que hacéis por aquí?— preguntó arabesco, que era como se llamaba el caballo —.
—Estamos conociendo a los vecinos y a lo que se dedica cada uno — Le dijo espinoso —.
—Yo soy el que lleva al dueño a casi todos lados, mi trabajo consiste en eso, en llevarlo encima de mi lomo a todas partes.
—Menos cuando hay que llevar peso, entonces lo tengo que hacer yo – dijo ganapán, que era como se llamaba el burro, que acababa de despertarse —.
—Buenos días— dijo espinoso —.
— Buenos días – le contesto ganapán—.
—Estamos conociendo a los vecinos y preguntando a que se dedican.
—Usted ya no los ha dicho, por lo tanto no le pregunto — Dijo espinoso—.
—Si mi trabajo consiste en eso, en llevar pequeñas cargas y cuando son grandes, las llevan los amigos mulos—.
—Nos tenemos que marchar – les dijo espinoso y se marcharon —.
—Ya conocemos a todos los vecinos y lo que hace cada uno – decía Anita —. —Todos tienen ocupación – dijo Marga —.
—Es verdad, todos colaboran en que la granja funcione – decía violeta—. —Hombre, si son mis amigos los cucos – dijo sombrío, que acababa de llegar —. Espinoso se lo quedó mirando y después de haberlo mirado fijamente unos segundos, les dijo a las ranitas que siguieran andando. Este emergió las púas y se lanzo sobre sombrío, clavándole varias púas, este dio un grito de dolor y se marcho corriendo.
Burlo dormía cerca y al oír a sombrío, se acercó por si hacía falta su ayuda. Al llegar, se encontró con espinoso y las tres ranitas, que caminaban hacia el gallinero.
— ¿Que ha pasado, que he sentido a sombrío, quejarse de dolor?— preguntaba burlo —.
—Que ha llegado tocando las narices y se ha llevado su merecido – dijo espinoso, con rabia —.
—Señor burlo ¿usted nos podría hacer un favor?— dijo Anita—.
—Depende de lo que sea, claro que les puedo hacer un favor.
—Llevarnos a la gran charca.
— Eso está muy lejos – preguntó burlo —.
—Por los cálculos que hemos hecho, usted nos llevaría en un par de horas.
—Si son un par de horas, si ¿Y cuando tendría que hacerlo?
—Cuando a usted le vaya bien.
—Esta noche no puedo, tengo que madrugar.
— ¿Y por que os queréis marchar, es que no estáis a gusto aquí?
—Si que estamos a gusto, ya lo creo que estamos, pero nos gustaría conocer esa gran charca, de la que tanto nos han hablado —.
—Tener cuidado, que no es oro, todo lo que reluce – les dijo burlo y se marchó —.
Cuando se marchó burlo, Anita les propuso a sus hermanas marcharse lo antes posible.
— que os parece si nos marchamos en busca de la gran charca, aquí ese gato no nos dejará vivir y al final tendremos que irnos— dijo Anita—.
—Por mí, ahora mismo nos vamos— dijo Marga —. No será mejor esperar a burlo, él nos ha dicho que nos llevaría – dijo violeta –.
—Creo que tiene razón Anita, ese gato nos amargará la existencia y al final nos tendremos que marchar —. Dijo espinoso —.
¿Entonces que hacemos? – pregunto Anita —.
—Nos marchamos, — dijo espinoso —.
Siguiendo a la estrella grande, cogieron de nuevo el camino.
Llevaban algo más de una hora caminando, cuando espinoso se paró de golpe. —Que pasa — dijo Anita, que iba junto a él —.
—He sentido un ruido que no me gusta, debemos estar alerta – dijo espinoso, emergiendo las espinas —.
No se había equivocado, el ruido que había sentido, lo hacía un hurón. Este llegó husmeando y se topo con el hocico de espinoso. Las tres ranitas, que a la advertencia de espinoso, se habían posicionado junto a el, al ver al movedizo hurón, empezaron a temblar de miedo. El hurón atacó a espinoso y después de una encarnizada pelea, se marchó con varias espinas clavadas en su cuerpo. Espinoso también había salido mal parado de la pelea (como siempre suele pasar en las peleas) y sangraba por el hocico y por una de las patas traseras.
—Muy bien, ya nos marchamos, pronto se hará de día y nosotras no podemos estar mucho rato al sol – dijo Anita —.
—No me querrán dar una alegría esta noche— dijo sombrío —.
—Por que lo dices – le preguntó espinoso —.
—Como dicen que se marchan.
—Sí, pero al gallinero.
—Ya me parecía a mí, que se fuerais de la granja, como se vive bien y además sin dar golpe como vosotros, quien se va querer ir aquí.
Espinoso al escuchar aquello, emergió las púas y se fue para sombrío.�
—Me tengo que marchar, que le tengo que dar el relevo a ese patán de burlo – dijo sombrío, aligerando el paso, al ver a espinoso acercarse —.
— No se lleva usted bien con burlo – dijo espinoso, para entretenerlo y clavarles una púas —.
—Como el perro y el gato, como el perro y el gato – le contestó sombrío a espinoso, alejándose casi corriendo —.
—Si le pillo un poco más cerca, le clavo alguna púa a ese desgraciado – dijo espinoso muy enfadado —.
Cuando estaban llegando al gallinero, estirado que ya estaba despierto, les dio los buenos días y se puso a cantar.
—Ya casi conocemos a todos los vecinos— dijo Violeta —.
—Si y son todos muy amables – dijo Anita —.
—Menos el gato ese – dijo Marga —.
—Aun quedan unos pocos, mañana los iremos a visitar – decía espinoso —.
— ¿Cómo están los nuevos vecinos? – preguntaba burlo, que se había incorporado a su trabajo y pasaba por allí —.
—Muy bien señor burlo, hemos conocido las gallinas, las cabras, las ovejas, las vacas y a los cerdos —Dijo Anita, con entusiasmo —.
—Caramba, si que habéis aprovechado la noche.
— Estamos muy contentas — Dijo Violeta—.
— ¿Y no habéis tenido problemas con sombrío, con lo que habéis andado?—. —Ese gato es un indeseable – dijo espinoso, con desprecio —.
—Que os ha pasado, con ese aburrido —.
—Que parece que le estemos quitando algo.
—Si, eso de que parece que le quiten algo, es muy suyo, pero no le hagáis caso, que esta loco — Bueno, me voy a dar una vuelta— dijo burlo y se marchó —. Caramba con sombrío, está más loco de lo que yo me imaginaba—se iba diciendo burlo, para sus adentros—.
A la noche siguiente: las tres ranitas y espinoso salieron para conocer al resto de vecinos.
—Buenas noches – dijo espinoso —.
— Buenas noches— le contestó una de las mulas, que estaba despierta —. Habían llegado a la cuadra, donde había dos mulas, una burra y un caballo.
La mula que le había contestado tenia una oreja doblada para abajo, era muy grande y le llamaban oreja cortada, a la otra le llamaban la mulilla, por que era más joven y un poco más pequeña.
— ¿Que os trae por aquí?— les preguntó oreja cortada —.
—Estamos recorriendo la granja, para conoceros a todos y a lo que se dedica cada miembro de la comunidad – le contestó espinoso —.
—Eso está muy bien por vuestra parte, hay que conocerse, que eso ayuda a convivir – le dijo oreja cortada, con convencimiento —.
—Sobre la pregunta, de que a que nos dedicamos, os diré que nosotras somos las que hacemos el trabajo más duro de la granja, tenemos que labrar la tierra y para poder hacer eso, nos ponen un yugo que molesta mucho y además nos hace fuertes rozaduras – decía oreja cortada —.
—Y cuando hay que llevar el carro cargado, lo tenemos que hacer nosotras también – dijo la mulilla, que se había despertado —.
—Buenas noches.
—Pensaba que estaba durmiendo —Le dijo espinoso —.
—Estaba, pero me habéis despertado – le contestó un poco molesta, por que aun estaba cansada, del fuerte esfuerzo, del día anterior—.
—Buenas noches – dijo el caballo, que también se había despertado —.
—Buenas noches – le contestó espinoso —.
— ¿Que hacéis por aquí?— preguntó arabesco, que era como se llamaba el caballo —.
—Estamos conociendo a los vecinos y a lo que se dedica cada uno — Le dijo espinoso —.
—Yo soy el que lleva al dueño a casi todos lados, mi trabajo consiste en eso, en llevarlo encima de mi lomo a todas partes.
—Menos cuando hay que llevar peso, entonces lo tengo que hacer yo – dijo ganapán, que era como se llamaba el burro, que acababa de despertarse —.
—Buenos días— dijo espinoso —.
— Buenos días – le contesto ganapán—.
—Estamos conociendo a los vecinos y preguntando a que se dedican.
—Usted ya no los ha dicho, por lo tanto no le pregunto — Dijo espinoso—.
—Si mi trabajo consiste en eso, en llevar pequeñas cargas y cuando son grandes, las llevan los amigos mulos—.
—Nos tenemos que marchar – les dijo espinoso y se marcharon —.
—Ya conocemos a todos los vecinos y lo que hace cada uno – decía Anita —. —Todos tienen ocupación – dijo Marga —.
—Es verdad, todos colaboran en que la granja funcione – decía violeta—. —Hombre, si son mis amigos los cucos – dijo sombrío, que acababa de llegar —. Espinoso se lo quedó mirando y después de haberlo mirado fijamente unos segundos, les dijo a las ranitas que siguieran andando. Este emergió las púas y se lanzo sobre sombrío, clavándole varias púas, este dio un grito de dolor y se marcho corriendo.
Burlo dormía cerca y al oír a sombrío, se acercó por si hacía falta su ayuda. Al llegar, se encontró con espinoso y las tres ranitas, que caminaban hacia el gallinero.
— ¿Que ha pasado, que he sentido a sombrío, quejarse de dolor?— preguntaba burlo —.
—Que ha llegado tocando las narices y se ha llevado su merecido – dijo espinoso, con rabia —.
—Señor burlo ¿usted nos podría hacer un favor?— dijo Anita—.
—Depende de lo que sea, claro que les puedo hacer un favor.
—Llevarnos a la gran charca.
— Eso está muy lejos – preguntó burlo —.
—Por los cálculos que hemos hecho, usted nos llevaría en un par de horas.
—Si son un par de horas, si ¿Y cuando tendría que hacerlo?
—Cuando a usted le vaya bien.
—Esta noche no puedo, tengo que madrugar.
— ¿Y por que os queréis marchar, es que no estáis a gusto aquí?
—Si que estamos a gusto, ya lo creo que estamos, pero nos gustaría conocer esa gran charca, de la que tanto nos han hablado —.
—Tener cuidado, que no es oro, todo lo que reluce – les dijo burlo y se marchó —.
Cuando se marchó burlo, Anita les propuso a sus hermanas marcharse lo antes posible.
— que os parece si nos marchamos en busca de la gran charca, aquí ese gato no nos dejará vivir y al final tendremos que irnos— dijo Anita—.
—Por mí, ahora mismo nos vamos— dijo Marga —. No será mejor esperar a burlo, él nos ha dicho que nos llevaría – dijo violeta –.
—Creo que tiene razón Anita, ese gato nos amargará la existencia y al final nos tendremos que marchar —. Dijo espinoso —.
¿Entonces que hacemos? – pregunto Anita —.
—Nos marchamos, — dijo espinoso —.
Siguiendo a la estrella grande, cogieron de nuevo el camino.
Llevaban algo más de una hora caminando, cuando espinoso se paró de golpe. —Que pasa — dijo Anita, que iba junto a él —.
—He sentido un ruido que no me gusta, debemos estar alerta – dijo espinoso, emergiendo las espinas —.
No se había equivocado, el ruido que había sentido, lo hacía un hurón. Este llegó husmeando y se topo con el hocico de espinoso. Las tres ranitas, que a la advertencia de espinoso, se habían posicionado junto a el, al ver al movedizo hurón, empezaron a temblar de miedo. El hurón atacó a espinoso y después de una encarnizada pelea, se marchó con varias espinas clavadas en su cuerpo. Espinoso también había salido mal parado de la pelea (como siempre suele pasar en las peleas) y sangraba por el hocico y por una de las patas traseras.
Capitulo 6º No es todo como nos cuentan
Cojeando y mal herido, espinoso con sus tres amigas, emprendieron de nuevo el peligroso camino. Tenemos que encontrar un sitio húmedo, pronto amanecerá y con los días de calor que están haciendo, no lo soportaríamos– decía Violeta, que al no haber estado de acuerdo en salir de la granja, de alguna manera estaba reprimiendo a sus hermanas y a espinoso —.
—Debo tener mi olfato dañado, por que no huelo nada— decía espinoso, con tristeza —.
Después de dos horas caminando y cuando pensaban que no lo conseguirían, se toparon con una charca muy grande, pero que igual que la que ellos habían dejado, se estaba secando.
—Por los cálculos que hemos hecho, debe ser está la charca, pero no tiene agua, está casi seca – dijo Anita, con tristeza —.
—Me parece a mí, que la charca que nunca se seca y de la que tanto nos han hablado nuestros amigos, no existe – dijo Marga, también con tristeza —.
— ¿Y que hacemos ?– dijo Violeta, con tristeza igual que sus hermanas —.
—No sé, no esperaba esto.
—Que os parece, si nos quedamos a pasar el día y la noche que viene nos volvemos a la granja – dijo espinoso, con aspecto cansado —.
Las tres ranitas estuvieron de acuerdo y buscaron un sitio para descansar.
Sobre la una del medio día, una culebra los había detectado y se iba acercando silenciosamente a ellos. Espinoso, que al estar herido y el dolor no lo dejaba dormir, se dio cuentas del peligro. Este llamó a las ranitas y estas se pusieron detrás de él. La culebra empezó a preparar el ataque y se fue levantando, quedando su cuerpo casi vertical. Está con rápidos movimientos de cabeza, lanzaba violentos ataques sobre ellos. Espinoso estaba cansado y mal herido y la serpiente con sus rápidos movimientos, le iba ganando la pelea. Este sabía que si era vencido por la serpiente, sus tres amigas serían devoradas y eso era lo que le mantenía luchando casi sin fuerzas.
Cuando más desesperados estaban, llegó burlo, que al no verlos en el gallinero, decidió salir en busca de ellos. La serpiente al ver a burlo, se fue como había venido, silenciosamente.
—Gracias burlo, si no hubieras venido, no sé que nos hubiera pasado – dijo espinoso, con voz de agradecimiento —.
— Estoy muy enfadado con vosotros, os dije que os traería – le dijo burlo, reprimiéndolos —.
—Ya lo sé burlo, pero era tanta las ganas de conocer la gran charca, que cuando tuvimos el percance con sombrío, decidimos emprender el camino – dijo Anita, con voz de culpable —.
—Volver a la granja, allí siempre hay comida – dijo burlo —.
—Es que ese sombrío, no nos deja vivir.
—No le hagáis caso, la granja no es suya.
—Ya, pero como todos tenéis trabajo y nosotros no, parece que queramos vivir del cuento.
— Eso solo lo puede pensar ese sombrío, el resto de la comunidad no piensa de esa manera.
Después de hablar un rato, optaron por volver a la granja.
Los cuatro se subieron encima de burlo y emprendieron el camino de regreso a la granja. Cuando iban llegando, percibieron que algo no iba bien, había mucho alboroto y el dueño con escopeta en la mano, salía con dos ayudantes, tras los ladrones de gallinas.
—Que ha pasado— le preguntó burlo a madero —.
— Se han llevado una cuantas gallinas y no han sido todas, por que el dueño se levantó al sentir el ruido.
— ¿Y como no ha avisado sombrío?
—El dueño acaba de lanzarle un par de tiros y le ha dicho que no quiere verle, que no sirve para nada.
—Decíais que no teníais trabajo, pues ya lo tenéis, podéis ser los vigilantes de la noche.
—Pero está sombrío.
—Estaba, estaba – dijo burlo, con sentimiento y algo de alegría —.
Espinoso y las ranitas, estuvieron mucho tiempo viviendo en la granja y contribuyendo con su trabajo, al buen desarrollo de la misma.
—Debo tener mi olfato dañado, por que no huelo nada— decía espinoso, con tristeza —.
Después de dos horas caminando y cuando pensaban que no lo conseguirían, se toparon con una charca muy grande, pero que igual que la que ellos habían dejado, se estaba secando.
—Por los cálculos que hemos hecho, debe ser está la charca, pero no tiene agua, está casi seca – dijo Anita, con tristeza —.
—Me parece a mí, que la charca que nunca se seca y de la que tanto nos han hablado nuestros amigos, no existe – dijo Marga, también con tristeza —.
— ¿Y que hacemos ?– dijo Violeta, con tristeza igual que sus hermanas —.
—No sé, no esperaba esto.
—Que os parece, si nos quedamos a pasar el día y la noche que viene nos volvemos a la granja – dijo espinoso, con aspecto cansado —.
Las tres ranitas estuvieron de acuerdo y buscaron un sitio para descansar.
Sobre la una del medio día, una culebra los había detectado y se iba acercando silenciosamente a ellos. Espinoso, que al estar herido y el dolor no lo dejaba dormir, se dio cuentas del peligro. Este llamó a las ranitas y estas se pusieron detrás de él. La culebra empezó a preparar el ataque y se fue levantando, quedando su cuerpo casi vertical. Está con rápidos movimientos de cabeza, lanzaba violentos ataques sobre ellos. Espinoso estaba cansado y mal herido y la serpiente con sus rápidos movimientos, le iba ganando la pelea. Este sabía que si era vencido por la serpiente, sus tres amigas serían devoradas y eso era lo que le mantenía luchando casi sin fuerzas.
Cuando más desesperados estaban, llegó burlo, que al no verlos en el gallinero, decidió salir en busca de ellos. La serpiente al ver a burlo, se fue como había venido, silenciosamente.
—Gracias burlo, si no hubieras venido, no sé que nos hubiera pasado – dijo espinoso, con voz de agradecimiento —.
— Estoy muy enfadado con vosotros, os dije que os traería – le dijo burlo, reprimiéndolos —.
—Ya lo sé burlo, pero era tanta las ganas de conocer la gran charca, que cuando tuvimos el percance con sombrío, decidimos emprender el camino – dijo Anita, con voz de culpable —.
—Volver a la granja, allí siempre hay comida – dijo burlo —.
—Es que ese sombrío, no nos deja vivir.
—No le hagáis caso, la granja no es suya.
—Ya, pero como todos tenéis trabajo y nosotros no, parece que queramos vivir del cuento.
— Eso solo lo puede pensar ese sombrío, el resto de la comunidad no piensa de esa manera.
Después de hablar un rato, optaron por volver a la granja.
Los cuatro se subieron encima de burlo y emprendieron el camino de regreso a la granja. Cuando iban llegando, percibieron que algo no iba bien, había mucho alboroto y el dueño con escopeta en la mano, salía con dos ayudantes, tras los ladrones de gallinas.
—Que ha pasado— le preguntó burlo a madero —.
— Se han llevado una cuantas gallinas y no han sido todas, por que el dueño se levantó al sentir el ruido.
— ¿Y como no ha avisado sombrío?
—El dueño acaba de lanzarle un par de tiros y le ha dicho que no quiere verle, que no sirve para nada.
—Decíais que no teníais trabajo, pues ya lo tenéis, podéis ser los vigilantes de la noche.
—Pero está sombrío.
—Estaba, estaba – dijo burlo, con sentimiento y algo de alegría —.
Espinoso y las ranitas, estuvieron mucho tiempo viviendo en la granja y contribuyendo con su trabajo, al buen desarrollo de la misma.
Anita optimista
Violeta pesimista
Marga ingeniosa
Violeta pesimista
Marga ingeniosa
Diario de una canción
“Esta mañana arrojé el diario contra la pared. No estoy segura de por qué lo hice. Antes pensaba que los periódicos se centraban en las tragedias, pero ahora sé que lo único que les atrae es la violencia, que la muerte sin ella no interesa, por más que sea colectiva y te deje sola, que es la tragedia más grande que hay”. Así comenzaba el diario personal de Eriel, el que durante una década estuvo a la venta en una feria callejera de objetos usados, el que nadie compró al ojear sus primeras páginas y el que hace dos semanas fue adquirido por el Reina Sofía al conocer el contenido de todas las demás.
Cabe puntualizar que las notas no eran registradas con fechas, pero dicho documento adquiere la categoría de diario, y no de libro de apuntes, porque Eriel, cada vez que escribía, señalaba si era un lunes, jueves o sábado; envolviendo una historia lineal en una secuencia circular de días de la semana. Sin embargo, por los datos registrados y las averiguaciones realizadas por la actual institución propietaria, se estima que las vivencias descritas transcurrieron entre 1974 y 1979.
Un viernes en el que Eriel cayó en una de sus recurrentes depresiones, fue socorrida por un débil recuerdo extraído de su infancia, cuando sus padres le aplacaban sus ganas de ser mayor, cantándole:
“Si de verdad quieres crecer y no envejecer
nunca vayas deprisa ni tampoco lento
el secreto es ir a la inversa del tiempo
pero nunca deprisa ni tampoco lento
sólo hay que ir a la velocidad del tiempo
para así comenzar a crecer y no envejecer
El que acelera el paso descubre la nostalgia
el que se queda en el momento se queda
mas el que decide crecer conservando al niño
avanza hacia atrás recuperando su inicio
y los recuerdos que traspasan el ombligo (bis)…”.
Cuando era niña no le prestaba mucha atención a la letra, sólo se dejaba llevar por la melodía que la hacía sentir arropada por un hogar. Recordaba algo más que la voz cálida de sus padres, recordaba cada uno de los instrumentos que armonizaban la letra; y, envuelta en esas sensaciones, comenzó a sentirse bien, verdaderamente bien. Era como si el recuerdo pasara a ser un presente que la introducía en un espacio donde la tristeza y la rabia estaban prohibidas. No obstante, el hambre y luego el sueño la sacaron de su burbuja, pero la sonrisa se quedó en su rostro.
A la mañana siguiente, Eriel se despertó con la firme idea de conseguir esa canción –cruzada que marcó el interés del museo por el diario–. Recorrió todas las discográficas de su ciudad sin éxito, y tampoco lo tuvo al preguntarle a sus amigos y conocidos. A raíz de eso, dejó su trabajo, cogió una mochila y recorrió todos los países hispanohablantes durante unos cuatro años.
Debido al desconocimiento de los entendidos, y no entendidos, decidió preguntarle a cualquier desconocido si le sonaba esa canción (Eriel estaba segura de que no era una canción inventada por sus padres, porque recordaba con claridad la música, y ellos no sabían tocar ningún instrumento ni mucho menos componer). Así que Eriel ingenió muchas formas para llegar a la gente y otras tantas para conseguir financiación, que fueron narradas hasta la penúltima página del diario. Coordinó una serie de obras con el Teatro de los Andes para adentrarse en decenas de comunidades recónditas, convenció a Alberto Spinetta y a Mercedes Sosa para realizar actuaciones en varias ciudades y pueblos de Argentina… y montó un centenar de acciones con actores callejeros y músicos de 18 países. Pero ninguna persona le dio lo que buscaba.
Al terminar su diario, en el lunes final, Eriel escribió: “Convencida de que yo era quien le había puesto instrumentos a esa canción familiar, decidí irme a cualquier parte. Estiré la mano y un autobús amarillo se detuvo. Había un asiento vacío junto a la ventana, al lado de un niño que llevaba un mandil con el nombre Gonzalo bordado en el pecho. El bus comenzó a moverse mientras yo no podía retener las lágrimas de impotencia, de fracaso. Traté de animarme para no llamar la atención y por manía comencé a tararear la melodía de mi canción. Y ese niño, Gonzalo, comenzó a cantar, y le siguió un joven canoso, y después un hombre muy arrugado que estaba delante, y siguieron todos los demás, hasta el chofer. Era hermoso escucharlos…
El que acelera el paso descubre la nostalgia
el que se queda en el momento se queda
mas el que decide crecer conservando al niño
avanza hacia atrás recuperando su inicio
y los recuerdos que traspasan el ombligo
Si de verdad quieres crecer y no envejecer
recuerda que el juego es el principio de todo
y recuerda que ser parte es el único modo
pero es necesario que recuerdes ante todo
que sin arrugas nunca encontrarás el modo
de retomar las huellas para no envejecer…
Y mientras los escuchaba, me di cuenta de que el bus avanzaba marcha atrás”.
Infinito
En una hermosa primavera mi estación favorita. Viaje donde mis abuelitos, a un pueblito pequeño pero con grandes personas.
Mis abuelitos se amaban como la primera vez que se conocieron o con mayor intensidad, esa era una historia como la de los cuentos de hadas, siempre llevaban una gran sonrisa en su cara, inclusive caminaban de la mano juntos y no se separaban por nada.
Yo soñaba con encontrar a un amor así, una persona que llene mi vida de colores, que alegre mis días, que este conmigo en las buenas y en las malas, que sea la luz de mi existir, y con sus caricias haga brillar mi vivir
Cierto día pregunte a mis abuelitos, ¿Cómo hacían para ser felices, y que nada los quebrante?
Mi abuelito dijo:
- El amor, el verdadero amor es aquel que permanece intacto en el tiempo.
Mi abuelita sonrió tiernamente y miro a los ojos a mi abuelito diciendo:
-Por qué el amor es eso, envejecer amándose sin darse cuenta.
Esas palabras eran tan inspiradoras, tan dulces, muy lindas.
Me sentía feliz al lado de mis ‘’abues’’, era un ambiente muy tranquilo, diferente a lo que pasaba en casa con mis padres, ellos solo pasaban discutiendo, a veces sentía que la magia del amor se había apagado en ellos. Aunque trataban de disimularlo , pero yo ya estaba grandecita y me daba cuenta.
La mayoría de tiempo era feliz, pero a veces lloraba sola en mi cuarto, pues mis padres no se acordaban de mí, no me llamaban, ni siquiera para preguntarme como estaba, pero mi abuelita siempre me consolaba y me decía que seguro era porque estaban trabajando, con muchas cosas que hacer.
Un día salí a caminar al parque a distraerme un poco, compre helado. Y me divertí mucho viendo a los niños jugar. Cuando regresaba a casa recibí una llamada, en la que me decían que mis padres habían muerto, ellos sufrieron un accidente de tránsito mientras discutían.
En ese momento me sentía destrozada mis padres habían muerto, lo único que hice fue sentarme en la calle a llorar desconsoladamente. Las personas pasaban y me miraban pero nadie sabía el dolor que llevaba dentro de mi, sin darme cuenta
un joven se sienta junto a mí, y me dice:
-¿Por qué esta bella princesa está sentada en el piso? ¿Y llorando?
-Yo solo le dije que se alejara, que me dejara sola, que no hablaba con desconocidos.
Tanta era la insistencia de ese joven, que logro que le cuente lo que sucedía, luego de esto el callo unos momentos, me abrazo, y me dijo:
-Ya no llores, tus padres están en un mejor lugar, ellos están con Dios en el Cielo desde ahí velaran tus sueños, y guiaran tu vida.
-Vamos te llevo a tu casa, para que no vallas sola.
Yo no sabía si confiar en un desconocido, pero lo termine haciendo, el me inspiraba tranquilidad, así fue como llegamos a casa, luego se despidió, y mis abuelos le agradecieron lo que hizo, eso fue muy amable de su parte.
Así pasaron los días tuve que fortalecerme, superar lo que había pasado, y siempre recordaba a ese joven que me dijo palabras muy sabias, por cierto no había sabido nada de él, ni siquiera le pregunte su nombre.
Después de un tiempo mis abuelitos me propusieron, que continúe mis estudios en un colegio cercano, yo acepte, pues me encantaba aprender cosas nuevas.
Caminaba hacia mi salón de clase, el lugar en que me impartirían conocimientos, el sitio en donde conocería amigos, amigas, compañeros y compañeras. Sin fijarme tropecé con aquel joven que me consoló cuando me sentí triste, y al parecer se dirigía al mismo lugar que yo.
Le pregunte su nombre:
-Me dijo, mi nombre es Emmanuel, y me alegra que estés mejor, así te ves más linda.
Sonreí mucho al escuchar sus palabras.
Me pregunto mi nombre:
Victoria, le respondí J
Emmanuel (Dijo):
Así como tu nombre debes triunfar en la vida, no dejarte vencer, luchar y conseguir lo que quieres.♥
Al pasar los días ambos nos habíamos convertido en los mejores amigos, nos comprendíamos, y divertíamos mucho, tenía mucha confianza en él, y creo que Emmanuel también en mí.
Este joven tenía algo especial y a la vez diferente a los demás, era único, me agradaba, Cuando me sentía triste me consolaba, cuando estaba sola me hacía compañía y me apoyaba.
Él se había convertido en el hombre de mis sueños, pero no podía decírselo, temía perder su amistad, no quería que se aleje. Para mi bastaba con que fuese mi amor platónico.
Perdía la noción del tiempo al pensar en él, Emmanuel se había convertido en mi todo, no podía dejar de pensarlo ni un solo instante, no lograba concéntrame en las clases, pues se había adueñado de mis más dulces anhelos y sentimientos.
Decidí alejarme un tiempo de él, para tratar de borrarlo de mi mente, pero me resultaba imposible, no podía olvidar su mirada profunda y encantadora, su sonrisa tierna y angelical, sus palabras, su esencia que me enamoraba. Lo tenía grabado en mí y era imposible sacarlo de mi ser.
Mis abuelos me peguntaban, porque había cambiado tanto, decían que no era la misma desde hace tiempo, y no se equivocaban yo estaba encantada, completamente enamorada.
Todas las noches antes de ir a dormir, recibía un mensaje que decía:
‘’Dormiré temprano para soñarte más tiempo’’
Yo desconocía el remitente, y muchas veces intente llamar a ese número, pero nadie contestaba. Hasta que un día, Emmanuel olvido su móvil en casa, pensé en comunicarme con sus padres para que lo recojan.
Algo de curiosidad invadió mi mente revise sus mensajes, y en todos ellos estaba la frase que me enviaban.
No podía creerlo, nunca hubiese imaginado, que era el de los mensajitos. A la mañana siguiente Emmanuel dijo que quería hablar conmigo, y me llevo a un hermoso jardín, rodeado de flores.
Al llegar, se arrodillo ante mí, me tomo me las manos y mirándome fijamente a los ojos declaro su inmenso amor:
Vicky, niña hermosa, princesa de mi realidad ¿quieres ser mi novia?
-Siiii…… si quiero, Aw!!.... *_* ♥ Te amo
Emmanuel:
Yo te amo mucho más,
y te juro por ese hermoso sol,
que ilumina nuestros días,
que estaré contigo toda la vida.
Te daré mi vida, te daré mi alma
Hasta donde alcance te daré mis ansias
Te ves muy bonita, muy enamorada
Con la fé del alma serás mi adorada.
En cada rinconcito del corazón
Siento tenerte, te juro que eres tú mi única ilusión
‘’Tenlo presente’’
Luego me abrazo y me beso, ese momento fue tan mágico.
Mis abuelos estaban contentos al saber la noticia, pues mi amor, mi Emmanuel era un ángel caído del cielo, Que vino hacerme feliz.
Desde ese entonces éramos inseparables, pasábamos de maravilla juntos todos los días, compartimos muchas experiencias, jugábamos entre nosotros, nos hacíamos bromas, siempre íbamos de la mano, nos mirábamos horas, decíamos lo mucho que nos amábamos, e intercambiábamos promesas de amor.
Así pasamos durante mucho tiempo, esos son grandes recuerdos que jamás se borraran de mi mente.
Fuimos novios muchos años, 8 exactamente, los mismos que marcaron mi vida, marcaron mi existir. Nuestro amor era como el de los cuentos de hadas.
Una noche Emmanuel me llamo y me cito al parque que estaba cerca de casa.
Al estar ahí nos sentamos junto a una laguna, mirábamos las estrella y la hermosa luna (fue ahí donde me pidió matrimonio)
-El amor de mi vida eres tú, luz de mis días, la canción de mi alma, mi tesoro más grande, eres la más hermosa, te empecé amar desde el primer momento que te vi.
-Te casarías conmigo?
Le dije que sí, mientras Lágrimas salían de mis ojos, mis sueños se hacían realidad., ya no podía sentirme mejor, la felicidad rebotaba en todo mi cuerpo.
El día de nuestra boda, pero sentía que algo oprimía mi corazón, pensé que simplemente eran nervios. Luego recibí una llamada de mi amor, en la que me decía:
-Te amaré infinitamente, mi amor por ti no conoce tiempo, ten certeza de que estarás siempre en mi corazón, en mi alma y en mi mente. Pase lo que pase, y quiero que siempre estés feliz.
Camino a la iglesia, note que algo sucedía, pues había muchas personas aglomeradas en la calle, y sentí un dolor profundo que recorría mi ser. Al bajarme del vehículo, no podía creer lo que sucedía, el carro en el que viajaba Emmanuel había sido impactado, él había muerto instantáneamente.
Me sentí destrozada mi mundo se vino al suelo, me senté junto a mi amado y llore como una niña. Era una pesadilla de la que deseaba despertar, no me imaginaba un mundo sin Emmanuel, pues era mi todo.
Al pasar el tiempo la pena inundaba mi corazón, aun no me hacia la idea de que mi amor, ya no estaría conmigo. Sí el estuviera aquí la noche fuera clara y el sol brillaría
pues era la luz en las penumbras mías.
Ya no podía más, solo quería acabar con ese cruel sufrimiento que invadía mis días. Decidí acabar con mi vida, Tome una daga y cuando la iba a introducir en mi pecho, apareció mi ángel (Emmanuel) que me decía:
‘’Amada mía, mi Victoria, no lo hagas,
Yo sé que tú eres fuerte.
Por el amor que sientes hacia mí no lo hagas.
Siempre estaré contigo.
Nos amaremos infinitamente, y algún día volveremos a estar juntos.
El amor verdadero nunca muere. ’’
Luego desapareció entre la nada, reflexione, y viví con la esperanza de que Dios permitiría que en la otra vida me reencuentre con mi gran amor.
Buscando a Dios
Juan nunca había tenido una acabada idea de Dios. Su figura o imagen desde niño había sido algo confusa. Su padre era ateo, su madre creyente pero no muy prácticamente y su abuela devota.
Creció en un hogar donde las opiniones estaban divididas. Había quienes no creían en absoluto en Dios, quienes lo amaban profundamente y quienes adherían a él con algo de tibieza. Siempre había ido a colegio laico por lo que tampoco su educación lo había ayudado a entender quién era verdaderamente Dios y lo más importante, si existía o no.
Había escuchado tantas cosas que no sabía qué creer y qué no. Un anciano de barba blanca, un ser superior y milagroso, en padre piadoso que todo lo perdonaba y hasta alguien que castigaba a las personas cuando se comportaban indebidamente. Una abuela que lo buscaba en una iglesia y rezando un rosario, una madre que lo respetaba pero se acordaba de él poco y nada y un padre que sostenía que Dios no existía, que tampoco había un cielo y menos aún un paraíso al cual aspirar.
Dios intrigaba mucho a Juan desde muy pequeño, le preguntaba a uno y a otro y cada uno le decía qué creía o dejaba de creer. Algunas veces, acompañaba a su abuela a la iglesia, pero no terminaba de comprender a ese ser tan grande, tan misterioso y tal vez tan inexistente. ¿Tanta gente podría creer en alguien que no existía? Se preguntaba el niño. Algo le decía a ese pequeño que Dios era real, no podía comprobarlo sin dudas, pero algo había dentro de él hacía que lo buscase de uno u otro modo.
¿Cómo encontrarlo si su padre le aseguraba que era todo un invento? Y si su padre estaba equivocado y sí existía ¿Era tan bueno como todos decían? ¿Perdonaba o castigaba? ¿Por qué dejaba que hubiera niños con hambre? ¿Por qué permitía las guerras? Juan se hacía muchas preguntas, necesitaba respuestas, el tiempo pasaba y Juan seguía buscando.
Era un niño inteligente y por sobre todo sensible. Un día comenzó a pensar que tal vez estaba buscando en lugares equivocados y que si ese Dios misericordioso existía realmente tenía que estar en un lugar hermoso, de privilegio, cerca muy cerquita de cada uno.
Fue entonces que Juan comenzó un camino distinto. Miró su corazón, admiró la naturaleza y se dio cuenta que no se entendía semejante belleza sin un Creador detrás de ella. Sintió casi como pudiendo tocarlo el amor que profesaba a sus seres queridos, o a su mascota y se dio cuenta que en ese amor estaba Dios.
Analizó a los seres humanos y corroboró que sólo Dios podría haber creado el milagro de la vida. Entendió, con el tiempo, que tanto nos amó Dios que nos dio libre albedrío y recién allí pudo conciliar la idea de que coexistieran males, guerras, odios y Dios.
Comprendió que creer o no creer es un don, que tener fe es un milagro y que vale la pena tenerla. Ya no le importó demasiado preguntar qué pensaban los demás. Respetaba la opinión de su padre pero le daba mucha pena pensar que no creyese en un cielo que lo esperaba al final del camino.
Comprendió que cada uno tiene un vínculo con Dios que lo construye a su modo, su abuela tenía uno, su madre otro y seguramente él tendría uno distinto. Finalmente, luego de mucha búsqueda, Juan encontró a Dios. Después de muchas preguntas, muchos cuestionamientos, ilusiones y decepciones.
Tras haber recorrido un camino, el pequeño se dio cuenta que Dios habitaba en él, que siempre había estado allí y lo más importante: que siempre estaría.
Fin
El hada conciliadora
Capítulo I
-¡Tenemos un grave problema!-Escuchó gritar el hada madre mientras sus dos ayudantes entraban a toda prisa en el salón.
-No es para tanto, estás exagerando como de costumbre-le contestaba uno al otro.
-¿Qué yo exagero? ¿Qué yo exagero? Ahora verás si esto es grave o no, espera a ver qué piensa el hada madre.
Din y Don eran los duendes ayudantes del hada madre y el hada madre era quien gobernaba en el reino de las hadas y quien se ocupaba de una tarea muy especial: Cada vez que nacía un hadita, el hada madre le daba una misión.
No todas las hadas tenían las mismas misiones, cada una tenía la suya y se dividían en grupos.
De ese modo estaba el grupo de hadas que cuidaba la naturaleza, otro que velaba por los sueños de los niños, un tercero que curaba los corazones heridos y así formaban un gran reino cuyo fin era siempre ayudar a las personas.
-¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué están discutiendo ahora?-preguntó el hada madre.
-Estamos en graves problemas, ha nacido un hadita más-dijo Din.
-¿Y cuál es el problema estimado duende? Siempre nacen haditas, problema sería que eso no ocurriese-contestó el hada.
-¿Ha visto? ¿Ha visto? Ya le decía yo que exageraba ¡Ay mi Dios! ¡Este duende se ahoga en un vaso de agua!-dijo Don.
-No discutan por favor, dime Din ¿cuál es el problema?-preguntó el hada.
-No tenemos más misiones, se han acabado-contestó el duende preocupado.
-Las misiones tienen que ver con las virtudes ¿cómo puede ser que se hayan acabado?
-Déjalo hada madre, está exagerando-repitió Don.
-No exagero hada madre, revisa los registros. Tenemos todas las misiones encomendadas según
las virtudes-se apresuró a decir Don.
-Si así fuese, estamos en problemas, por favor tráiganme los registros y revisémoslos juntos.
Los duendes presurosos buscaron los registros: libros muy bellos y muy grandes donde se iba registrando qué misión se le iba dando a cada hada según las virtudes.
-Veamos con tranquilidad-propuso el hada- vamos por orden alfabético.
Din se colocó sus lentes, tomó una pluma y abrió el libro.
-Amorosas: ya está el cupo completo hay dos mil setecientas, Bondadosas también, hay tres mil, Cuidadosas lo mismo, tenemos mil quinientas ¿continúo?-comenzó a enumerar Din.
-¡Si por supuesto continúa recién vas por la letra c!-dijo Don-ya verás que encuentras algún grupo que no esté completo.
-Prosigo-contestó Din-Dadivosas: son dos mil, Encantadoras: mil ochocientas, Fieles: dos mil, Graciosas mil doscientas y puedo seguir hasta que anochezca.
-No puede ser-dijo el hada- madre muy preocupada- alguna misión tienen que haber quedado libre para darle a esta hadita recién nacida. Pues seguiremos revisando hasta que hayamos terminado con todos los registros.
Cayó la noche y el hada madre y sus dos ayudantes seguían controlando las categorías de hadas, según misiones y virtudes: Honradas, Juguetonas, Laboriosas, Madrinas, Osadas, Precavidas, Responsables, Sensibles, Tiernas y muchas más.
Asomaba el sol cuando los tres, aunque ya medio dormidos, se dieron cuenta que Din tenía razón. Por alguna razón, habían utilizado ya todas las virtudes y todas las misiones, no había grupo en el cual ubicar a este hadita recién nacida.
Contiuará…
Capítulo II
-¡Te dije que no exageraba! ¡Te lo dije! ¿Has visto? ¿Has visto?-Gritó Din a Don.
-¿Has visto? ¿Has visto? –lo burlaba Don-Repites todo además de exagerar. Si he visto ¿Y qué?
Ha de haber sido tu culpa, tú llenas esos registros-contestó enojado Don.
-¡Ambos llenamos estos registros! ¡Cobarde no quieres aceptar que este error también es tu culpa!
El hada madre no podía creer cómo discutían sus ayudantes. Había tratado siempre de que se llevasen bien y no lo había logrado. Su corazón sufría porque jamás podían entenderse.
-Escuchen por favor-intervino el hada madre-acá no hay culpas, sino responsabilidades que no es lo mismo. Este error es también mío pues soy yo quien designa las misiones y controla los registros que ambos llenan.
-¡Es un descuido imperdonable de nuestra parte hada madre!-se excusaba Din.
-Imperdonable, imperdonable ¡pues tampoco será para tanto! ¡Imperdonable de tu parte es que hagas este escándalo, no se ha terminado el mundo!-gritaba Don.
-Bueno basta por favor, basta los dos. Ambos tienen razón en cierto modo, es un error que jamás debió suceder, pero no vamos a desesperar por ello y mucho menos discutir como lo están haciendo.
-A decir verdad, nosotros no necesitamos tragedias para discutir, lo hacemos siempre-Aceptó Din.
-¿Qué dices? ¿Qué dices? ¡Tú discutes siempre!-contestó Don.
-¡Ahora eres tú el que repite! Ay miren al señorito duende repitiendo todo. Si repites lo que yo digo es porque sabes que tengo razón-retrucó Din.
-¿Tú razón? ¿Crees que estoy loco? Antes que darte la razón hago con mi gorrito una rica sopa-contestó Don.
-¿Sopa?-río Din- Ni un mísero té sabes hacer ¡por favor no me hagas reír!
-¡Bueno basta se agotó!-Dijo fuerte el hada madre.
-Precisamente es el problema-intervino Din-se han agotado las virtudes y las misiones.
-No me refiero a eso-respondió muy preocupada el hada-me refiero a otra cosa.
-¿Qué se agotó también entonces, los tecitos tal vez?-preguntó Don- ¿agua quizás? ¿La galleta? ¿El jabón? ¿Qué se agotó?
-Mi tolerancia a estas discusiones, esto no puede seguir así.
-¿Vio que grave era hada madre? Nos quedamos sin virtudes, sin misiones y usted sin tolerancia ¡una desgracia!-dijo Din
-Desgracia es tener que escuchar tus lamentos-dijo Don.
-Por hoy es suficiente-dijo el hada madre y tan triste y preocupada la vieron que ninguno de los dos duendes se animó a decir palabra-Déjenme sola, veré que hago, este asunto es mi responsabilidad.
Y así Din y Don se fueron calladitos, algo muy extraño en ellos dos. La situación era realmente preocupante: una hadita recién nacida esperaba saber qué misión tendría en la vida y eso era algo muy importante.
Una vez sola, el hada madre se sirvió un rico té, se sentó en su silla, acomodó cada uno de los libros en su escritorio y comenzó nuevamente a controlar los registros: Amables, Atentas, Consideradas, Cariñosas, Dedicadas, Protectoras, Prudentes… El tiempo pasaba y el hada, preocupada, corroboraba que era cierto, que todas las misiones habían sido encomendadas.
Algo debía hacer, la solución no era quedarse en el problema y lamentarse por el error cometido. Quiso servirse más té y sin querer, tiró al suelo uno de los bellos libros.
Cuando lo fue a recoger vio que había quedado abierto en la parte que correspondía a las letras C y D. Pensó que eso era una señal, que por algo había quedado abierto en esas letras y no en otras.
De pronto recordó a Din y Don y sus eternas discusiones. Se dio cuenta que, por más esfuerzos que había hecho, jamás había logrado que los duendes se entendiesen y respetasen sus diferencias.
Y como el hada madre era un ser muy sabio, pensó que de esa grave situación que vivían producto de un error, podían hacer algo bueno con ella. Tomarla como una oportunidad y no como una desgracia.
Volvió a revisar una vez más y aún con más cuidado, todas las virtudes que comenzaran con la letra C y descubrió algo que la maravilló.
Contiuará…
Capítulo III
-¡No hay hadas Conciliadoras!-Gritó de pronto-No hay hadas que intercedan ante las personas, que traten de que se entiendan. No hay hadas cuya misión sea acercar las diferencias, hacerlas respetar.
¿Tenía el hada madre el poder de crear nuevas misiones? Debió consultar el Gran Libros de las Hadas. Caía la tarde y seguía leyendo. Finalmente encontró lo que buscaba: El Gran Libro de las Hadas decía que “Solo en ocasiones de extrema gravedad, el Hada Madre podría agregar una misión que no estuviese especificada en estas páginas”.
¿Era ésta una ocasión de extrema gravedad? El hada pensó detenidamente: Había una pequeña que esperaba saber cuál era su misión en la vida, no era poca cosa no tenerla. Todos necesitamos saber para qué hemos venido a esta tierra, seamos hadas, personas, duendes o elfos. Si sabemos para qué hemos venido, seremos más plenos y felices y seremos mejores seres para con nosotros mismos y para con los demás.
Por otro lado, era muy necesario alguien que pudiese acercar a quienes no se llevaban bien.
Cierto era que en el reino, no eran Din y Don los únicos que discutían siempre y si bien todas las hadas eran buenas y hacían lo que podían, no había ninguna cuya única misión fuese “conciliar” entre los habitantes del reino.
Sí, sin duda, éste era un caso de extrema gravedad y el hada decidió que a partir de ese día habría “Hadas Conciliadoras”.
Llamó a los duendes y les dio la noticia. Era la primera vez que esto ocurría en el reino y ellos eran testigos de la creación de un nuevo grupo de hadas, una nueva misión. Estaban felices aunque no por ello, dejaron de discutir.
-Pues bien-dijo el hada madre-esta noche iremos a conocer a la pequeña y le otorgaremos su misión, aunque primero deberé ver bien al hadita, si siento que no posee la virtud de conciliar, habrá que ver cómo nos arreglamos.
Contiuará…
Capítulo IV
Por la noche el hada, Din y Don se presentaron en la casa de la pequeña. El hadita dormía plácidamente en su cuna plateada, los tres entraron a su habitación procurando no despertarla.
-Es igual al padre-murmuró Din.
-¿Qué dices? ¡Es igual a la madre!-contestó Don en un tono un poco más fuerte.
-¡Shhh! Baja la voz ¿quieres? Es igual al padre ¿no ves? Dos gotas de agua-insistió Din.
-¡No me hagas reír por favor! Esa pequeña es idéntica a la madre.
Si bien no hablaban fuerte, la pequeña hadita comenzó a llorar apenas los duendes comenzaron a discutir.
-¿Qué voy a hacer con ustedes dos?-preguntó el hada madre-Han despertado a la pequeña.
-Pero discutíamos por lo bajo-dijo Din.
-No nos pudo haber escuchado, tal vez tenga el sueño muy liviano-agregó Don.
El hada hizo un gesto y los duendes se quedaron callados. La pequeña también. El hada se quedó pensando en que era cierto lo que los duendes decían, si bien estaban discutiendo, lo habían hecho en un tono muy bajo. Comenzó a sospechar algo que la llenaba de felicidad y decidió hacer una prueba.
-A ver, discutan por favor, pero en un tono aún más bajito-propuso el hada a los sorprendidos duendes.
-No quiero ser atrevido hada madre-dijo Din-pero ¿quién la entiende? Se queja porque discutimos y ¿Quiere que discutamos ahora? Es confuso realmente.
-Decídase hada madre, o nos callamos o discutimos, si me da a elegir prefiero discutir, es más divertido-dijo Don.
-Discutan por favor pero lo más bajo que puedan, que no se escuche casi.
Los duendes se miraron sin entender “es porque no durmió en toda la noche, no piensa con claridad”, pensó uno, “no dormir es muy peligroso” pensó el otro.
-Por favor hagan lo que les pido-repitió el hada madre.
Y los duendes aún sin entender la intención de la propuesta, la tomaron al pie de la letra.
No bien comenzaron a discutir, la pequeña hada comenzó a llorar.
-Más bajo por favor-pidió el hada madre.
Y los duendes hicieron lo que les pidió. Más que hablar, se podría decir que susurraban, pero aún así la pequeña seguía llorando.
-Hagan silencio ahora-pidió el hada.
Y la pequeña calló y volvió a dormir.
-Ahora por favor, hablen de algo en lo que estén absolutamente de acuerdo-pidió el hada.
-¡Pida otra cosa hada madre! No hay nada en lo que estemos de acuerdo-dijo Din.
-¡Pida otra cosa hada madre! No hay nada en lo que estemos de acuerdo-dijo Din.
-Con todo respeto ¿Y si va a dormir un poco y luego seguimos?-preguntó Don.
-Por favor- repitió el hada-hagan lo que les pido, en algo tienen que coincidir y hablen fuerte esta vez.
Y los duendes con mucho, pero mucho esfuerzo lo hicieron.
Din y Don hablaban fuerte, el tema era por demás aburrido: qué lentos eran los caracoles, pero por lo menos no era motivo de discordia.
El hada comprobó lo que suponía. Cuando los duendes discutían, por más bajo que fuese, el hadita se angustiaba. En cambio, si estaban de acuerdo, por más fuerte que hablasen, el hadita permanecía feliz y en paz.
-¡Qué bendición! La pequeña tiene la virtud de conciliar. Se terminaron nuestros problemas y espero que sus discusiones.
-¡Enhorabuena!-Gritaron Din y Don juntos y ya eso resultó muy extraño porque pensaron lo mismo y lo dijeron al mismo tiempo, señal de que algo comenzaría a cambiar.
Contiuará…
Capítulo V
El hada madre decidió que para que la pequeña –aún siendo recién nacida- pudiese ejercitar sus poderes, los duendecitos deberían visitar al hadita todos los días y velar para que su sueño fuese tranquilo (de ese modo, no podrían discutir).
Y así fue que todos los días Din y Don pasaban toda la tarde con el hadita. Al principio resultó más que aburrido para los duendes porque, como sólo sabían discutir y cada vez que lo hacían la pequeña lloraba, pasaban las tardes en silencio.
-Le cantaré una canción, a los bebés les gustan las canciones-propuso Din.
-No cantadas por ti, desafinas mucho-contestó Don.
-Tú de envidioso que eres, porque canto muy bien ya verás.
Y el hadita comenzó a llorar, pero no porque el duende desafinara, sino porque una vez más estaban discutiendo.
-Te dije que no le gustaría tu canto, pero tú insistes con eso.
-Debe llorar de hambre, mis canciones son hermosas, tú cállate y prepara un biberón.
Y el resto de la tarde, como el resto de todas las tardes la pasaban en silencio.
Con el tiempo era tanto el aburrimiento que sentían que comenzaron a conversar –no discutir- de cualquier cosa, con tal de pasar el tiempo de un modo más ameno.
-¿Has visto qué bello sol hay hoy?-preguntaba Din.
-He comprado en la feria unas manzanas muy ricas.
-El hada madre hoy lucía cansada ¿Te diste cuenta?
-Dicen que mañana habrá una gran tormenta.
Y de a poco, fueron aprendiendo a conversar, incluso cuando no estaban del todo de acuerdo.
Si ellos reían, la pequeña sonreía también. El tiempo pasó y como las hadas crecen en forma diferente al resto de los seres, pronto la pequeña hadita estuvo lista para cumplir con su misión no sólo para con Din y Don, sino para con el resto del reino.
Contiuará…
Capítulo VI
El haga conciliadora es uno de los cuentos infantiles. Cuento sugerido para niños a partir de ocho años.
Como era la primer hadita con la misión de conciliar, estuvo a prueba por un tiempo y si todo salía bien (cosa que todos esperaban -sobre todo el hada madre-) luego vendrían muchas más pues en el reino de las hadas, como en el mundo entero, conciliar las diferencias era cada vez más necesario.
El hadita creció, aprendió a caminar y a hablar y esto último fue lo que más colaboró con su misión.
Muy pronto en el reino ocurría un hecho que pondría a prueba los dones del Hadita Paz (así se llamaba la primera hadita conciliadora) para con todos sus habitantes.
Una vez al mes en el palacio del Hada Madre, Din y Don junto con otros duendes se encargaban de una tarea muy especial: limpiar con cuidado, esmero y mucho amor los registros que llevaban junto al hada madre. Los registros eran libros muy viejos, de páginas finas, escritos con la más bella letra, en un papel que más que papel parecía la piel de una mariposa. Eran muy bellos, muy valiosos y a la vez muy frágiles.
Para mantenerlos en buen estado y que el polvo que se acumulaba no los dañara, una vez por mes y muy cuidadosamente, se colocaban todos los registros en la sala principal del palacio sobre una gran mesa y se limpiaban.
Para poder quitarles el polvo con sumo cuidado los duendes usaban unos plumeritos hechos especialmente para esta tarea. Los confeccionaban unos duendes artesanos con tiernas ramitas de árboles y plumitas de patos, gallinas y pollos que eran pedidas con un gran por favor a cada animalito y recibida con otro gran gracias por su generosidad. Nunca hubo necesidad de arrancar ninguna pluma a ningún animalito porque ellos, sabiendo que eran necesarias para esa tarea, las dejaban caer de sus cuerpos muy contentos de sentirse útiles.
Din y Don, con ayuda de otros duendes, colocaron los registros en la mesa.
Era un día soleado y las ventanas de la sala estaban abiertas.
-¿Si cerramos las ventanas?-Preguntó Din.
-¿Por qué habríamos de cerrarlas? Es un día hermoso, no creo que llueva, es más, consulté al hada del tiempo y me dijo que no se avecina tormenta.
-Por las dudas, no sea cosa que el hada se equivoque y tengamos problemas-contestó Din.
-¡Eso es llamar a la desgracia! Si el hada dijo que no habrá tormenta pues no la habrá.
Sin embargo, el hada había hecho mal sus cálculos y de pronto el cielo comenzó a oscurecerse y se desató un viento huracanado.
Las ventanas abiertas dejaron paso al viento que sin piedad voló las frágiles hojas de los registros. En unos minutos las páginas de los libros volaron por los aires, algunas quedaron en el piso, otras volaron hacia afuera del palacio, lejos, bien lejos.
-¡Te dije, te dije que había que cerrar las ventanas! ¡Ahora si tenemos una desgracia en puerta!-Gritó Din.
Entró el hada madre y no podía creer lo que veía, los duendes ayudantes lloraban sin consuelo, Din y Don discutían sin parar, todo era un verdadero caos.
– ¡El hada del tiempo no sabe nada! Ella es la culpable de este desastre-gritaba Din-¡Y tú que no quisiste cerrar las ventanas!-dijo señalando a Don.
– ¡Por favor no desesperen!-pidió el hada madre-no lograremos nada gritando y llorando.
Cuando Paz, el hadita, llegó supo que ése sería su primer gran desafío como hada conciliadora.
Contiuará…
Capítulo VII
El reino todo se conmocionó, Din y Don no dejaban de discutir a los gritos culpándose uno a otro por el desastre ocurrido con el libro.
El hada del tiempo lloraba a mares al tiempo que también se culpaba por no haber previsto la tormenta de viento.
Unos corrían buscando páginas perdidas, otros se tomaban la cabeza pensando en que jamás los libros volverían a estar completos. El hada madre ya no sabía qué hacer. Paz no perdía la calma.
Lo primero que hizo fue llamar a los duendes y al hada del tiempo, los hizo sentar junto a ella y luego le pidió a todos los demás duendes que saliesen presurosos a recuperar las hojas de los libros.
También llamó al hada madre, preparó té y sirvió una taza a cada uno.
_Disculpa pero estamos para atenciones-dijo serio Din.
_ ¡Qué descortés eres!-dijo Don.
_Bueno calma por favor, hay mucho por hablar y siempre es mejor con una tacita de té en las manos ¿no les parece? Y no, la verdad que a los duendes no les parecía pero no quisieron discutir y tomaron su tecito.
_ ¡Es mi culpa, es mi culpa! –Decía entre gritos y sollozos el hada del tiempo- ¡Ya no sirvo para esta tarea, soy una inútil!
_Tranquila por favor-intervino Paz-veamos tú hiciste tus cálculos como siempre lo haces ¿Verdad? Bueno, algún error debe haber habido, no digo que no, pero eso no significa que no sirvas para lo que siempre has hecho muy bien.
El hada del tiempo secó sus lágrimas y escuchó atentamente.
_Ahora lo importante es recuperar cada hoja y todos debemos trabajar para ello, cuando lo hayamos logrado, revisarás dónde estuvo el error para no volver a cometerlo.
_Yo le dije a este duende testarudo que cerrase las ventas por las dudas y no lo hizo entonces todo esto es culpa de Don-dijo Din.
_Pero no tenía caso cerrarlas, era un día hermoso ¿cómo iba a pensar yo que el hada del tiempo se equivocaría tanto?-Contestó Don. El hada del tiempo volvió a romper en llanto.
_Ninguno tiene la culpa de nada, por un lado la idea de cerrar las ventanas no era una idea equivocada, era solo precaución. Por el otro, que tú Don no vieras necesario cerrarlas tampoco era descabellado. Ambos hicieron lo que consideraban mejor. No siempre lo que hacemos pensando que saldrá bien, sale bien y eso también hay que entenderlo.
_Es mi responsabilidad yo soy el hada madre y debí estar desde el primer momento en la sala.
_Hada madre, no se puede estar todo el tiempo en todos lados, es imposible incluso para nosotras las hadas. Tienes dos ayudantes muy trabajadores y hay ciertas cosas que nadie puede prever ¿No les parece? Y no, tampoco eso les parecía a los duendes, pero prefirieron seguir tomando su té calladitos.
–Ahora debemos concentrarnos en que el reino no sea un caos. Ya están todos intentando recuperar las páginas de los libros. Si nos mantenemos unidos y sin discusiones, seguro los completaremos.
_ ¿Y si no lo logramos? –preguntaron ambos duendes al mismo tiempo.
_No lo lograremos si siguen perdiendo el tiempo en discusiones y en lamentos. Ahora hay que poner manos a la obra, tranquilizarse y buscar el bien mayor que es que el reino recupere los libros.
Todos entendieron que Paz tenía razón, que lo mejor era ayudar a buscar las páginas que se habían volado y que si todos trabajaban en conjunto y armoniosamente, sin dudas, la tarea no sería tan difícil.
Contiuará…
Último capítulo
Fueron días muy ocupados. Desde la mañana hasta la noche podía verse en el reino a los duendes y las hadas buscando en las copas de los árboles, en algún agujero de algún tronco, en los techos y en cada rincón de cada lugar.
Paz también tuvo que intervenir con otros habitantes del reino porque no sólo había discusiones entre Din y Don.
_ ¡Ay qué lento eres!-decía un duende al otro-yo ya he recuperado las páginas correspondientes a las letras j, k y h y tú no has encontrado ninguna.
_Me alegro por ti-dijo Paz- cada uno tiene sus tiempos, que tú hayas encontrado ya varias páginas no significa que tu compañero no vaya a encontrar otras. Tú serás más veloz, nada más, eso no te hace mejor y no te da derecho a hacer sentir mal al otro ¿no te parece?
_Tienes razón Paz, discúlpame.
_Pídele disculpas a tu compañero, no a mí, te repito cada quien tiene sus tiempos y hay que respetarlos.
El duende veloz pidió disculpas al duende lento. El duende lento agradeció a Paz sus palabras y ambos siguieron buscando.
Al cabo de una semana, se reunieron todos en la sala del palacio del hada madre, cada uno con las páginas que había podido recuperar.
Paz organizó la tarea de ordenar alfabéticamente todas las páginas, fue casi un día entero de trabajo. Todos estaban expectantes por saber si los libros estarían o no completos. Llegada la noche la tarea había terminado.
Ya no había más hojas que ordenar. Todos se miraban entre sí, el hada madre se frotaba las manos nerviosa y ansiosa por saber si se había logrado el objetivo.
Din y Don no habían discutido ni una sola vez, habían entendido que era mejor poner la energía en la búsqueda y el orden de las páginas. El hada del tiempo se paseaba de un lado al otro, sin poder controlar su nerviosismo.
_Pues bien-dijo finalmente Paz-han hecho todos un excelente trabajo, los felicito. Cuando ya estaban por saltar y gritar de alegría, Paz prosiguió.
_Los libros están completos, excepto por una página y es justo la página donde se incluía la nueva categoría de hadas.
La alegría dio paso a la decepción. El hada del tiempo rompió en llanto nuevamente, el hada madre volvió a tomarse la cabeza y cuando Din y Don estaban a punto de volver a salir a buscar esa página, entró el duende lento.
_ ¡La tengo! ¡La tengo!-gritó con todas sus fuerzas. Traía en sus manos la única hoja que faltaba. Paz abrazó al duende lento y dijo al duende veloz:
_ ¿Has visto que no por tardar más es menos valiosa la tarea?
Ahora sí la alegría era completa, pero el trabajo no había terminado allí. Había que restaurar los libros, volverlos a encuadernar, limpiar con más esmero cada página y dejarlos igual de bellos que antes. No fue difícil hacerlo.
Todos habían entendido que podemos disentir pero eso no significa que tengamos que discutir. Que es mejor poner lo mejor de cada uno en la tarea y no en pelear con el otro, que cada uno tiene sus tiempos, que se pueden cometer errores y eso no nos hace peores.
Paz había cumplido su primer gran misión, estaba feliz. No tanto como el hada madre que sabía que había hecho una buena elección y que ahora habría muchas otras hadas conciliadoras que mediasen entre los habitantes del reino.
Eso sí, esas nuevas hadas ya no tendrían trabajo con Din y Don. Los duendes habían comprendido -después de tanto tiempo- a entenderse y respetarse y hasta llegaron a disfrutar de muchas tacitas de té caliente juntos.
Fin
El viejo Joaquín
Cuando vean al viejo Joaquín sentado por ahí con su botella de vino oscuro y agrio, no le griten más "…viejo borracho, anda a trabajar mejor!", porque este hombre cansado, triste y humilde cuan perro apaleado, fue una vez un jóven formidable y enérgico. Más aún, con sus cartas fogozas fué héroe milagroso durante la guerra de La Dictadura en Chile y tambien durante La Guerra de La Calle Larga de Valby en Dinamarca.
Joaquín fué y sigue siendo un prodigio. Un milagro.
Nació en la ciudad de Valparaiso, Chile, y un maravilloso día de diciembre fué bautizado Joaquín Larraín. Y ya caminaba, leía y decía discursos a los seis meses de edad. Cuando cumplió un año fue nombrado Presidente por sus compañeros de juego de su barrio y ya a los diez años de edad se graduó con honores en el área de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Chile.
Se hizo famoso como profesor. Sus cátedras eran siempre odas a la paz y a la amistad entre los seres humanos. Aborrecía la violencia y pronunciaba veraderas arengas en aras de la solución politica de los problemas. Sus alumnos y colegas lo adoraban. Pero por supuesto, tenía enemigos encarnizados.
Durante la guerra de La Dictadura, Joaquín Larraín fue encarcelado por sus formidables enemigos. Y una siniestra noche de septiembre fue sigilosamente sacado de su celda por gigantezcos hombres vestidos con impermeables y a punta de ametralladoras fue llevado a los faldeos cordilleranos y fusilado.
Pero resucitó.
Cruzó gateando la Cordillera y en el Océano Atlántico trepó a un crucero argentino y navegó hasta la ciudad de Copenhague, capital del Reino de Dinamarca.
Y después de dormir en frios portales nevados y comer y beber de los lujuriosos tarros de basura daneses, encontró un pequeño cuarto abandonado en La Calle Larga de Valby (suburbio de Copenhague) y con una antiquísima computadora encontrada en un basural, siguió enviando sus artículos en contra de la Guerra de la Dictadura y en pro de un pronto regreso a la democracia, la paz y la armonía entre chilenos.
Como su nueva vivienda en el planeta no tenía puertas ni ventanas, Joaquín prefería seguir durmiendo en los portales, a la interperie. Y como no tenía dinero seguía alimentándose de las exquisitas comidas danesas encontradas en los tachos de basura.
En ese tiempo ya habían milagreros en la Calle Larga. Eran por supuestos los nobles y magníficos vikingos con las parafernalias de sus violentos y osados ancestros de los años cero, pero también viejos hippies y nuevos punks produciendo te de hierbas mágicas contra el asma o el mar humor y cabellos multicolores como los pavos reales y músicas ininteligibles en nuevos y sorprendentes aparatos llamados gettoblasters.
Joaquín que ya tenia quince años de edad paseaba desapercibido entre los milagreros y los
transeuntes siempre pensando en nuevos estilos para escribir sus mensajes a Chile. Cómo
lograr que una dictadura poderosa y cruel, como todas las dictaduras, cayera gracias a cartitas
enviadas por correo electrónico primitivo desde el apacible Reino de Dinamarca!
Y un día se dijo "Ahá! Titularé mìs cartas `Milagros´!".
Y su cuartito se llenó de hippies gordos y olorosos a vapor de agua que se efectúa a través
de las membranas de las células superficiales de todo ser vivo; punks ruidosos y vikingos gigantezcos,
todos hablando castellano agringado (ya que el lugar de vacaciones preferido de los daneses es España) para supervisar a este extraño niñito chileno llamado mas encima Joa Quín Larra Ín. Le traían
además exquisiteces culinarias y vinos escogidos que según Joaquín no sabían tan bién como
la comida y las bebidas encontradas en los basureros de este peculíar país.
Y una punkita de cabellos verdes y piel blanca como el papel, besó a Joaquín en la mejilla, causándole
un incremento visible de su actividad hormonal y una confusión evidente en sus células celebrales.
Pero no importa, se decía el ya adolescente chilenito, "mis cartas son cada vez mas potentes!"
Y estalló La Guerra de La Calle Larga de Valby.
Un grupo intolerante y muy agresivo de valbyanos agredieron a los milagreros una tarde nevada de
diciembre. Destruyeron las parafernalias de los mansos vikingos, los gettoblasters y peinados de los desprevenidos punks, los exóticos té de hierbas de los transpirosos hippies e incendiaron el miserable cuartito de Joaquín. Este se libró de ser linchado gracias a la astuta vigilancia de un nuevo grupo de milagreras recién aparecidas llamadas Las Feministas. Ellas sacaron al muchachito por un pasillo secreto del edificio y lo instalaron en una calle lateral a La Calle Larga, con un magnífico teléfono celular entre sus manos.
La dirigenta del grupo, una mujer altísima y maciza como el tronco de un roble le dijo en castellano
agringado: "Joaquín, la dictadura chilena ya cayó! No sabemos si tus misivas habrán echo alguna
diferencia. Pero ahora tendrás que escribir cartas en danés a los milagreros y a los antimilagreros y a
toda la población de Valby para terminar con esta guerra absurda!"
Y presionó sus labios sobre los labios de Joaquín, introduciéndole la lengua hasta la garganta, entregándole de esta manera el conocimiento de la lengua danesa.
Le sacaron su ropas harapientas, lo vistieron con ropa nueva e impecable, le pusieron una botella de
vino oscuro y agrio en la mano y un reloj pulsera en su muñeca y desaparecieron para jamás volver.
La Guerra de La Calle Larga duró cinco años. Joaquín cumplio los veinte cuando terminó. Triunfaron
los milagreros sin disparar un solo tiro.
Hoy en día, como es sabido, La Calle Larga de Valby es un célebre lugar de encuentros entre turistas de todo el mundo, almas y fantasmas famosas o desconocidas, gente común y corriente con sus niñitos de la mano, y una feria loca de milagreros de todas las generaciones desafiando las leyes de la cordura y de la gravedad.
Y ese viejo sentado por ahí con su botella de vino a medio tomar. capáz que sea Joaquín, escribiendo mas que nunca mensajes de paz y justicia al mundo entero.
El viejo Joaquín es una historia de la colección historias cortas para niños del escritor de historias y cuentos Ian Welden.
El Chino Mandarino
Alicia y Víctor eran chicos inquietos, juguetones, con mucha imaginación. La ciudad para ellos significaba el fin del verano. El tiempo estival lo disfrutaban en un pueblo pequeño, insignificante, perdido en la Tierra de Campos castellana. Nada de interesante aparentaba tener el pueblín, no había piscina, ni salas cibernéticas, ni parque con columpio. Tan sólo un árbol que había resistido la tala, daba algo de sombra junto a la Iglesia. Las calles no conocían el asfalto, la carreta nacional que lo cruzaba con el trasiego de automóviles, te hacía despertar del sueño de un tiempo y una forma de vida en grave declive. Era tal la sensación de abandono que sólo tenía vida con la llegada de los niños en los meses de julio y agosto.
Pero allí, los cantos se convertían en juguetes, la tierra en castillos fantásticos, los balones pegaban botes desafiando a la trayectoria de su lanzamiento y las bicicletas daban saltos y circulaban sin peligro alguno.
Alicia y Víctor se lo pasaban muy bien. Junto a otros niños, perseguían a las gallinas y los corderos, se adentraban en los palomares y visitaban las pequeñas huertas que cultivaban los mayores para pasar el tiempo. Jugaban sin juguetes, pero era muy divertido, ante ellos, todo un mundo mágico por descubrir: charcas con ranas, grillos cantores, chicharras encantadas…
Los mayores no eran cascarrabias, sino los que les enseñaban y contaban historias de otros tiempos y mostraban con orgullo los aperos de labranza. Nada de eso tenían en la ciudad. Lo mas bonito era el espectáculo de verlos jugar bajo la mirada atenta de los abuelos, convertidos en esos meses en personas que recobraban su vitalidad, y se sentían agradecidos, llenos de cariño.
Disfrutaban de mucha armonía, y la soledad para jugar era algo que no conocían, los corrillos de niños no marginaban a nadie. Aprendían a convivir, a divertirse sin playstation, a hacer las paces de inmediato si tenían una discusión.
Y llegaban las fiestas, y bailaban sin parar con esas orquestas itinerantes que anunciaban días alegres con traca y desfile del Santo Patrón. Los chicos se arremolinaban junto a los mayores para ver cómo preparaban esas brasas para asar sardinas y curioseaban todo lo que pasaba. Aprendían a descubrir con ojos de fascinación y respeto un mundo mágico, sin miedo a reprimendas por volver a casa con la ropa sucia y los zapatos llenos de pajas secas.
Por la noche salían junto con todos los chicos sin hacer distinciones por edades, a tomar el fresco y compartir historias. Se apelotonaban junto a una de las farolas que alumbraban el pueblo, olvidando y condenando a la televisión al olvido. Si hacía frío, se reunían en el local del pueblo, jugaban a las cartas y organizaban excursiones para el día siguiente. Bajaban hasta la vega andando, con un bocadillo, sin temor al tiempo empleado en comerlo, y con el ánimo de encontrarse con algún pastor y su rebaño de ovejas.
Para todos aquellos chicos los días veraniegos pasaban sin someterse a horarios, salvo el de las horas de comer, que era cuando en el pueblo se escuchaban las voces de los mayores obligándoles a volver a casa para sentarse a la mesa.
Pero pasaban los días y llegaba el fin del mes de agosto. El pueblo iba despidiendo a sus pequeños de forma escalonada, y los que iban quedando reforzaban aún mas los lazos de unión. Poco a poco se iban todos.
Y también les llegaba su hora de partir a Alicia y Víctor. Volver a hacer el equipaje era un martirio, entre lloros y promesas de volver al verano siguiente, ayudaban a su madre con las maletas.
Era tan grande su pesar, que sus lamentos llegaron a los gnomos. Los gnomos que habitaban en el pueblín, se reunieron unos días antes del día de su marcha y decidieron que esos niños no podían volver a la ciudad abandonando toda la fantasía e imaginación que habían adquirido en el verano. De manera que decidieron convencer a uno de ellos, que vino de Oriente antaño, y que llamaban el Chino Mandarino para que habitara dentro del oído derecho del padre y les contara cuentos.
Escucharon la lección de anatomía del gnomo Nicolás y decidieron que de la cadena de huesecillos formada por el yunque, estribo, martillo y apófisis lenticular, el lugar idóneo para que se instalara el chinito era el martillo porque allí podría permanecer tumbado cuando necesitase echar una cabezadita.
Deberían introducirse en la casa y esperar a que el padre de los niños durmiera profundamente. Prepararon todo minuciosamente y guardaron en la mochila del chinito todo lo necesario: su gorrito rojo, su abrigo para el invierno, una linterna para poder pasear por el oído, un par de botas, un par de zapatillas y un micrófono con amplificador.
La noche fue larga, permanecieron los gnomos merodeando. El padre, roncaba muy fuerte, y esa fue la señal inequícova de que tenían que pasar a la acción. Accedieron por la ventana del dormitorio, llevaban cuerdas para poder escalar, y antes comprobaron que todo estaba en orden en el equipaje del chinito, incluso lo equiparon con un pequeño saco de dormir y una colchoneta.
Se despidieron los gnomos con grandes besos frotándose unos a otros con sus narices. El chinito por fin llegó a la altura del oído del padre, se aseguró de que estaba profundamente dormido. Cayó varias veces al colchón debido a que los ronquidos provocaban soplidos que para él eran como huracanes, pero finalmente pudo agarrarse de la oreja, se deslizó lentamente y se introdujo por el pabellón auditivo. Había estudiado la estructura del oído y sabía como llegar hasta el martillo, después de unas pequeñas dudas respecto de por donde debía moverse, llegó al hueso elegido.
Empezó el chinito por sacar sus cosas de la mochila, las puso en orden y a continuación extendió su colchoneta. Cuando estaba a punto de quedarse dormido, reparó en un detalle de la máxima importancia, ¿cómo se establecería el contacto con los niños para que él empezara el cuento?
No tenía tiempo de salir, reunirse de nuevo con los gnomos para fijar la estrategia y volver de nuevo a la casa para acomodarse en el oído del padre. De manera que se puso a pensar. De repente, eureka, se dijo a sí mismo, ya lo tengo.
Cogió un lápiz y papel y escribió lo siguiente:
“Querido Nicolás, olvidamos un detalle: no se en qué momento del día tengo que iniciar el cuento que debo contarles a los niños. Se me ha ocurrido una idea, pero necesito la ayuda del Ratón Pérez. Los niños deberán frotar con suavidad la oreja de su padre al tiempo que deben susurrar suavemente tres veces seguidas mi nombre.
Tendrán que repetir : chinito, chinito, chinito, sal y cuéntanos un cuentito.
Deberán asegurarse de que su padre duerme en profundidad porque si sospechara mi presencia, acudiría a un otorrino, me metería agua a presión y saldría despedido.
Voy a dejar esta nota con las instrucciones dentro de un pequeño paquete, saldré ahora mismo y que Dios nos proteja, les daré el plano de localización de nuestro poblado. Espero que esto llegue a tus manos.
Deberás ponerte en contacto con el Ratón Pérez para que les enseñe lo que tienen que hacer y que aquí te cuento.
Un beso gnomo, muy fuerte en tus narices.”
No tenía tiempo apenas, salió ayudado por su linterna, se dejó caer suavemente, llegó hasta el colchón y se deslizó por el cable de la luz de la lamparita de la mesita de noche. Recorrió las habitaciones hasta llegar al dormitorio de Víctor. Estaba despierto porque no quería regresar a la ciudad. El chinito necesitaba entregarle el mensaje destinado a Nicolás junto al plano de localización y asegurarse de que Víctor nada mas levantarse y antes de su marcha, depositaba la diminuta bolsita en el sitio indicado.
Como Víctor tenía mucha imaginación y sabía que los gnomos existían, notó que algo le susurraba al oído. El chinito se dirigió a él en los siguientes términos:
-Hola Víctor, hemos escuchado los lloros tuyos y de tu hermana, y hemos decidido hacer divertido el regreso a la ciudad. Por favor, confía en mi, lleva esto que te dejo en la almohada mañana a primera hora, al sitio que indico en el plano. Lee la nota. Es necesario que hagas lo que te digo.
Víctor no daba crédito a lo que había escuchado, y aunque el chinito salió muy rápido de la habitación porque se acercaba la hora del amanecer y tenía que volverse a meter en el oído de su padre, llegó a ver la silueta del gnomo. Lo distinguió bien por el gorro rojo que llevaba porque quedó reflejado con la luz de la linterna que portaba.
Palpó un pequeño bulto extraño en su almohada y encendió la luz de su mesita. Al percatarse su madre de que el chico tenía la luz encendida, se levantó para ver si le ocurría algo. El chinito pasó un momento de mucho apuro, las luces de la casa se habían encendido y era necesario que el padre no se despertara.
Se acercó la madre junto a Víctor y le preguntó si le pasaba algo, el chico le dijo que no, que no tenía ganas de regresar y que estaba desvelado.
-Bueno hijo, le dijo su madre, ya sabes que tenemos que volver y que el próximo año pasaremos el verano aquí otra vez. Descansa.
Víctor, que también era bastante pillo, y quería saber qué era ese paquete, le dijo a su madre:
– Mamá, cuando salgas cierra la puerta, que voy a estar un ratito con la luz encendida y enseguida la apago, no quiero despertar a papá.
La madre regresó al dormitorio, su marido se había despertado y estaba gruñendo.
-Mañana tenemos un viaje pesado y necesito descansar, dijo.
El chinito mientras, temblaba. Era necesario que el padre se volviera a dormir. Pasaban los minutos y no lo escuchaba roncar. Al cabo de un rato largo, volvió a escuchar sus silbidos. Era el momento, se dio prisa. Volvió a trepar hasta la cama escalando por el cable de la luz de la mesita de noche, se situó en la almohada a la altura de la oreja y calculó el tiempo que empleaba el padre entre ronquido y ronquido para encaramarse en su oído. Era necesario calcular bien ese tiempo, el sueño ya no era tan profundo y debido a su diminuto cuerpo, cualquier movimiento provocado por los ronquidos del padre dificultaba la operación.
Estimó que dispondría de unos cinco segundos aproximadamente. Esperó el momento idóneo, el padre cortaba la respiración después de un ronquido fuerte y ese era el momento. Así hizo, le echó valor, y se introdujo de nuevo en su oído. Las cosas parecían que empezaban a salir bien. Pero le quedaba la duda de si el chico cumpliría su misión. Si el sobre no llegaba a Nicolás, ¿qué sentido tendría morar fuera de los suyos? Con estos pensamientos, extendió su colchoneta a lo largo del martillo y se durmió.
Entretanto, Víctor examinó el paquete, el plano era tan diminuto que no podía verlo, pero no se dio por vencido. Tenían un pequeño microscopio en la casa del pueblín porque su hermana era aficionada a las ciencias naturales. Se dirigió a oscuras a su habitación, la despertó y le dijo:
– Alicia, necesito ahora mismo que cojas el microscopio.
Alicia, respondió a su hermano:
– Tonto, me has despertado, tengo sueño.
– Si, respondió Víctor, pero esto que te pido es urgente.
– Sabes que ya está guardado en el equipaje, respondió Alicia.
– Bueno, es igual, búscalo, te digo que es urgente.
Alicia, abrió la bolsa donde sabía que estaba guardado el microscopio, lo retiró de su caja y se lo dio a su hermano.
– Dime cómo funciona, sabes que no lo utilizo.
– Toma, haber, ¿qué es lo que quieres ver?, dijo Alicia.
Víctor depositó el paquete en el lugar indicado por su hermana y enfocó su visión ajustando la lente. Se quedó maravillado, era un plano y unas diminutas letras que consiguió leer y que decían lo siguiente:
-Víctor, soy el gnomo chinito, ten confianza en mí y antes de marchar a la ciudad, debes ir al lugar que te indico en este plano. Oculta el paquete entre los matorrales. Si todo sale bien, recibirás en tu casa de la ciudad, la visita del Ratón Pérez.
Víctor comprobó que el lugar donde debía depositar ese paquete se encontraba a un kilómetro aproximadamente del pueblo en dirección a la vega. Estaba perfectamente señalizado, tenía que coger la vereda que utilizaban en sus excursiones. El problema era cómo convencer a sus padres que antes de su marcha quería dar un último paseo en la bicicleta. No podía decir nada de su misión y no encontraba excusa alguna. Además la bicicleta ya se había guardado en el camarote. Tenía que buscar otro medio de llegar hasta allí.
Mientras todo esto pensaba, los padres ya se habían levantado y estaban preparando el desayuno y supervisando el equipaje. El padre de Víctor iba cargando el coche. Como estaba tan ensimismado, llegó a derramar la leche de la taza, recibiendo una fuerte reprimenda de su madre.
Todo lo tenía en contra, tenía que cambiarse de ropa y apenas tenía tiempo para llegar hasta el lugar que indicaba el plano y que había memorizado. Pensó que la única opción era jugársela y desobedecer a sus padres. Salió un momento a la calle y saludó a Ramón, que era uno de los hombres del pueblo con el que pasaba ratos en su pequeña granja.
Ramón solía estar siempre dando vueltas con su bicicleta, se detuvo junto a Víctor y entre ellos iniciaron un diálogo.
-Hola Víctor, buenos días, qué poco te queda en el pueblo, ¿verdad?
-No me lo recuerdes, respondió Víctor, pero antes de marchar necesito que me hagas un favor.
-Claro, dijo Ramón, ¿qué es lo que quieres?
-Que me dejes tu bicicleta, necesito hacer una cosa urgente.
-No te dejarán tus padres, dijo Ramón, sabes que hoy marcháis.
-Pues me la tienes que dejar y entretener y tranquilizar a mis padres hasta que vuelva.
Víctor finalmente convenció a Ramón para que le dejara la bicicleta. Se subió y empezó a pedalear. Entretanto, salió su madre a buscarlo, y al preguntar a Ramón si lo había visto, éste le dijo que sí, que no se preocupara puesto que volvería pronto.
Víctor pedaleaba sin descanso, poco a poco se acercó hasta el lugar indicado en el plano. Tenía que localizar el matorral. Se bajó de la bicicleta y observó el terreno.
-Ya está, dijo, debe de ser ese que está ahí.
Se dirigió hasta allí y empezó a levantar con cuidado las ramas. Cuál fue su sorpresa, cuando descubrió una pequeña trampilla que ocultaba unos túneles diminutos. Se quedó asombrado de lo que estaba descubriendo, había dado con la ciudad de los gnomos, pero fue respetuoso y cedió a la curiosidad de excavar con sus propias manos. Depositó el paquete que le dio el chinito y tomó el camino de vuelta a casa.
Los padres de Víctor tenían preparada para su vuelta una fuerte bronca. Ramón intentó tranquilizar a la madre, y con mucho sentido común le dijo:
-No te preocupes, lo peor que os puede pasar es que os tengáis que quedar un día mas en el pueblo. Así que no le des al coco y deja de enfadarte, el chico llegará pronto.
El padre, tenía un enfado monumental porque el chico no llegaba. Le preguntó a Alicia que si sabía algo.
-Alicia le respondió, no se nada papá, lo único que te puedo decir es que anoche me hizo sacar el microscopio y se puso a ver no se qué.
-Este chico con sus bobadas, nunca va a madurar, le respondió a su hija.
Por fin divisaron en la vereda al chico. Regresaba Víctor todo contento con su misión, estaba seguro de que si lo que le dijo el chinito era verdad, pronto llegaría a conocer al Ratón Pérez, tenía ganas de hablar con él y darle las gracias por los regalos que le había hecho tiempo atrás cada vez que se le caía un diente. Se fue acercando al pueblo ensimismado, ajeno a la reprimenda que le esperaba.
Ramón se interpuso y no dejó que riñeran al niño. De manera que la cosa se suavizó, aunque no se escapó de tener que dar una explicación de ese paseo de última hora en bicicleta.
-¿Para qué has bajado por la vereda?-Le preguntó su padre.
-Es que, dijo Víctor, el viaje es largo y de tantas horas sentado en el coche, me terminan por doler las piernas. Tenía que hacer un poco de ejercicio.
La respuesta no fue convincente pero sirvió. El padre tenía prisa por arrancar porque el regreso a la ciudad era muy pesado y al día siguiente tenía que trabajar. Les permitió a sus hijos que se despidieran de la gente del pueblo y les emplazó a que volvieran a casa en quince minutos.
2. LOS GNOMOS
El día en el que Víctor había depositado el paquete del Chino Mandarino en la entrada del poblado gnomo, se encontraba de guardia Rafael. Se levantó como de costumbre, algo tarde, a mediodía. Los gnomos suelen permanecer despiertos casi toda la noche para evitar salidas diurnas que pueden ser peligrosas para su seguridad. Abrió la trampilla guardando las cautelas necesarias. Primero debía asegurarse de que no merodeaban por los alrededores ni humanos ni animales. Tenían instalada una diminuta cámara en una de las ramas del matorral, pero Víctor al depositar allí el paquete, la había movido y Rafael no podía ver nada, todo estaba desenfocado.
En el protocolo estaba establecido que en caso de no poder ver con nitidez el exterior, no se abriría la puerta de acceso bajo ningún concepto. Se reunió con el oficial de guardia, el gnomo Facundo, y le dio novedades.
Facundo encendió la alarma y de inmediato todos los gnomos se reunieron en la parte más profunda del poblado.
-¿Qué ocurre?, preguntó Nicolás.
-Aún no lo sabemos, respondió Facundo. Rafael no ha podido abrir la puerta esta mañana porque la cámara la ha movido algo o alguien.
Nicolás, tomó la palabra:
-Amigos, debemos formar un pelotón que salga al exterior para comprobar lo que ocurre, mientras tanto, todo el mundo debe refugiarse en el sitio convenido para estos casos, sin excepción alguna.
Así se hizo, los gnomos empezaron a movilizarse ordenadamente al tiempo que los cinco mas jóvenes se dispusieron a abrir la puerta. Todo estaba bajo control. El pelotón seleccionado, comenzó a abrirla muy despacio, asegurándose de que en caso de emergencia, debían cerrarla bruscamente. Afortunadamente, no ocurrió nada extraño, tan solo la presencia del paquete les llamó la atención. Volvieron a colocar correctamente la cámara y cogieron el paquete. De inmediato volvió el poblado a recuperar la calma.
Nicolás se acercó al grupo a felicitarles por lo bien que habían actuado, fue entonces cuando se percató del paquete. Podía distinguir sin duda alguna, la letra del Chino Mandarino. Abrió el mismo y dentro encontró la carta que le había escrito.
-Zas, dijo Nicolás, lleva toda la razón. Debemos contactar con el Ratón Pérez de inmediato. Esos niños deben saber utilizar la seña y el modo de dirigirse a nuestro chinito.
Aquella noche, Nicolás reunió al grupo de sabios. Les explicó la situación y todos ellos se lamentaron por la falta de previsión, pero convinieron en que era necesario hablar con el Ratón Pérez. Pensaron que sería difícil convencerlo porque estaba siempre muy ocupado atendiendo a los niños que perdían un diente. Tenían que saber primero cuando actuaría, y para ello hicieron un minucioso repaso de los niños en edad de perderlos.
Sabían que había un niña que aún no había abandonado uno de los pueblos de la comarca. Se trababa de Lola, y vivía en el pueblo cercano a la vega. Volvieron a organizar un grupo de gnomos, la misión estaba clara, merodearían por la casa con mucho sigilo y cuando tuvieran noticia de la pérdida de un diente de Lola, accederían a su habitación hasta que esa noche hiciera acto de presencia el ratoncito.
Así se hizo, y un grupo de jóvenes gnomos junto a Nicolás, se dirigieron a la casa en la que vivía Lola.
Se instalaron en un hueco que formaba el armario con la pared. Llevaban comida para unos días y lo necesario para acampar allí. Sería fácil determinar la noche en la que actuaría el ratoncito porque la madre depositaría el diente de su hija en la mesita de noche.
Al día siguiente de su acampada en la habitación de Lola, escucharon con gran alborozo la noticia. Era la noche elegida. Lola fue pronto a la cama llena de ilusión, y los gnomos montaron guardia. Sabían que el Sr. Pérez era muy rápido en sus movimientos.
Sobre las tres de la madrugada, hizo acto de presencia en la casa. Subió hasta la mesita de noche y depositó un pequeño regalo junto al diente. Bajó muy deprisa con la intención de no ser descubierto, pero al empezar a corretear, tropezó con una pequeña trampa que le habían preparado los gnomos y quedó atrapado.
Empezó a chillar, se acercó Nicolás y le dijo:
-Sr. Pérez, cálmese por favor. Soy el gnomo Nicolás, y lo necesitamos para que nos ayude en una misión.
-El ratoncito respondió, ¿qué queréis de mi?
-Acompáñenos por favor a nuestro poblado, será muy bienvenido y le daremos todos los detalles. Confíe en mi.
El Ratón Pérez estaba confuso, pero quedó tranquilo cuando Nicolás acercó la linterna a su semblante, y descubrió que era un gnomo. Estaba allí junto a un grupo de ellos. Había oído hablar mucho de sus hazañas con los niños y le picó la curiosidad de conocerlos.
Perdido el miedo inicial, les dijo:
-De acuerdo, será un placer, os acompaño, pero no podré quedarme mucho tiempo con vosotros porque sabéis que tengo mucho trabajo.
Por el camino hasta al poblado gnomo, Nicolás fue dando detalles al Sr. Pérez. El Ratoncito quedó impresionado, y aceptó instruir a los niños para que el chinito les contase cuentos.
Por fin llegaron a la ciudadela gnoma, Nicolás presentó lleno de orgullo a todos al Ratoncito Pérez, quien fue agasajado con dulces de queso especialidad de Miguel, el cocinero de las grandes ocasiones.
En la sobremesa, el ratoncito leyó la carta del chinito. Le quedó claro que su misión era hablar con Víctor y decirle que, cuando su padre durmiera profundamente, debían acercarse a él, frotar tres veces seguidas suavemente su oreja y susurrar en el oído derecho las siguientes palabras:
Chinito, chinito, chinito. Sal y cuéntanos un cuentito.
-Muy bien, dijo el Ratón Pérez, sólo me falta saber dónde vive Víctor.
Nicolás respondió que no sabía exactamente donde vivía, y la verdad es que no había reparado hasta el momento en ese detalle.
-Bueno respondió Pérez, si me dais detalles quizá pueda acordarme de él. He visitado a todos los niños.
Nicolás se puso a darle todo lujo de detalles, del color de su pelo, estatura, rasgos de su cara, color de los ojos…
El Ratón Pérez le dijo:
-Basta, ya se de quien se trata y se donde vive. Lo recuerdo bien, ha sido el único niño que ha sido capaz de verme una noche. Se puso loco de emoción y tuve que salir más deprisa que de costumbre. Corrió detrás de mi chillando con alegría, y despertó a su madre.
-Mamá, corre, dijo Víctor, recordaba el Ratón Pérez. Por ahí se va, es blanco y lleva un petate colgando.
3. EL RATÓN PÉREZ
Los gnomos y el Ratón Pérez se despidieron muy emotivamente y cargados de intenciones de volverse a reunir.
El Ratón Pérez se dirigió a la ciudad donde vivía Víctor, estaba orgulloso de su misión y de ayudar a sus amigos los gnomos.
Por su parte, Alicia y Víctor estaban de vuelta en casa. El curso escolar había comenzado de nuevo. Víctor presentía que recibiría la visita del ratoncito pese a que ya había perdido todos los dientes. Estaba seguro de que el paquete lo había depositado en el lugar indicado en el plano que le proporcionó el chinito.
La vuelta se había hecho pesada. La despedida entre los niños estaba cargada de lágrimas, ninguno quería volver a su ciudad de residencia. El padre de Víctor le fue sermoneando durante el viaje, intentando descubrir los motivos que habían animado a su hijo a escaparse esa mañana. Pero no consiguió arrancarle nada, tampoco insistió, iba a lo suyo, a intentar llegar lo antes posible porque al día siguiente tenía que trabajar.
Víctor buscó la complicidad de su hermana Alicia. Le contó toda la historia y el motivo verdadero de su escapada con la bicicleta. Alicia se frotaba las manos, pensó que sería divertido poder escuchar cuentos narrados por un gnomo. Vivieron días de ilusión esperando la visita del ratón.
La experiencia del verano en el pueblo y lo bien que lo habían pasado, les hacía detestar jugar con esos juguetes electrónicos y cargados de pilas que lo hacían todo de manera autónoma. Necesitaban juguetes que despertaran su imaginación y buenos libros de aventuras. Habían aprendido a transformar cada juguete en algo animado, con vida propia, y vivían aventuras con ellos. No necesitaban encender la televisión ni manejar consolas; en sus habitaciones había castillos encantados y casitas mágicas habitadas por haditas y niñas que requerían sus cuidados.
La noche en la que había decidido el Ratón Pérez visitar a Víctor, se había quedado dormido leyendo un cuento. Su madre se acercó a la cabecera de la cama y apagó la luz de la mesita.
El ratoncito necesitaba acceder a la vivienda lo antes posible porque tenía que entregar regalos a los niños que habían perdido un diente ese día. Su tarea no se le antojaba complicada porque estaba convencido de que el chico esperaba su visita.
Al contrario de lo que solía hacer actuando solo cuando los niños estaban dormidos, ahora necesitaba que Víctor estuviese despierto. No esperó a que se hiciera de madrugada. Se coló rápidamente en su habitación y le hizo cosquillas con su rabo.
Víctor despertó, y el ratoncito, tapó con sus patas la boca.
-Silencio, le dijo, soy el Ratón Pérez, ¿sabes a lo que he venido?
-Víctor, lleno de emoción, le respondió: Si. Has venido para enseñarme cómo tenemos que contactar con el Chino Mandarino.
-Correcto, respondió nuestro ratoncito. Presta atención, tengo poco tiempo porque es necesario que siga con mi cometido. Cuando tu padre esté dormido, frotaréis suavemente la oreja derecha y susurraréis estas palabras:
Chinito, chinito, chinito, sal y cuéntanos un cuentito.
-¿Has entendido todo bien?, preguntó el Ratón Pérez.
-Si, respondió Víctor.
-Entonces, me despido, le contestó nuestro ratoncito.
4. EL CHINO MANDARINO
Víctor estaba orgulloso, había conseguido hacer llegar el paquete a los gnomos, y además había conocido al Ratón Pérez. No había cambiado de aspecto, todo su cuerpo era blanco y se acompañaba de un petate, tal y como recordaba cuando logró verlo tiempo atrás. Le costó un poco dormirse porque estaba loco de contento.
Por la mañana tuvo que despertarlo su madre. Cuando se levantó dirigió un guiño a su hermana. Alicia percibió que algo ocurría, desayunaron juntos con mas prisa que de costumbre, querían salir pronto de casa para ir al colegio y poder hablar a solas. Su madre les ayudó a cruzar la calle y se despidió de ellos.
-Alicia, dijo Víctor, ¿sabes que esta noche he hablado con el Ratón Pérez?
-Cuenta, respondió Alicia.
-Se acercó a mí, me despertó con el rabo y me dijo que lo que teníamos que hacer era aprovechar cuando papá estuviese dormido, y entonces acariciar suavemente la oreja derecha y decir muy bajito al oído:
Chinito, chinito, chinito, sal y cuéntanos un cuentito.
-¿Si?, ¿y tú crees que saldrá el chinito? –Preguntó Alicia.
-Hoy mismo haremos la prueba, respondió Víctor. Mamá tiene previsto salir por la tarde y papá echará una cabezada.
En el recreo se volvieron a reunir los hermanos, estaban contentos y destinaron el tiempo a ingeniárselas para quedarse en casa esa tarde sin tener que acompañar a su madre.
-Tú camela a papá, dijo Víctor. Querrá quedarse solo para descansar mejor.
Cuando salieron del colegio, coincidieron con su padre que les esperaba a la salida. Se acercaron los dos y le dieron un beso. Alicia, aprovechó para decirle que querían quedarse con él porque les habían puesto muchos deberes.
-De acuerdo, le contestó su padre, pero prometerme que me dejaréis descansar, necesito dormir un poco.
-Prometido papá, respondió Alicia.
Cuando entraron en casa, su madre los esperaba para salir. Alicia y Víctor le dijeron que tenían que quedarse en casa porque tenían muchos deberes y preferían quedarse con su padre.
-Espero que esté todo en orden cuando llegue a casa, les dijo su madre.
Abrieron los libros y se pusieron a esperar a que el padre se durmiera.
-Papá, dijo Alicia, tu duerme tranquilo, que estamos haciendo los deberes.
El padre se metió en la cama, tenía sueño. Esperaron a oírlo roncar. Pasados unos diez minutos, un silbido fue la señal. Accedieron a la habitación con mucho sigilo.
Alicia acarició suavemente la oreja de su padre y dijo muy bajito al oído:
Chinito, chinito, chinito, sal y cuéntanos un cuentito.
El Chino Mandarino escuchó las palabras de Alicia, era la seña convenida. En unos segundos, recordó las dudas que había tenido todos esos días. Llegó incluso a sopesar la idea de abandonar su misión, estaba totalmente incomunicado en ese oído y lejos de los suyos. Pero se llenó de emoción, era el momento de entrar en acción.
Alicia y Víctor esperaban que algo mágico ocurriera. El chinito asomó su cabeza cubierta con el gorro rojo, y con la ayuda del micrófono que llevaba, respondió a los niños:
-Hola niños, ¿queréis que os cuente un cuentito?
5. ALICIA Y VÍCTOR
La aparición del chinito asomando la cabeza por el oído de su padre, les pareció lo más asombroso que habían visto en su vida. Se quedaron con la mente en blanco, de manera que nuestro gnomo tuvo que volver a repetir:
-Hola niños, ¿queréis que os cuente un cuentito?
Alicia, respondió esta vez de inmediato:
-Si, chinito, cuéntanos un cuentito.
Y el Chino Mandarino comenzó:
-Érase una vez…
Los niños escuchaban con mucha atención la narración y participaban del mismo. El chino, detenía el relato frecuentemente y los convertía en sus personajes. Todo era magia, poesía, fantasía sin límites.
Cuando terminó de contarles el cuento, se despidió y se volvió a introducir por completo en el interior del oído. Alicia y Víctor se frotaron las manos, un mundo de ilusión estaba a su alcance.
Abandonaron la habitación de su padre y terminaron de hacer los deberes.
En la cena no despegaron la boca, únicamente se dirigían miradas de complicidad.
Se fueron a la cama muy pensativos. A la mañana siguiente, camino del colegio, decidieron que era mejor contar a su madre lo que pasaba, porque así no tendrían que dar excusas, y cada vez que su padre durmiera la siesta podrían avisar al chinito. También hablaron de la posibilidad de contárselo a sus amigos, pero eso era complicado porque querrían venir a casa y era un poco lío. Estaba claro, tenían que conocer la opinión de la madre y contar con su complicidad.
En la comida, Alicia le preguntó a su madre:
-Mamá, ¿tú crees en los gnomos?
-¿Por qué me preguntas eso?, respondió la madre.
Víctor que era bastante pillo, se adelantó a la respuesta y dijo:
-Es que los gnomos solo se aparecen a los niños, y estamos seguros de que en casa puede estar uno viviendo.
-Bueno, come y calla, dijo la madre.
-Si nosotros lo único que queremos es que cuando salgas y se quede aquí papá durmiendo, nos dejes con él, y así aprovechamos para hacer los deberes. Este año queremos sacar buenas notas. Respondió Víctor.
-De acuerdo, dijo la madre, mientras no se queje de vosotros vuestro padre, por mi no hay problema.
Alicia y Víctor pensaron que era así mejor, a fin de cuentas se trataba de poder disfrutar de los cuentos del chinito. Pero querían hacer partícipes a sus mejores amigos. No les sería complicado llevarlos a casa una tarde que durmiera su padre, alegando que se tenían que reunir para hacer un trabajo del colegio en equipo.
Al día siguiente cuando salieron al recreo, llamaron a Eva y Miguel, les querían contar lo que ocurría en sus vidas. Ni Eva ni Miguel daban crédito a la historia que les contaba Víctor: el descubrimiento del poblado gnomo, la visita del Ratón Pérez, el Chinito saliendo del oído de su padre…
-Hemos pensado Alicia y yo, dijo Víctor, que tenéis que oír y ver al chinito gnomo. Lo tenemos todo planeado, la próxima tarde que se quede a dormir mi padre porque luego se va a trabajar por la noche, venís con nosotros a casa y decimos que tenemos que hacer un trabajo en equipo.
En eso quedaron. Tenían que ir preparando la estrategia. Alicia y Víctor comentaron en casa que les habían mandado hacer un trabajo en el que tenían que participar Eva y Miguel; éstos por su parte, también se lo dijeron a sus padres.
El día convenido fue una fiesta en todos los sentidos, en el recreo se reunieron los cuatro chicos y empezaron a fruir. Habían memorizado el ritual para que apareciera el chinito, sabían que asomaba su cabeza cubierta con un gorro rojo y que sus cuentos les obligaba a participar como si ellos fueran los personajes. Antes debían pasar unas sillas al dormitorio para acomodarse, pero sin hacer ruido alguno. La clave era que el padre no se despertara.
La madre les había dejado preparada la merienda a todos. Eva y Miguel llegaron a la hora convenida, les abrió la puerta Alicia. Recibieron los pertinentes consejos de que se portaran bien, y de que hicieran un buen trabajo. No debían molestar al padre porque esa noche tenía que ir a trabajar. Por fin se quedaron los cuatro amigos a solas, se miraban con caras de felicidad, sabedores de que algo extraordinario iba a ocurrir.
Alicia se acercó por el pasillo a la puerta del dormitorio, su padre ya estaba roncando. Regresó al salón y dijo:
-Manos a la obra, mi padre está dormido.
Pasaron las sillas con mucho cuidado y se acomodaron. Alicia comenzó a acariciar suavemente la oreja de su padre y susurró al oído:
-Chinito, chinito, chinito, sal y cuéntanos un cuentito.
El Chino Mandarino salió de inmediato, asomando la cabeza cubierta con su gorro rojo y les preguntó a los niños:
-¿Queréis que os cuente un cuentito?
Los cuatro amigos respondieron:
-Si, chinito, cuéntanos un cuentito.
Y nuestro amigo comenzó:
-Érase una vez….
Eva y Miguel quedaron impresionados. El cuento del chino les hizo participar a todos. Alicia incluso se atrevió a preguntar al chino dudas que tenía sobre los deberes.
Cuando terminó de contarles la historia de un niño muy humilde que a base de estudiar mucho, consiguió convertirse en el Consejero del Rey de Nigala, nuestro chinito se despidió y se introdujo de nuevo en su morada.
Los cuatro niños, parecían mas amigos que nunca, se consideraban unos privilegiados. Se quedaron como mudos, no encontraban palabras para describir lo que habían vivido.
Alicia y Víctor aprovecharon las tardes que se quedaba su padre a descansar para escuchar muchos cuentos al chinito. De vez en cuando conseguían que Eva y Miguel estuvieran en casa. Los cuatro niños juraron que no contarían esa historia a nadie, temían que algún desaprensivo intentara capturar al chinito para encerrarlo en una jaula y exhibirlo. Además, si su padre sospechaba que habitaba en su oído un gnomo, lo haría salir de allí de inmediato.
6. LA NAVIDAD
Entre el gnomo y los niños empezó a surgir una amistad muy especial, aparte de los cuentos, el chinito les daba consejos y pequeñas clases de matemáticas y lengua.
Les dijo en tono muy académico que si leían mucho, dominarían la capacidad de entender cualquier texto y que esa era la base para rendir en todas las asignaturas. Además aprendieron a dar vida propia a sus juguetes, desarrollando su creatividad y capacidad para relacionarse socialmente.
Se habían olvidado por completo de ponerse delante de las consolas de video juegos y apenas veían la televisión. El viaje más fantástico era el que les proporcionaban los libros de lectura, los juguetes a los tenían que dar vida propia y por supuesto los cuentos del chinito.
Por su parte, nuestro gnomo, se sentía feliz en su misión. Pasaba largos ratos meditando y recordando a sus seres queridos, estaba a gusto especialmente cuando el padre dormía y salía a contar un cuento, pero no podía disfrutar de la vida y costumbres gnomas.
Una tarde, mientras contaba una historia fascinante sobre una niña bailarina, se le cayeron unas lágrimas.
Alicia le preguntó:
-¿Qué te pasa chinito?
El chinito, detuvo el relato y le respondió a Alicia:
-Es que echo mucho de menos a los míos.
Alicia y Víctor pensaron que tenían que ayudar al chinito a volver con los suyos. La Navidad se acercaba y sería un gran regalo para él. Escribieron la Carta a los Reyes Magos y pidieron en lugar de juguetes, pasar unos días en el pueblín.
No desaprovechaban la ocasión cuando se reunían con sus padres para tratar el tema. El padre se mostraba reacio porque el viaje era muy largo y en invierno allí hacía mucho frío, pero tenían que convencerlo de alguna manera para llevar al gnomo a su poblado.
Alicia, le dijo un día a su padre:
-Papá, deberías llevarnos unos días en Navidad al pueblo.
-Sabes que en estas fechas no es aconsejable, respondió su padre.
-Pero es que es muy importante para nosotros, insistió Alicia.
-¿Por qué?, preguntó su padre.
-No te lo puedo decir, dijo Alicia, pero podríamos pasar unas Navidades Blancas disfrutando de la nieve, bien abrigados, y tú jugarías con nosotros recordando tu infancia.
El padre quedó convencido. Solicitó unos días libres en su trabajo, pero no dijo nada en casa, quería darles la sorpresa a sus hijos.
Por fin llegaron las vacaciones para los niños, y el padre, comiendo, dijo:
-Vamos a ir unos días al pueblo en Navidad.
Alicia y Víctor, tuvieron un sabor agridulce con la decisión de sus padres de ir en Navidad al pueblo. Sabían que lo justo era llevar al chinito a su poblado y ello suponía que a partir de ese momento dejarían de escuchar esos cuentos tan fascinantes.
Esa tarde, el padre se acostó un poco por la tarde, y su madre salió de compras. Repitieron el ceremonial convenido y el chinito salió como de costumbre a contarles un cuento.
Víctor le dijo:
-Espera, que somos nosotros los que tenemos que contarte algo.
-Bueno, decirme niños, respondió el gnomo.
-Mis padres han decidido ir unos días al pueblo y pensamos que es una ocasión para que regreses con los tuyos y celebres la Navidad, dijo Víctor.
El Chino Mandarino se puso muy contento y lloró de emoción. No había reparado nunca en esa posibilidad ni se lo había pedido a los niños, además el compromiso que adquirió con Nicolás no exigía tiempo alguno establecido. Pero asintió, necesitaba de sus paseos por el campo y de sus charlas con Matilde, que era su mejor amiga.
Alicia y Víctor compraron una pequeña cajita de madera y la rellenaron de látex para que pudiera viajar cómodo el chinito. Hablaron con él, ya no querían que les contara cuentos, tan sólo preparar adecuadamente todos los detalles. El día anterior al viaje, el chinito debía salir del oído de su padre y refugiarse en la cajita, todo estaba en orden. Los chicos cuando llegaran al pueblo, bajarían por la vega hasta el poblado, y lo dejarían allí entre los matorrales que ocultaban la entrada a la ciudad gnoma.
Así hicieron, el chinito se puso a recoger todas sus cosas, y las guardó en su petate, asomó la cabeza y esperó la respuesta de los niños.
-Tienes que salir ahora, dijo Víctor, mañana nos vamos de viaje.
Ayudaron al chinito a deslizarse y Víctor puso la palma de su mano. El gnomo se sintió seguro. Con mucho mimo lo introdujo en la cajita y recibió muchos besos de los niños.
Por la noche ayudaron a su madre a organizar el equipaje, Víctor escondió adecuadamente la cajita en su mochila, que siempre llevaba consigo. El viaje era pesado y de vez en cuando paraban a descansar. Alicia y Víctor prefirieron permanecer en el coche guardando su mayor tesoro y no acompañaron a sus padres para tomar algo en las cafeterías de carretera. Llegaron por fin al pueblo, ayudaron en todo lo que les ordenaron, y encendieron las estufas. Hacía mucho frío.
Alicia y Víctor hablaron con el chinito, se despidieron de él advirtiéndole que posiblemente no tuvieran otra ocasión para hacerlo. Estaban seguros de que no les dejarían caminar solos por la vega y tendrían que ir acompañados. Ataron todos los cabos y decidieron que Alicia se quedaría entreteniendo al personal mientras Víctor abría la cajita y dejaba al chinito en las puertas de su poblado. Así se lo hicieron saber.
Por la mañana, después de desayunar, convencieron a su padre para dar un paseo. La madre prefirió quedarse en el pueblo y charlar con las abuelas.
Víctor recordaba el lugar exacto, caminaron despacio, iban entretenidos con Ramón que se sumó a la excursión con ellos. Cuando se acercaron al matorral, Víctor hizo una seña a su hermana. Alicia se dispuso entonces a distraer a Ramón y a su padre y Víctor se adelantó, llegó al lugar que había memorizado cuando el chinito le dio el plano y esperó a no ser visto por nadie. Abrió la cajita, cogió al chinito con dos dedos y lo ocultó removiendo las ramas con mucho cuidado, antes le dio un beso muy grande y le deseó Feliz Navidad.
Rafael se encontraba de guardia. Como hacía mucho frío había recibido instrucciones de no abrir la puerta de acceso a la ciudadela, pero tenía que vigilar a través de la cámara. Cuando vio al Chino Mandarino esperando que le abrieran, corrió a dar novedades a Facundo, pues no podía abrir la puerta sin permiso del superior.
Facundo acudió de inmediato y ordenó su apertura. Nuestro chinito por fin volvía con los suyos. Estaba helado de frío, tiritaba, pero estaba feliz aunque echaba de menos a los niños.
Nicolás recibió de inmediato novedades y todos los gnomos acudieron a saludar al chinito. Matilde, se retocó el pelo y se pintó los labios, se acercó a él y le dio un beso. Ambos sintieron que se trataba de un beso de amor.
Comentó con todo lujo de detalles cómo le había ido, y la ilusión que percibía en la mirada de los niños. Por su parte Nicolás le contó cómo consiguieron contactar con el Ratón Pérez. Todos estaban embelesados en los relatos y se les hizo de noche.
El chinito se acostó recordando a los niños y con la firme decisión de declarar su amor a Matilde. Al día siguiente, se arregló bien la barba y cepilló el gorro rojo. Fue al encuentro de su amada y le dijo todo nervioso:
-Matilde, he pensado….um… que…
Matilde, como percibió que sería incapaz de lanzarse, se acercó y lo besó.
-Tonto, estaba esperando este momento, te quiero mucho cariño, le dijo Matilde tras el beso.
Los gnomos empezaron a divulgar el noviazgo y Nicolás los declaró oficialmente novios. Nuestro chinito fue investido maestro oficial de los niños gnomos.
Se puso a escribir un libro de cuentos para la comunidad, y un ejemplar decidió enviárselo a Alicia y Víctor. Los Reyes Magos debían pasar por el poblado para dejar juguetes a los mas pequeños y recibirían el encargo.
Así ocurrió, y el diminuto libro lo cargaron en uno de los camellos.
Alicia y Víctor celebraron las Navidades en el pueblo. Cuando su padre terminó los días de descanso, volvieron a la ciudad. Se acordaban del chinito pero estaban felices de saber que él lo estaría junto a los suyos, además aún quedaba la Noche de Reyes…
Cuando despertaron, entre los juguetes encontraron el libro de cuentos del chinito junto a una lupa que habían considerado oportuno los Reyes regalarles aunque no se la habían pedido en la Carta. Víctor se dio cuenta de inmediato de que la letra era del chinito, llamó a Alicia y juntos empezaron a leer la primera historia.
El padre, se fijó en sus hijos, estaban muy contentos. Alicia, llena de curiosidad por saber la opinión de su padre, le preguntó:
-Papá, ¿tu crees en los gnomos?
-Su padre le respondió, ¿tu crees en ellos hija?
-Si, papá, respondió Alicia, además he conocido y visto a uno de ellos.
-Entonces, sentenció su padre, te voy a responder que los sabios dicen que todo lo que la mente llega a imaginar y pensar, es porque es real hija mía.
Mario, Cuco y la mata de mangos
Esa tarde Mario terminó de arreglar los enceres y las cajas de frutas en el deposito de la cabaña refugiada bajo las sombras de aquellos frondosos árboles de Ceiba, Cují y Jovito Silvestre, en cuyos altos copos meneados por la brisa descansaban temporalmente las aves emigrantes que viajaban de paso a otras latitudes. El apacible sitio se caracterizaba por el espeso verdor de las montañas y pintorescas áreas forestales nutridas de sol, en donde solo pocas casas componían el mínimo caserío donde no habían desconocidos. Un fino riachuelo de agua cristal bordeaba la montaña y era concebido por los niños del pueblo como su mayor diversión. Cuco bebió el agua del cubo que Mario le llenó y comenzó a comer los pajizales que tanto le gustaban, tendría el resto de la tarde y parte de la noche para descansar sus sacrificados cascos y nuevamente en la madrugada acompañaría a Mario, su amo con las pesadas cargas de mango para el mercado.
Esa tarde pasó tranquila y a punta de cinco, cuando todavía los rayos del sol pegaban blancos y aun las gallinas picoteaban el suelo, Mario se levantó de su catre despertado por unos golpes en la puerta. Era Hortensia Bracamonte, su vecina de turbante de flores, quien venía con noticias no muy buenas referente a las matas de mango que también crecían frondosas en el caserío, mismas que habían sido por años descargadas por Mario y transportados con la ayuda de Cuco al pueblo para ser vendidos.
-Un momento -dijo mientras se ponía su camisa para abrir la puerta
-Mario le traigo esto para que lo vea –dijo Hortensia cargando consigo una pequeña cesta con varios mangos recién caídos –quiero mostrarle lo que no deseo ni imaginar.
-¿De que se trata comadre? –preguntó Mario enigmado.
-Los mangales compadre, se están contaminando con gusanillo, y como dicen los que saben de eso, “En pocos años ya todas las plantas estarán contaminadas” –agregó Hortensia mostrándole unos mangos que en su tallo con la planta mostraban un polvillo blanco que en realidad era el huevo de la Anastrepa, un gusano que ya interno en la fruta la comía y podría por dentro antes de que esta llegara a madurarse completamente. Este mal tropical podría acabar en pocos años con un sembradío entero de esta fruta y esto le puso a Mario los nervios de punta ya que por mucho tiempo había sobrevivido gracias a las ventas diarias que las plantas adyacentes le propinaban.
-¿Qué vas a hacer ahora? –inquirió Hortensia
-No lo sé –contestó cabizbajo Mario sin tener el conocimiento de la cura, la técnica ni tampoco el dinero para enfrentar el problema.
Esa tarde la pasó preocupado hasta que ya en horas de la madrugada cargaba en el lomo de Cuco los dos costales de mango para irlos a llevar al pueblo. Mientras acomodaba su machete en la vaina de cuero no dejaba de pensar en el piojillo que azotaba los frutales y se demolía los sesos pensando como se ganaría la vida en los años venideros, cuando ya la peste de la Anastrepa hubiera acabado completamente con las cosechas. Después de tomarse su guarapo de café, jaló por la cuerda a Cuco para comenzar con la travesía antes de que el sol de la mañana saludara con su brillo las cimas de las montañas. El campesino agilizó el paso y al correr del tiempo, cuando ya el alba asomaba sus tenues rayos en las neblinas frescas Mario y Cuco se encontraban en el área de los grandes árboles, la sed secaba su garganta y tomó la cantimplora que llevaba en uno de los costales, cuando bebía escuchó algo que dejó atónito sus oídos.
-¡Mario! -Le gritaron al pasar por unos troncos oscuros de cáscara gruesa. Sin embargo pensó que era su imaginación, ya que Cuco, su único acompañante no hablaba y sabía que no había nadie en las inmediaciones de esos caminos solitarios y mucho menos a esas horas. Ajustó su sombrero y continuó caminado sosteniendo en una mano la cantimplora y en la otra su machete.
Llegaron temprano al mercado, cuando todavía los vendedores ensamblaban sus kioscos. Como todos los días Lorenzo compró completo los dos costales de mango que le llevaba Mario. Después de recibir la paga y disponerse a regresar de vuelta Lorenzo puso su mano sobre el hombro del labriego.
-Se corre el rumor –le dijo- que el gusanillo anda rondando algunos conucos y déjame decirle que si eso es verdad voy a tener que dejarle de comprar sus manguitos compadre.
A Mario le temblaron las piernas, avistó sin duda de que entre los veteranos vendedores de fruta ya se sabía de la amenaza del piojillo y eso significaba dejarlo sin su único sustento que por muchos años lo había mantenido.
-Ya lo sé compadre le replicó- pero recuerde que eso tarda muchos años en hacer su efecto y para que eso pase todavía falta mucho tiempo.
-Lo sé –respondió Lorenzo- solo le quería advertir de que cuando ese momento llegue no espere que siga comprando sus mangos.
-Claro que no –asintió Mario acomodándose el sombrero y jalando la cuerda para llevarse a Cuco.
Al emprender nuevamente su regreso Mario se sentía entristecido, recordaba cuando muchos años atrás, siendo el aun un niño, su padre tuvo que emigrar a este caserío huyendo de la reproducción de la planta de la Malaleuca que fue estrechando los sembradíos de plátano y topocho del que vivían los labriegos y a los pocos años no dejó mas terreno libre para la siembra, sino para sí misma, y ahora la peste de la Anastrepa amenazaba a lo lejos con su única entrada de dinero.
Alrededor de las once de la mañana, cuando ya se adentraban en la zona encantada de enormes árboles, como le decían en el pueblo el campesino volvió a escuchar su nombre ser mencionado.
-¡Mario!
Esta vez sí se asustó, aligeró su paso y al cabo de un rato decidió subir al lomo de Cuco y mandarse a toda carrera para llegar al pueblo. Ya cuando los rayos del sol caían perpendiculares al mediodía llegaba de vuelta al caserío con los costales vacíos y un punzón de temor en el medio del pecho. Hortensia lo visitó en horas de la tarde llevándole un dulce de Majarete de coco y algunas hojas de tabaco para mascar, La única conversación que podía sostener Mario esa tarde era el inconveniente que le proporcionaba la infección de las matas de mango que lo traía con los nervios devastados. Como todos los días le dio de beber y comer a Cuco que ya reposaba amarrado bajo un verde árbol de taparo, mientras él usaba el resto de la tarde para treparse en las ramas de los mangos con el machete para recolectarlos y llenar los costales.
A punta de seis de la tarde los grillos comenzaron sus diálogos y el aire trajo consigo olor a humo de leña que Hortensia usaba para cocinar sus majaretes de coco destinados a la venta. Los tripones aun revoloteaban en el riachuelo y al cabo de un rato el manto oscuro de la noche traía la visita de los mosquitos fastidiosos.
La noche pasó fresca y antes del gallo cantar ya Mario montaba sobre el lomo de su burro los dos costales de mango. Bebió su guarapo caliente de café y comenzó su travesía al lejano mercado. Al cruzar el camino podía ver con claridad el destello de las luciérnagas jugando a su paso y escuchar el lamento de las ranas que comenzaban a cantar. Al cabo de un buen rato ya se acercaban a la zona de los árboles gigantes y Mario se tornó nervioso. No quería escuchar nuevamente su nombre pronunciado, sin embargo mucho más adelante en el camino, cuando marchaba ya distraído pensando en su problema, nuevamente su nombre sorprendió sus oídos.
-¡Mario! –escuchó otra vez. El campesino miró a los lados y no vio a nadie, solo los oscurecidos tallos de los enormes árboles que se erguían impetuosos al pie del camino. El miedo volvió a embargar sus piernas y tirando duro de la cuerda obligó a Cuco a aligerar su cabalgar. Cuando el alba se presentaba en el cielo como un gran paisaje ya Mario y Cuco arremetían en las inmediaciones del mercado.
La venta fue satisfactoria, aprovechó su estancia en el pueblo para hacer su pequeño mercado y comprar los enceres para los majaretes de Hortensia, también llevó mantequilla, panela y café en grano. Cuando llegaron las siete de la mañana todavía Mario se hacia el loco para no internarse en el verdor del camino. Quería que el sol pegara fuerte para no encontrarse con la misteriosa voz que pronunciaba su nombre, continuó su humilde adquisición de bastimento y cuando ya pegaban las ocho dio de beber al asno para comenzar nuevamente su viaje de retorno.
Al entrar del camino una suave brisa barría los cañizales y uno que otro pájaro trepados en las ramas lanzaban sus cantos de guacharaca. Mario se adentró en la ruta que mientras más profunda se hacía más penetraba en el verde follaje y en las sombras oscuras de las ramas. Cuco no se quejó aunque trabajaba arduamente sabía que contaba con un amo considerado que en vez de montarse en su lomo prefería jalarlo por la cuerda para no aumentar su fatiga. Al cabo de un buen rato ya habían avanzado una cuesta grande desde que comenzaron la caminata de vuelta y cuando ya se acercaba el mediodía Mario pisaba la región de los árboles gigantes. Sus copos bailaban en las alturas como buscando el sol y sus raíces salían de la tierra cual culebras gigantes. Una ráfaga de viento intempestiva movió las ramas procurando un silbido que sonaba como llantos lejanos. Mario se acomodó el sombrero, quería pasar rápido por el lugar ya que no estaba dispuesto a volver escuchar su nombre proveniente quien sabe de donde. Apresuró a la bestia y cuando ya pisaba el comienzo de una curva en el camino un hilo de voz llegó a sus oídos.
-¡Mario! ¿Es que nunca me vas a prestar atención? –oyó-
El campesino volteó incrédulo, no solo había escuchado su nombre sino que también le formularon una pregunta. Sus pasos comenzaron a ser cada vez mas cortos y para la segunda intervención de la misteriosa voz Mario se detuvo.
-Te he visto pasar por mucho tiempo con tu burrito y dos costales de mango –escuchó el labriego incrédulo, pensó que talvez se trataba de una broma o quien sabe si de un espanto que solitario deambulaba en lamento por la zona que la gente solía decir que estaba encantada. Finalmente un poco temeroso, quitándose el sombrero aquel hombre preguntó.
-¿Quién eres? ¿Porqué no te veo? –exclamó, lanzando su vista a los alrededores
-¿Cómo que no me ves? –respondió la voz- ¿Es que acaso no soy suficientemente alta y grande para no ser captada por tu visión? ¡Soy yo Mario! –le dijo- Te habla el inmenso árbol de mango que tienes frente a ti.
Mario se impresionó, levantó su vista y contempló la portentosa planta de tallo descascarado y fuertes ramas.
-Sé que eres un hombre honesto y trabajador –continuó- y durante muchos años te has ganado la vida junto con tu burrito cargado de mangos y por eso te he tomado mucho aprecio. Pero hoy necesito hablarte porque requiero un gran favor tuyo –confesó la planta- Un favor que quiero que lleves a efecto hoy mismo.
Mario estaba boquiabierto, todavía dudaba que un árbol tuviera la capacidad de comunicarse con él verbalmente, pero sin embargo continuó prestando su completa atención.
-Empuña tu machete –ordenó- y corta una rama grande de mí y hoy mismo la sembrarás cerca de tu casa junto a una buena semilla de las plantas de mango que crecen en tu zona. La regaras todos los días y luego volveré a hablarte en varios años, por ahora cumple con lo que te dije y no temas en hacerme daño.
Mario no titubeó en su orden, acomodó el machete en su cintura y procedió a trepar aquel inmenso árbol que a pesar de no poseer frutas sin duda era una manga gigante. Al divisar una buena y frondosa pieza Mario empezó a machetearla hasta cortar con el filo la rama que cayó al suelo, sin perder tiempo el labriego bajó y podó las hojas y montó el palo sobre el lomo de Cuco, hizo una reverencia al árbol y acomodando su sombrero procedió a continuar su camino.
Ya estando de regreso en el caserío no perdió tiempo en buscar una buena y sana semilla perteneciente a los otros árboles y sembrarla con la rama justo detrás de su cabaña no lejos del riachuelo. Debía regarla todos los días como lo había indicado la enorme Manjifera índica.
El fin de semana cayó como un manto fresco sobre el caserío, espantando las moscas y alborotando las ranas. Mario y Cuco no viajaban los Sábados ni tampoco los Domingos y este los aprovechaba para dedicarse a hacer los dulces de Majarete de coco con Hortensia y a confeccionar los tabacos que eventualmente llevaba al mercado a vender junto con su principal producto que era el mango. Laboraron todo el día y ya en la tarde del Domingo pudo descansar y dormir un rato. Mañana en la madrugada comenzaría nuevamente su faena. Al llegar la noche dio de comer y beber a Cuco, su fiel aliado y procedió a regar la recién plantada semilla junto con su palo.
La mañana amaneció friolenta y neblinosa y esta no se disiparía sino para cuando estuvieran llegando ya al pueblo. Terminó de beber su café aguarapado, trepó sobre Cuco sus costales y emprendió camino con su manta campesina en los hombros para evitar el frió, ya se la quitaría mas adelante cuando la neblina se hubiera disipado. Al pasar por el bosque encantado esperó a que la gran planta le hablara, pero esto no sucedió y lo mismo ocurrió en el viaje de regreso, toda esa semana extrañó las mentadas de su nombre al pasar frente al árbol y dos meses mas tarde, cuando el verano había disipado las neblinas y aclarado las sombras en las madrugadas, Mario se dio cuenta en uno de sus viajes que las hojas de la manga se tornaban marrones. No pasaron muchas semanas para que el campesino se percatara, que el inmenso árbol que una vez fue verde y robusto había declinado, hasta convertirse en un tronco seco y pelado cuyo descascarado tallo se tornaba frágil y deshidratado al igual que sus inmensas raíces y cayó en cuenta que aquel árbol estaba muerto. Se había secado en tan pocas semanas. Mario sintió pena por este y su corazón se arrugó de tristeza al saber que nunca mas escucharía su voz a pesar de haberle prometido que le hablaría de nuevo. Se quitó el sombrero he hizo una reverencia para después seguir su camino.
Al llegar a casa alrededor de las dos de la tarde le dio de beber a Cuco que ya el cansancio agotaba, guardó su machete y fue al patio a regar el palo. Al acercarse a este con el cubo de agua en la mano, se dio cuenta que de su tronco se asomaba una tierna y verde hojita cuyo claro color delataba que las otras no tardarían en brotar. El corazón de Mario latió duro, con fuerte alegría y un brillo de nostalgia se denotó en sus ojos, volvía a sentir pena por el gran árbol del camino que ahora era solo un tronco seco. Se quito el sombrero he hizo su acostumbrada reverencia para mas tarde atender a Hortensia que llegaba con las poncheras de hojas para ocuparse junto con él a confeccionar los tabacos.
Las lluvias de ese año llegaron en Abril pero sin embargo no detuvieron nunca las tareas de Mario, quien usaba su poncho plástico y cubría su burrito con un manto de hule para evitar que se empapara. Habían pasado ya tres inviernos a partir de la siembra de la semilla y ya la planta se había convertido en un árbol frondoso y saludable que cubría con su sombra la cabaña del labriego, al pasar de los meses la lluvia menguó, pero esta había favorecido en gran parte las cosechas adyacentes.
Esa mañana Mario partió temprano con sus mangos al pueblo para su venta acostumbrada en el mercado, ya no tenía que usar el poncho plástico, pues el ambiente estaba seco y los grillos volvían a formar sus cantos taciturnos. Al llegar al pueblo con el alba se dirigió al mercado a descargar sus costales al kiosco de Lorenzo, sin embargo notó a este un poco impaciente. No obstante Lorenzo había sido generoso con él durante todas estas semanas a pesar de que ya los mangos no se veían de optima calidad, pero el mercader consideraba que era hora de hablar.
-Mario –le dijo- ya los mangos están llegando con las plumillas blancas y la gente comenzó a quejarse de que están podridos por dentro –le explicó- lo siento compadre –dijo poniendo su mano en el hombro del labriego- pero no puedo aceptar mas su mercancía, estos son los últimos costales –sentenció-
El campesino tembló, sabía que las ventas eventuales de tabaco y dulces de majarete de coco no eran suficientes para su manutención y mucho menos cuando le entregaba la mitad de esas ganancias a su socia y solo contaba con la venta de mangos para ventilar sus propios gastos.
En el camino de vuelta Mario se sentía triste. Su corazón estaba acongojado, no sabía que inventar para suplantar las ganancias que le proporcionaban los mangos y al llegar al pueblo fue directo a su catre, debía descansar y pensar un poco en como resolvería su problema. Con ese torbellino dando vueltas en su cabeza y sus piernas cansadas por el caminar el campesino se fue quedando placidamente dormido…
-¡Mario!… –escuchó el labriego quien levantó su cabeza repentinamente, había oído su nombre a través de la ventana de su cuarto que daba hacia el patio donde pasaba el riachuelo, pensó que era su sueño y volvió a posar su cabeza en la almohada.
-¡Mario!… –volvió a escuchar y de un brinco se levantó de la cama, sentía aquella peculiar voz muy familiar y podría jurar que la había escuchado antes. Sabía que no era Hortensia y caminó hacia la ventana para quedar con la boca abierta al percatarse de que el árbol de mango se había hecho inmenso. De tallo robusto y fuertes raíces y que de sus altas ramas guindaban sus numerosos frutos brillantes y sanos que caían al suelo rozagantes y limpios.
-¡Esto no puede ser! –exclamó Mario-
-Sí que puede ser –le contestó la planta- Soy yo Mario tu amigo del camino. Tu me salvaste la vida cortándome una rama antes de yo morir y ahora he retoñado gracias a ti. Tu me sembraste y me regaste y en agradecimiento seguiré dándote todos los mangos sanos que quieras durante muchos años.
El campesino sonrió de alegría, su corazón se infló de felicidad al comprender que quien le hablaba era su viejo amigo a quien creía muerto. Aquel que una vez le prometió que le hablaría de nuevo y sin duda ahora lo cumplía. Corriendo salió al patio y fue a la carrera en busca de su burro para mostrarle la planta que había crecido fuerte. Los dos contemplaron con orgullo el inmenso árbol de robustas raíces y tallo ancho, una planta sana, inmune al gusanillo de la Anastrepa que hinchaba de esperanza y felicidad a un humilde campesino llamado Mario y a Cuco, su incansable burrito trabajador.
Fin
La princesa vanidosa
Realmente era una princesa vanidosa, pero también algo soberbia; solía caminar como toda una princesa, siempre bien arreglada, con la nariz respingada hacia arriba, mirando de reojo de un lado a otro a los obreros, personas del pueblo, de la monarquía, y hasta incluso a los animalitos del bosque, que se le cruzaran por el camino.
Un día muy soleado decidió salir al Bosque a caminar como “toda una princesa” a ver que novedades podría encontrar, a ella nada le motivaba, estaba muy aburrida, hasta que se encontró con un perrito, el le movió la colita y le dijo: guau, guau, guau . Ella le respondió: vete perro asqueroso y pulgoso ! y le piso la cola con su zapato de charol.
El pobre perrito se fue llorando, de tanto dolor., mientras que la princesa se carcajeaba: Ja, ja, ja, ja , ji, ji, ji ji, jo, jo , jo,jo solo en su risa perdía todo sentido de perfección.
Siguió caminando la hermosa princesa, con la nariz respingada mirando de reojo de un lado a otro, estaba impaciente y deseosa de hacer algo pero nada le llamaba le atención hasta que de pronto se encontró con un pollito de color amarillo que buscaba a su mamá, el le dijo; pío, pío, pío , ma; pío, pío , ma.
-Qué? –dijo horrorizada .
Yo no soy tu mamá, vete de aquí pequeño insolente, fuera de mi vista!.
De pronto la princesa cogió una piedra para tirarle encima, felizmente el pobre pollito pudo escapar antes que recibiera un golpe fatal. La princesa sola se carcajeaba, y su risa no agradaba: ja, ja, ja,ja ji, ji,ji , ji, jo, jo , jo , jo, ,ju,ju,ju, esta piedra te la mereces tú!
– Si hubiese tenido buena puntería ahorita ese pollito estaría en mi barriga, y cantaría: pollito asado, apimentado, a pucha, pucha que esta quemado.
Baaa, para la próxima seguro que me irá mejor.
Así la princesa se divertía, después de todo nada tenía que hacer, ella siempre se creía superior a los demás y se sentía con derecho de pisotear y maltratar.
Finalmente se encontró con un gato quien se acercó haciéndole mimos, y ella en vez de acariciarlo, lo mando a rodar bien lejos hacia arriba, pero el gato como tiene siete vidas no le ocurrió nada, el, cayó bien parado.
-Ja, ja, ja, ji,ji ,ji jo, jo, mmm ya esta atardeciendo será mejor regresar a casa, estoy algo cansada con tanto jugar y divertirme, si quiera algo me he distraído de mi aburrida vida.- se dijo para sí la princesa.
Así fue que la princesa vanidosa se dirigió a su castillo, donde ella vivía solamente acompañada por su personal de servicio.
Mientras tanto en el Bosque el gato, el pollito y el perro conversaban sobre lo que les había ocurrido.
Miau, miau, no es posible que esa princesa haya sido tan malvada con nosotros. Hay que darle su merecido – dijo Don Gato
Pío, pío, Pero, cómo? Si apenas con su pie me puede dar un pisotón y matarme. – decía asustado el pollito.
Guau, guau, guau Tiene razón pollito, esa princesa es capaz de todo, mejor no nos metemos – dijo el perro.
Eso justamente – dijo Don Gato. No le haremos caso de ningún modo pero antes de eso se me ocurre una idea, que te parece si le hacemos un pequeño escarmiento.
Miren este es el plan.
Así don Gato se puso de acuerdo con sus dos amigos para que cuando llegara la princesa pudieran darle otra acogida.
Paso una semana y la princesa cansada de estar en su castillo decidió dar un pequeño paseo al Bosque tal vez nuevamente podía divertirse con los tres animalitos. Ella los buscó pero no los encontró. Cuando ella se dio por vencida de buscarlos, Don perro se le acercó.
Ella entonces alzó su pierna para darle un pisotón a su cola, pero Don Perro abrió su boca y rompió parte del vestido que llevaba. En eso Don Gato con fuerte maullido la hizo saltar directo a la rama de un árbol erizando su cabello, donde estaba el pollito listo para hacer pis encima de su cara.
La princesa al mirarse en su espejo se horrorizó, y exclamó: ¿Por qué han hecho conmigo esto? Y se puso a llorar mucho: bua, bua, bua.
Los animalitos la miraron sin decir nada, sin hacerle caso se retiraron y la dejaron sola.
La princesa llegó al palacio, lloraba y gritaba su mala suerte, se decía a sí misma: No es justo, a una princesa no le puede ocurrir eso, porque toda princesa debe ser tratada como una princesa.
En eso, su madre que estaba de visita al verla tan desecha por dentro y por fuera la fue a consolar.
Hija mía, debes saber que si realmente quieres hacer honor al título de princesa, haz de sabértelo ganar, no es bueno hijita mía que solo te preocupes de ti misma y encima trates mal a los demás.
Hay mamá pero si yo no hice nada, me atacaron unos animales salvajes, exclamó la princesa excusándose
– No es cierto, hija mía no mientas a tu madre.
De acuerdo, en verdad quería divertirme con esos animalitos como lo hice la semana pasada.
Seguro, ellos han querido darte una lección- Exclamó la reina.
Escucha y presta atención: Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti, pues siempre recibes lo que das en algún momento, para ti todos los que te rodean deben ser príncipes y princesas.
– Si madre, pero yo no se cómo hacerlo, siempre he sido así.
-Lo sé, lo sé. Pero no te desanimes, yo te ayudaré, que te pareces si vamos al Bosque e invitamos a esos animalitos a cenar al castillo.
-¿Después de lo que me hicieron?
-Sí, ya verás que no es tan difícil.
Así fue como madre e hija se dirigieron al Bosque a buscar a los tres animalitos.
-Don Gato, Sr. Perro, y pollito se sentían muy avergonzados, por su forma de actuar. Pero antes que ellos pidieran disculpas, la princesa y la reina se acercaron donde ellos. La pequeña princesa muy arrepentida expresó:
Por favor, perdónenme, por haberlos tratado mal, ustedes no me tienen que pedir disculpas, porque ustedes me han enseñado que hacer sentir mal a los demás es un error, ahora quiero que vayan al castillo, haré una cena especial para ustedes.
Los animalitos no lo podían creer, todos se abrazaron, y salieron junto con la princesa y la reina vistiendo los mejores trajes.
Rumbo al castillo se dirigieron entonando una ronda., pollito iba sobre el lomo de Don Gato, Don Perro iba olfateando las huellas y la princesa iba brincando de alegría. La reina preparo un rico buffet, unos suculentos huesos para Don Perro, los mejores pescados para Don Gato y el mejor maíz para Don Pollito. Comieron y jugaron mucho juntos todo el día hasta llegar la noche. Desde aquel momento la princesa aprendió que para poder divertirse no hace falta burlarse y que la amistad es el tesoro más preciado de todos.
Fin
UN CUENTO DE NAVIDAD
Scrooge era de puño apretado, un viejo pecador exprimidor, escurridizo, codicioso, raedor, y avaricioso. Duro y encerrado en sí mismo que tenía un negocio junto con su difunto amigo Marley, quien hace 7 Navidades, porque era Navidad, había muerto. Nadie en las calles le hablaba, pues sabían bien la respuesta venidera.
La mañana anterior a la víspera de Navidad, Fred, el sobrino de Scrooge, lo visita a su despacho para desearle Felices Navidades e invitarlo a cenar a casa. Scrooge rechaza rotundamente la invitación, es grosero y huraño y juzga a su sobrino por no tener mucho dinero. Fred, a pesar de la negativa de su tío, se retira amablemente y sin enojo alguno.
Poco después, un par de caballeros le pidieron a Scrooge que hiciera un donativo caritativo para la gente pobre; no obstante y como era de esperarse, Scrooge se negó a ayudarlos y cuestionó la utilidad de los asilos y las cárceles para la gente necesitada.
Bob Cratchit, empleado de Scrooge quien ganaba tan sólo 15 chelines, estaba transcribiendo cartas en su cuchitril y pasaba un frío intenso, pues Scrooge ahorraba hasta para carbón. Éste esperaba que fuera la hora de salida para regresar a casa con su familia y festejar la Navidad. Scrooge le advirtió que al día siguiente, pese a ser Navidad, tendría que ir a trabajar desde muy temprano sin falta, pues de lo contrario, perdería su trabajo.
Cuando Scrooge regresó a su casa sintió que el ambiente estaba especialmente extraño y misterioso, pero ignorando dicha percepción, se colocó su camisón y gorro de dormir. Cuando éste estaba sentado en un sillón, se oyeron estruendos y campanas en la casa, y el espectro de su difunto socio, Marley, apareció ante él cargando cadenas que representaban su penitencia por haber sido mezquino y avaricioso en vida. En principio, Scrooge no quiere creer lo que ven sus ojos, pero los estruendos y gritos de Marley, lo someten a escuchar. Marley hizo su aparición para advertirle a Scrooge que debido a su comportamiento, él estaba destinado a viajar sin descanso y que aquello también le ocurriría a él de no cambiar su actitud, por ello le daban la oportunidad de reivindicarse y tres espectros se encargarían de visitarlo en las noches consecuentes a la 1:00. Cuando el espectro de marley salió por la ventana, Scrooge se dispone a dormir.
A las 4:00, Scrooge se despertó, y a partir de entonces, el reloj comenzó a avanzar con rapidez, dando las campanadas y haciendo pasar un día entero en cuestión de minutos. Al dar la 1:00, apareció ante él el primero de los 3 espectros. Era una extraña figura, como un anciano del tamaño de un niño. Su cabello, que colgaba por su espalda y su nuca, era blanco, quizá por la edad, y no obstante, la cara no tenía la menor arruga y el más tierno vello aparecía sobre su piel. Los brazos eran muy largos y musculosos; las manos, las piernas y pies igual, como si su presión fuese de una fuerza inusual. Vestía una túnica del blanco más puro y alrededor de su cintura llevaba un lustroso cinturón, cuyo brillo era hermoso. Sostenía una rama de fresco y verde acebo en la mano, y en contradicción con el emblema invernal, su vestido iba adornado con flores veraniegas. Desde la coronilla de su cabeza irradiaba un chorro de luz clara y brillante y usaba un gran apagaluces como gorra, que ahora sostenía debajo del brazo. Este espíritu se presenta como el Espectro de las Navidades pasadas, quien lleva a Scrooge a su pueblo de infancia. Ambos entran a una casa antigua donde observan a Scrooge de niño leyendo un libro e imaginándose historias. El viejo Scrooge siente enorme gusto y nostalgia al recordar aquellos momentos cuando viajaba con la imaginación. Poco después, lo lleva a la misma casa, pero Scrooge ya es un poco mayor y su hermana, alegre y hermosa, lo visita para llevarlo a casa con su padre a pasar la Navidad. Scrooge recuerda con amor a su hermana, quien murió poco después de haber tenido a Fred, su sobrino.
Posteriormente, el espíritu lo lleva al despacho de Fezziwig, su primer jefe, quien tenía 2 aprendices y los alojaba en su casa. Era Navidad y había un festejo en la oficina a donde todo el mundo asistió, bailó y se divirtió. Scrooge sintió en aquel momento, la necesidad de hablar con su empleado Cratchit.
Después el espíritu lo lleva a verse más grande, codicioso y con ojos de lucro discutiendo con su novia quien le reprocha haber cambiado porque se ha dejado atrapar por la avaricia. Ella le advierte que lo dejará, pues el ídolo de oro la ha desplazado. Ante esto, Scrooge le suplica al espíritu no ver más, pero éste le toma por los brazos y lo lleva a casa de Belle, su antigua novia, en compañía de sus hijos y su marido. Este último, le comenta a Belle que ha visto a Scrooge completamente solo y que su socio, Marley, está a punto de morir.
Scrooge le suplica al espectro no ver más, que pare la tortura y al regresar a casa, cae en un profundo sueño.
Esta vez, Scrooge no quería que este fantasma lo tomara desprevenido, así que abrió las cortinas de su cama y lo esperó despierto. Al dar la 1:00, nadie había ido por él, pero cruzando su puerta se reflejaba una luz roja. Scrooge se levantó para ver qué había tras la puerta y se encontró con el segundo de los 3 espíritus, dentro de su recámara repleta de comida y manjares. El espectro iba vestido con un sencillo manto verde, bordeado de piel blanca. Esta prenda colgaba tan suelta de su amplio pecho desnudo, como si desdeñara ser preservado o escondido por ningún artificio. Sus pies, que se observaban debajo de los amplios pliegues de la prenda, también estaban desnudos; y sobre su cabeza no llevaba otra cosa que una corona de acebo, engarzada por relucientes trozos de hielo. Sus rizos castaño oscuro eran largos y sueltos; libres como su genial cara, sus ojos chispeantes, su mano abierta, su alegre voz, su franco comportamiento y su aire jovial. En su cintura lucía un antiguo cinto, pero no había ninguna espada en él y la antigua vaina estaba enmohecida. El espíritu se presentó como el espectro de las Navidades Presentes, siendo de los más jóvenes de los más de mil ochocientos hermanos que tenía.
Ambos viajaron hasta la ciudad y pese al frío que hacía, se respiraba una sensación de calidez y alegría. Fueron a casa de su empleado, Bob Cratchit y vieron a su familia antes de la cena de Navidad. Cratchit tenía varios hijos: dos pequeños, Martha, Peter y el pequeño y enfermo Tiny Tim, quien cojeaba de una pierna. En casa de Cratchit cenaban un pequeño pavo y pudín que cocinó su esposa, asimismo, cantaban villancicos alegremente. Scrooge le preguntó al espíritu si Tiny Tim viviría, pero éste le contestó que de no cambiar su situación, preveía una silla vacía y una muleta abandonada. A Scrooge le dio mucha pena que el pobre Tiny Tim pudiese fallecer debido a su enfermedad.
De allí, partieron a casa de su sobrino Fred, quien festejaba la Navidad en compañía de su familia, brindaba por el tío Scrooge, pese a su negativa y burla respecto a la celebración. Scrooge estaba muy emocionado al ver la reunión, pues jugaban a la gallina ciega y todos se divertían mucho, él deseaba poder estar en el festejo.
De regreso a casa de Scrooge, el espectro comenzó a envejecer y de los pliegos de su manto sacó un niño y una niña: amarillentos, flacos, andrajosos, huraños, lobunos, pero postrados en su humildad. El espectro dijo que eran los hijos del hombre y le recordó a Scrooge las palabras que pronunció con los caballeros que le pidieron caridad en su oficina para los pobres.
En punto de las doce, el espíritu desapareció y Scrooge divisó un fantasma solemne, con sábana y caperuza, que venía, cual una niebla, por el suelo, en su dirección. El fantasma se acercaba lenta y gravemente en silencio, parecía desparramar pesadumbre y misterio. Iba arropado con una prenda negra, que le escondía la cabeza, la cara, su forma, y no dejaba nada visible de él excepto una mano extendida. Scrooge le preguntó si era el espectro de la Navidad por Venir, pero el espectro no contestaba ni pronunciaba una sola palabra, únicamente señalaba con su mano la dirección. Scrooge le seguía en la sombra de su manto.
Primero fueron a la ciudad y escucharon a varios hombres de negocios, que Scrooge conocía, hablar de la muerte de alguien. Después visitaron la casa de un señor que le compraba a unas mujeres las cortinas de cama y ropas del difunto, cual aves de rapiña. El siguiente lugar que visitaron fue la casa de una pareja que discutían sus deudas, dado que la persona a la que le debían, había muerto, sin embargo, cualquier cosa, era mejor que seguirle debiendo al difunto. Posteriormente, fueron a casa de Bob Cratchit y se percibía la ausencia de Tiny Tim y la profunda tristeza que ésta provocaba en sus familiares, asimismo, Bob platicaba que había visto a Fred, el sobrino de Scrooge, quien fue muy amable con él e incluso le ofreció trabajo a su hijo Peter.
Finalmente, fueron al cementerio y el espectro señalaba una lápida en particular, en la cual estaba inscrito el nombre de Scrooge, por tanto, éste le suplicó que le permitiera revindicarse y que de ahora en adelante honraría todas las Navidades. Pese a sus súplicas, el espectro lo rechazaba y en último sollozo de Scrooge, el espectro se convirtió en la columna de su cama, permitiéndole sentirse liberado e infinitamente feliz por esta segunda oportunidad.
A partir de ese momento, Scrooge juró tener siempre presentes a los tres espíritus de la navidad y decidió iniciar un cambio drástico en su vida. Al salir a la calle, comprendió que aquel día era la víspera de Navidad, así que le encargó a un muchacho comprar el pavo más grande de la tienda para enviarlo, en el anonimato, a casa de Cratchit. Inmediatamente después, se encontró con el señor que le habría pedido caridad para los pobres y Scrooge le ofreció una suma muy considerable. No se dilató para ir a casa de su sobrino y pasar la Navidad en compañía de su familia, tal y como la habría visto con el segundo espectro.
A la mañana siguiente, Scrooge esperaba a Cratchit en la oficina, quien llegó un poco tarde. Scrooge lo regañó por su tardanza, pero era parte de una farsa para notificarle que le aumentaría el sueldo y que le ayudaría a sobrellevar los problemas de Tiny Tim.
Scrooge cambió radicalmente, se volvió bueno y generoso. Tiny Tim, quien no murió, tuvo a Scrooge como un segundo padre. A veces la gente se reía del cambio de Scrooge, pero él era feliz.
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