Historias de Terror


LA CASA ABANDONADA


En un pueblo de la Comunidad Valenciana ocurrieron estos hechos cuya noticia llegó hasta el periódico. A mí me lo contó alguien del mismo pueblo.
Cinco chicos se reunieron en una vieja y solitaria casa abandonada en mitad de tierras de huerta con el fin de hacer espiritismo.
Lo prepararon todo, comenzaron, y como en cada sesión que se precie, uno de ellos, el portavoz, hizo la cuestión de inicio: "Si hay alguien que te moleste aquí, dinos quien es y se irá".
El vaso indicó dos nombres, los dueños de los nombres se miraron sorprendidos y se despidieron de los otros tres. Volverían al pueblo caminando. Ya se verían más tarde.
Dejaron a los otros tres con su sesión de espiritismo y conversaron por el camino. Cuando llevaban unos cien metros andados escucharon un ruido y se giraron: la casa caía derrumbándose sobre los tres chicos que se habían quedado en la sesión espiritista.

A LAS 8


El chico en cuestión se llamaba Angel (no exactamente así, pero casi, obsérvese el significado del nombre: ángel). Tenía catorce años, y llevaba unos días en el hospital porque vomitaba todo lo que comía y tenía mucha fiebre. En pocos días de enfermedad su cuerpo se había estirado hasta el punto en que sobrepasaba los dos metros cuando lo metieron en la ambulancia, y tuvieron que flexionar sus rodillas en la camilla.
En el hospital le hicieron muchísimas pruebas buscando una causa. La madre sospechaba de un envenemiento, pero ningún médico supo decir qué tenía. ¡Sólo tenía catorce años y no había comido nada en días!. Su cuerpo no lo toleraba.
El ocho de abril de aquel año, su tía, nerviosa e impaciente porque los médicos llenaban a su sobrino de pastillas y no le curaban ni conseguían averiguar qué le ocurría, decidió irse del hospital y visitar al que fuera su pediatra durante años.
La madre salió a dar una vuelta por los pasillos del hospital mientras Angel hablaba con su hermano y la novia de éste.
- Me voy a morir.
- No digas eso, -le dijo la futura cuñada- aún tienes que venir a nuestra boda.
Cuando la madre llegó no quisieron decirle nada y les dejaron a solas. Angel tomó su reloj, puso la alarma y le dijo a su madre que dejara el reloj sobre la mesilla. La madre se giró, y la alarma sonó.
En ese mismo instante a su tía se le bloqueó el volante en la misma puerta del hospital. Un hombre que apareció de la nada le dijo unas palabras muy misteriosas, y acto seguido ella alzó la mirada y el tipo ya no estaba. El hombre y el bloqueo del volante le hicieron reaccionar y salió rauda del coche para entrar de nuevo en el hospital.
Cuando llegó a la habitación, todos lloraban.
Al sonar la alarma que Angel había puesto a las ocho el día ocho de abril, su alma abandonó su cuerpo, y su madre lo supo desde el mismo instante en que oyó el primer pitido.

VIAJE SIN CONCIENCIA 



En los años setenta, un par de amigas viajaban por la vieja carretera de Ademuz en dirección a La Eliana, un pueblecito -entonces pequeño- con mucho terreno de chalets para veraneantes. Allí una de ellas tenía una casa y era donde se dirigían.
Era por la tarde y conducían con tranquilidad cuando el coche comenzó a hacer cosas raras. La radio se encendió de pronto y una brillante luz blanca se puso sobre ellas. Perdieron el conocimiento ambas, o al menos aseguraron no recordar absolutamente nada.
Al despertar estaban en el chalet, dentro del coche. Salieron aturdidas de él sin recordar cómo habían llegado hasta allí, y al salir comprobaron que el coche estaba como loco: el limpiaparabrisas estaba en marcha, los intermitentes se encendían y apagaban...
Jamás supieron lo que pasó y cuánto tiempo duró aquello, tan sólo podían recordar que salieron a mitad de tarde y que cuando despertaron era de noche y habían llegado a la casa.
¿Abducidas? Seguramente sí.


EL PRESENTIMIENTO


En los años setenta, un par de amigas viajaban por la vieja carretera de Ademuz en dirección a La Eliana, un pueblecito -entonces pequeño- con mucho terreno de chalets para veraneantes. Allí una de ellas tenía una casa y era donde se dirigían.
Era por la tarde y conducían con tranquilidad cuando el coche comenzó a hacer cosas raras. La radio se encendió de pronto y una brillante luz blanca se puso sobre ellas. Perdieron el conocimiento ambas, o al menos aseguraron no recordar absolutamente nada.
Al despertar estaban en el chalet, dentro del coche. Salieron aturdidas de él sin recordar cómo habían llegado hasta allí, y al salir comprobaron que el coche estaba como loco: el limpiaparabrisas estaba en marcha, los intermitentes se encendían y apagaban...
Jamás supieron lo que pasó y cuánto tiempo duró aquello, tan sólo podían recordar que salieron a mitad de tarde y que cuando despertaron era de noche y habían llegado a la casa.
¿Abducidas? Seguramente sí.


LOS RELOJES 


En un viaje de Valencia capital a Cullera, lugar de la costa valencia al que ya estaban casi llegando, un matrimonio sudamericano sufrió un avistamiento del que no fueron realmente conscientes.
Era aún de día y sólo recordaban el sonido estridente de la radio y las luces que se acercaban hacia ellos cegándolos.
Nada más. No recordaban nada más.
Al despertar vieron que estaban en la cuneta, con el coche en marcha y en estado de semisueño. Despertaron y siguieron su camino mientras se preguntaban qué había ocurrido.
- ¿Qué hora es? -preguntó el marido mirando su reloj.
- Las cinco. -Contestó su mujer.- Pero está parado, no puedo asegurártelo.
El hombre se dio cuenta de que su hora coincidía con el reloj de la mujer pero le extrañaba algo: la tarde estaba acabándose, se notaba en el cielo.
Llegaron a los pocos minutos a Cullera y lo primero que hizo el hombre fue entrar en una relojería:
Todos los relojes marcaban las cinco de la tarde, y como el suyo y el de su esposa, todos estaban parados. El dueño iba de uno a otro poniéndolos en marcha, dándoles cuerda, mirando las pilas.
El sudamericano se presentó y le confesó lo que le tenía preocupado, a lo que el dueño de la relojería contestó:
- Hoy ha ocurrido algo extraño, todos los relojes de la tienda se han parado a las cinco de la tarde.


JOAN, LA VIDENTE 


Tan sólo decir dos cosas: una que lo he contado como recuerdo que me lo contaron, y otra que he veraneado también en Cullera, y durante ese tiempo he visto avistamientos como una gran parte de sus habitantes. Algunas veces los periódicos recogían la noticia. Y siempre, siempre, venían del mar y de sus cielos..

En octubre de 1978 desapareció un niño llamado Carl Carter de su casa de Los Angeles, California. La policía barajó varias hipótesis al principio: ¿se había escapado de casa? ¿había sido secuestrado?
Entonces entró Joan en escena de la mano de un policía retirado que sentía la imperiosa necesidad de conseguir algo más, alguna pista por pequeña que fuera. Joan era vidente, y el policía recurrió a ella porque era bastante popular.
Joan les dio más motivos de preocupación: ahora tenían que encargarse de un triple asesinato, porque según ella, Carl estaba muerto y no era el único.
Animada por la policía, Joan dibujó como pudo el rostro del asesino y luego, un artista de la policía, le dió los últimos toques para que el dibujo fuera más preciso. Cuando le mostraron el retrato a los padres de Carl, el hombre dijo: "Se parece a Butch".
Butch. Harold Ray "Butch" Memro. La policía le detuvo en un hora y poco después el asesino confesó haber estrangulado a Carl. Respecto a los otros dos niños, Butch dijo que los había asesinado hacía ya dos años.

VISIONES Y PREMUNICIONES 


Esta historia la vivieron Marjorie Tillotson y su hija Hellen, de 26 años.
Hellen vivía en un edificio de apartamentos al otro lado de la calle donde vivía Marjorie.
Una noche, Helen dormía profundamente cuando se despertó al escuchar fuertes voces. Era su madre que gritaba "¡Helen ¿estás ahí? ¡Déjame entrar!".
Helen se dirigió a la puerta y al abrir se encontró con su madre nerviosa. Marjorie quería saber por qué Helen había llamado a su puerta unos minutos antes.
Helen miró a su madre estupefacta. Ella no había salido, no había ido a casa de su madre, no había llamado a su puerta. Es más, se había acostado a las 11 de la noche y no despertó hasta ese momento.
Marjorie, alarmada, le dijo que aquello no era posible porque ella le había visto y había hablado con ella. Es más, según Marjorie, Helen le dijo que fuera inmediatamente a su casa sin hacer preguntas.
Entonces un estruendo las dejó atónitas y madre e hija corrieron para asomarse por la ventana: en la acera de enfrente, había había un escape de gas y como consecuencia había provocado una explosión en el edificio donde vivía Marjorie!.
Si en el primer caso Marjorie salvó la vida, aquí de nuevo hay un caso de premonición que... será mejor que leáis la historia:
El 20 de octubre de 1966, una niña galesa de 9 años llamada Eryl Mai Jones, le dijo a su mamá que había soñado que iba a la escuela y al llegar vio que el edificio desaparecía, que "una cosa negra la había aplastado". Al día siguiente fue a la escuela como de costumbre y... medio millón de toneladas de carbón de deshecho se deslizaron sobre el pueblo minero matando a 139 personas, la mayoría niños, y entre ellos Eryl.


LA VENGANZA DE CARMEN DESPUES DE LA MUERTE 


En 1933 enterraron a un bella joven de sólo veinte años llamada Carmen en un cementerio de Avila, España. La joven, según decían, había muerto en extrañas circunstancias. No se conocía el motivo de su fallecimiento, pero en el pueblo se rumoreaba que había sido su propia hermana mayor, Angela, la que la había asesinado.
Angela era todo lo contrario a Carmen. Tenía un carácter totalmente distinto, antipático, y además no era bella como Carmen. Parecía constatada la envidia que Angela tenía por su propia hermana, así que el rumor parecía un hecho más que probable.
Y ocurrió que desde el fallecimiento de Carmen, Angela no volvió a descansar. Se cuenta que el espíritu de Carmen la persiguió implacable en todo momento del día y de la noche, acosándola con aire vengativo, recriminándole su fatal acto... el asesinato del que había sido víctima por su propia hermana.
Al parecer, Angela era la única que podía oir a su hermana, la "sentía" en su propia cabeza, y cada palabra pronunciada por el espíritu, le retumbaba en el cerebro produciéndole más ansiedad y más pánico.
Desesperada por aquel tormento, Angela enloqueció y se ahorcó en un árbol a los diez meses de enterrar a su hermana.


EL HOMBRE EN EL BOSQUE 


Cuando era pequeña, esta chica a la que le ocurrió la historia y su hermano, dos años menor, solían quedarse solos en su casona familiar mientras sus padres trabajaban. Vivían en el campo, en una casa grande, y uno de esos días decidieron salir a jugar fuera y terminaron paseando por el bosque, al norte del pueblo de donde vivían.
Un día ambos niños vieron a un hombre sentado en una piedra. En lugar de tener miedo, la curiosidad les hizo acercarse. Aquel hombre era un anciano que vestía una túnica larga y blanca, igual que su larga barba, que le llegaba hasta el pecho. El hombre les vio y les hizo un ademán para que se acercaran. Los niños, confiados, se acercaron al extraño, y curiosamente se sintieron muy a gusto desde el primer momento, como si transmitiera su propia paz.
Sin hablar, el anciano con pinta de profeta, alzó las manos y con gesto de preocupación las posó sobre la frente del pequeño, el hermano menor (de seis años). Cerró los ojos y murmuró algo que ninguno de los dos niños pudo entender. Después se alejó de los niños y desapareció en el bosque.
Al día siguiente aquel hombre fue encontrado muerto por causas naturales bajo un árbol.

LA CASA DE CAMPO 


Mi prima me contó cierta vez, que, en la casa donde ella vivía pasaban cosas malas, que ella presentía que ahí había algo, algo muy malo. Igual mi tía, que decía que desde que llegó a vivir ahí se sentía intranquila y se enfermaba seguido, que en las noches escuchaba ruidos, como rasguños en la pared, los perros aullaban hasta morir, y a veces cuando mi tía salía a ver qué pasaba, veía la figura obscura de un hombre bajo el zapotal de esa casa. Los perros aullaban al contemplar esa figura, y se retorcían en aullidos de terror. Bueno, así pasaba.
Un día decidimos mi abue, mi hermana y yo ir como de día de campo a la casa de mi prima. Cuando llegamos, el lugar era muy bonito, completamente en el campo, cerca había un riachuelo, mucha vegetación, etc. Desde el momento en que llegué me sentí intranquila, no sé, como que había "algo" en el ambiente que no me gustaba nada. Lo raro era, que era en pleno día, como a las 12 o 1 de la tarde y se sentía un miedo.... una sensación de pesadez.
Recuerdo que jugábamos con las Barbies en los lavaderos bajo una cobacha, entonces mi prima y mi hermana salieron a traer algo y me quedé sola. Empecé a sentir un miedo indescriptible, nunca había sentido algo así, presentía que algo o alguien estaba detrás de mí, viéndome, mirándome, entonces salí precipitadamente, con el corazón en un vilo, porque sentí que si permanecía un minuto más ahí, sola con "eso" atrás de mí íba a ver algo que haría que me muriera de terror.
A la semana, mi prima y mi tía abandonaron la casa porque les contaron que ahí otras personas veían al Diablo, veían como que había un incendio, escuchaban gritos, y muchas cosas más, y alguien más le dijo que los antiguos dueños de esa casa, igual salieron huyendo de algo que los atormentaba, todos los días, día y noche. No sé a ciencia cierta qué sucedió en ese lugar, que hasta la fecha sigue inhabitable.





CASTIGO DEL TIEMPO


Momentáneamente, el aislado cuarto sin ventanas quedó envuelto en la penumbra a causa de una violenta variación en el voltaje. Un clic metálico se escuchó de pronto, y una nube de color verdoso brillo bajo la pálida luz de una lámpara de escritorio. Roger Krankeit sonrío complacido; no tenía fuerzas para más. Su mayor invento, finalmente, estaba hecho. Después de días y noches de trabajo y sufrimiento, la mayor creación de la imaginación humana había tomado forma: Krankeit acababa de inventar la tan soñada máquina del tiempo. Orgulloso, contempló con deleite el pequeño artilugio lleno de cables y minúsculos botones. Era pequeño, en efecto…perfecto para ser utilizado cuando Krankeit lo dispusiera; perfecto para cumplir todas las posibilidades que había imaginado. Podría viajar al pasado y absorber el conocimiento de las épocas y los grandes científicos. Conocería a Bohr, Einstein o al mismo Galileo. Mejor aún, viajaría al futuro y utilizaría sus conocimientos para aplastar a los hombres de ciencia modernos…podía hacer todo lo que quisiera.

Pero la ambición de Krankeit fue más allá de lo que había imaginado hasta entonces.
Sus pensamientos formaron una idea ansiosa y punzante: iría hasta el momento en que el hombre apareció en el mundo. Contemplaría a los primeros humanos y, tal vez, hasta podría convertirse en una figura de adoración al revelarles secretos y enseñanzas. Sí…sería un Dios para ellos.

El artilugio emitió un largo zumbido y dejó escapar una nube de humo amarillento por su punta en forma de espina. Estaba ansioso por ser utilizado…
¡Al diablo el presente! Krankeit escaparía hacia el pasado y formaría su propio futuro, un futuro en que el fuera el hombre más grande. Presionó algunos botones y su máquina quedó lista para el viejo. Antes de ello, Krankeit se dirigió hacia un destartalado escritorio y tomó un viejo y pesado revólver de calibre .45 Colt.
Potencia, justo lo que requería para su expedición. No sabía con que bestias prehistóricas podía enfrentarse…lo mejor era ir bien preparado. Guardó el arma en un bolsillo de su blanca bata de laboratorio y tomó entre sus brazos al pequeño artilugio. Bajó un par de palancas e –inmediatamente- una niebla obscura y espesa cubrió sus ojos.

Una nausea terrible se apoderó de el y sintió que la cabeza se desprendía de su cuello. La niebla, poco a poco, comenzó a disiparse, y Krankeit pudo ver con claridad. No se encontraba ya en su miserable cuarto de trabajo. Ante sus ojos se extendía una llanura gigantesca y solitaria. En el cielo brillaban tres soles anaranjados, y una serie de arbustos completamente desconocidos poblaban el suelo fértil, hirviente de insectos negros y asquerosos. Algunas cuevas, probables refugios de bestias, podían ser observadas a lo lejos, y Krankeit dirigió sus pasos hacia ellas; la fascinación inicial se había convertido en la ansiedad del descubridor. Al acercarse a una gruta y encontrarla vacía, escuchó un ruido sordo que provenía de su espalda. Giró su cuerpo y dejó escapar un grito al observar la cosa que había estado detrás de el. Un ser horrendo, semejante a un mono deforme, lo miraba detenidamente con unos ojos gigantescos y brillantes. El ser caminaba a cuatro patas, siendo estas velludas y enormes, como las de un gorila. El monstruo abrió su horrenda boca, dejando ver una hilera de dientes putrefactos y una lengua negra, mientras emitía un aullido temible, salvaje. Krankeit no esperó más. Con un movimiento rápido echó mano de su revólver y descargó un tiro contra la bestia. La detonación sonó brutalmente, y el eco se encargó de repetirla. El monstruo cayó al suelo, herido fatalmente. Por un momento intentó arrastrarse por el suelo, dejando un camino de sangre verde y hedionda, pero Krankeit apretó el gatillo de nueva cuenta. La bala penetró en uno de los ojos de la bestia, destrozando su cerebro y matándolo finalmente. Todo quedó en profundo silencio después. La pequeña máquina del tiempo gritó a su manera, con un zumbido profundo y metálico. Sobresaltado, Krankeit contempló con horror como el artilugio comenzaba a desmoronarse poco a poco. Como si un terrón de polvo deshecho por el viento se tratara, la máquina desapareció con lentitud, quedando en su lugar el vacío más completo. Por un momento
Krankeit quedó en shock, pero eso duró poco, puesto que no pudo evitar llorar de pánico al ver que él mismo se desintegraba. Manos, piernas, brazos…su cuerpo se deshacía inevitablemente, hasta que no quedó absolutamente nada. En la llanura silenciosa, sólo permanecieron los insectos, que quedaron destinados a dominar la tierra desde ese momento. Miles de años de civilización humana se desintegraron con
Roger Krankeit. Con su pesado revólver .45, había matado al primer antepasado del hombre.




EL BAILE ETERNO

La música ha empezado a sonar, recuerdo los pasos que han de acompañarla. La melodía
me invade. Ya alcanzo a oír las llaves en el pasillo. Las ha introducido en la
cerradura. Está a punto de entrar. Ésta va a ser otra noche gloriosa. Mi cuarta
noche gloriosa.

Escucho sus pasos dentro del piso, su jadeo por venir corriendo por la oscura calle
bajo esta incesante lluvia. Deja las llaves en la entrada, junto al bolso, en una
especie de mueble cuyo principal fin es realizar esa función. Suspira, se siente
segura.

Cuelga el abrigo, empapado, en el perchero que se encuentra al lado de la puerta, en
la misma entrada, a la vez que observa el paraguas en el paragüero con cierta
incertidumbre, pensando quizás “yo calada hasta los huesos y tú calentito dentro de
tu casita”. El mundo no siempre es justo.

Descubro que el mueble de la entrada no es tan sólo un mero apoyo para dejar las
llaves. Se quita los zapatos, negros, de tacón alto, sin duda elegantes, y los mete
dentro de aquel mueble.

Una vez descalza se dirige hacia el salón, cuyo suelo está recubierto por una gran
alfombra que no deja ni un resquicio para ver el color de las baldosas, y se mete en
una de las habitaciones que comunican directamente con aquella sala. Es un piso
pequeño. Hay dos puertas en dicho salón: una que comunica con su habitación y otra
tras la que se encuentra el cuarto de baño.

Ahora la puedo observar en su habitación. Se está desvistiendo. Se quita la ropa
empapada y la va dejando encima de la cama. Primero la camisa blanca de seda, que
ofrecen unas transparencias de las que me cuesta retenerme y esperar al momento
oportuno, después la falda negra, ajustada, marcando unas exuberantes curvas en su
cuerpo, tras ella se deshace de las medias, quedándose tan sólo en ropa interior,
blanca, por supuesto, concordando con aquella camisa despojada en primer lugar. No
tarda en desabrocharse aquel sostén y en desprenderse del minúsculo tanga que apenas
tapaba algo. Cada vez me resulta más difícil aguantar, pero una obra caritativa
siempre ha de hacerse en las mejores condiciones, hay que esperar al momento justo,
aunque la música se escucha cada vez más alta, con más fuerza y belleza. Abre el
armario, saca de allí ropa cómoda y se viste con ella rápidamente. Cada vez queda
menos.

Sale de la habitación para dirigirse esta vez hacia el baño. Lleva el pelo empapado
cuando se mete, pero al salir puedo ver que su cabello negro está mucho menos
mojado, aunque no totalmente seco.

Vuelve a dirigirse hacia su habitación, pero ahora sale de allí muy rápidamente y se
desplaza hacia la entrada, donde hay una puerta que comunica con la cocina. Entra y
desde el lugar donde me encuentro puedo oír cómo abre y cierra el frigorífico y cómo
abre y cierra el cajón de los cubiertos. Algo ha cogido para comer.

Ahora regresa al salón, enciende la tele y pone una película en el DVD. Se sienta en
el sofá y puedo ver que lleva en sus brazos una gran tarrina de yogur de frutas
variadas y desnatado. Ella no me ha visto. Todo está saliendo perfecto.

En aquel momento salgo de detrás de las densas cortinas que están situadas a cinco o
seis metros del sofá que ella ocupaba. Me acerco sigilosamente, cual leopardo
acechando a su presa. Un paso… dos… tres… Pero algo se me escapó. Encima de la
televisión había una vitrina, cuyas puertas eran de cristal. Por culpa de tales
puertas se reflejó mi rostro y ella se giró rápidamente gritando despavorida.

Empezó a lanzarme todas las cosas que encontraba por la casa, sabiendo que nada de
lo que me lanzara detendría el destino. Su llanto la delataba. Ella estaba preciosa
y yo sólo estaba allí para ayudarla.

Me abalancé sobre ella con el fin de parar sus continuas agresiones. Debo reconocer
que era una chica valiente. La tiré al suelo y le pegué varios puñetazos en la cara,
quizá seis o siete. Se quedó inmóvil sobre aquella alfombra. Todavía respiraba.
Todavía sufría. Aunque cada vez menos.

La levanté con mis brazos y la tumbé en su cama. La até, como a las otras. Comenzaba
el ritual.

Limpié su cara llena de sangre y pude volver a ver aquel bello rostro, aquel rostro
eterno. Su mirada estaba perdida, aún no me decía nada. Antes de comenzar a bailar,
esperaré.

Ahora me mira, se siente asustada, pero pronto estará aliviada. Por fin me habla su
mirada, qué sensación única vivo en estas ocasiones.

“Tranquila, que yo sólo he venido aquí para ayudarte”, le dije de buenas maneras y
susurrando. Pero ella comenzó a gritar de nuevo, como una loca histérica. No ponía
las cosas fáciles. Lo único que ganó con eso es recibir un nuevo puñetazo y taparle
la boca con cinta aislante. Ahora el silencio nos unía. “Ahora vuelvo”, volví a
susurrar.

Fui a la cocina, busqué el cuchillo más afilado que tenía y volví a la habitación,
donde ella me esperaba impaciente. Al verme con el cuchillo se alborotó demasiado.
Su mirada no sólo me decía que tenía miedo, sino también angustia, agobio e,
incluso, sumisión. Son reacciones típicas en los primeros momentos. Comenzaba el
baile.

“No te preocupes, no va a durar mucho, aunque al principio quizá te duela algo”.
Estaba totalmente excitado. Sólo pensaba en su eternidad, en qué diría mañana de mí
la prensa. Seguro que me tratarían esta vez como un buen hombre. Una persona que
intentaba ayudar a la gente.

Hundí la punta del cuchillo en su muñeca derecha y a partir de ahí comencé a dibujar
su cuerpo con aquel utensilio que utilicé las veces anteriores, pero que siempre
tome prestado de aquellas chicas. Subí hasta el hombro derecho y bajé por tal
costado hasta llegar a su tobillo. Tras ello volví a subir hasta el ombligo y a
bajar por la pierna izquierda hasta su otro tobillo. Subí por aquel costado hasta
que llegué al hombro, donde empecé a pasar el cuchillo por su brazo izquierdo hasta
la muñeca.

El ritual estaba apunto de terminar. El dibujo estaba casi hecho. Ella seguía viva,
pero cada vez más débil, su sangre iba saliendo de su cuerpo para depositarse por
toda la cama y el suelo de la habitación. Ya apenas se movía y se quejaba. Sabía que
yo sólo la iba a ayudar, ya se sentía más aliviada. Me encanta esta sensación.

Decidí terminar con el baile y con su cuchillo le acaricié el cuello. Ya no
respiraba, ya no se movía, ya no sufría. El baile casi había terminado, pero aún se
escuchaba un poco de música.

Le robé el rostro a aquella preciosidad. Estará eternamente agradecida. Su rostro
permanecerá perpetuo pase lo que pase. Yo lo guardaré, junto al de las otras tres
chicas anteriores. Pero he de seguir aliviando el sufrimiento de esas mujeres que no
quieren envejecer; que tienen miedo. Yo las voy a ayudar.

Mi padre tenía razón. Así quedarán bellas eternamente. Como mamá.




EL HOMBRE DEL SACO


Eran cerca de las nueve y papá vino a darme las buenas noches. Mamá era la que siempre me acostaba y él venía cuando iba a ponerse el pijama, con lo cual no era de extrañar verlo desabrochándose la camisa o los zapatos.

- Mañana, partido- Me dijo sonriente mientras me acariciaba la cabeza.
- Sí...- Dije felizmente sin ocurrírseme nada que decir.
- Bueno, te dejo que descanses. Acuérdate mañana de desayunar bien.- dijo acariciándose la pequeña calva que le estaba saliendo. Cada vez que mi padre me daba un consejo, se me quedaba grabado en la cabeza.

Se despidió con un beso en la frente y cerró la puerta. Era extraño pero cada vez que la puerta estaba cerrada, sobre todo de noche, no parecía mi habitación. Era como si me encontrase de repente en un sitio aislado de toda la casa, lejos de todo el mundo. La lámpara de cera que me habían regalado por mi cumpleaños contribuía a ello, pues proyectaba extrañas sombras con movimiento dentro de una luz verdosa que empapaba todo el cuarto. En mi despertador de las Tortugas Ninja, el segundero sonaba con violencia aunque normalmente no me percataba de su existencia. A lo lejos oía la voz de mis padres y una suave melodía, aquella noche no parecían querer ver la tele.

Tumbado boca arriba en la cama, pegué un poco la barbilla a mi pecho y miré la ventana. Desde aquel sexto piso (y desde mi cama), lo único que veía era la luna suspendida en el aire, incompleta, sin fuerzas para dar luz. Giré la cabeza hacia la derecha y miré la puerta en la pared del pequeño trastero. Allí estaban mis juguetes y en noches como esa, en las que papá y mamá no veían la tele, se oían terribles gemidos y ruidos.

Deseé con todas mis fuerzas que aquella noche no oyera nada, pues empezaba a sentir pánico y aunque luego de día no recordaba nada, algo me hacía pensar que si esa noche volvía a tener pesadillas lo recordaría para siempre.

Pasó mucho tiempo sin que pasara nada. De vez en cuando oía alguna risa de mamá, como si papá le contara cosas graciosas y la música seguía sonando, aunque canciones distintas. El sudor frío se hizo presente en mi nuca y espalda cuando empezaron los ruidos. Eran ruidos extraños, como muelles oxidados y alguien dando pasos dentro del trastero. Ya no oía a papá ni a mamá. De repente empezaron aquellos gemidos y creí que la puerta del trastero se iba a abrir...

- ¡Papaaaaaaaaaaá!- Grité con todas mis fuerzas.

Los ruidos cesaron repentinamente, como si el sólo hecho de llamar a mi padre los aterrase. En unos instantes estaba en mi cuarto y con la luz ya encendida, me abrazaba y escuchaba mis explicaciones.

- Pero tranquilo, el hombre del saco no existe- dijo disimulando una sonrisa.
- Sí, si que existe. ¡Yo lo oigo!- Le expliqué. No me gustaba que pensase que eran “cosas de niños”.

Entonces mi padre me guiñó el ojo y se me acercó al oído para susurrarme: “Bueno, pues si existe, yo lo cazaré”. Acto seguido se levantó y se dirigió hasta mi puerta. Luego salió y me miró.

- Bueno, hasta mañana. Recuerda que los monstruos no existen- dijo en voz alta. Luego volvió a entrar en mi cuarto sin hacer ruido y cerró la puerta. Se sentó en la esquina de la pared de la puerta y la del trastero y se llevó el índice a los labios, indicándome que guardara silencio. Todo parecía un juego para él.

La lámpara de cera volvió a hacer de las suyas. Esta vez ya no se oía la música y por supuesto tampoco hablaban papá y mamá. Todo era un escandaloso silencio, a excepción de mi despertador que no hacía más que acelerar mi pulso. Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac...

La luna aparecía y desaparecía tras mis párpados y éstos parecían más pesados cada vez. Pero cuando estaba a punto de dormirme, los ruidos comenzaron una vez más y miré con los ojos como platos a mi padre.

Papá no me miró pero puso la cara que ponía cuando el mando de la tele no funciona. Se puso de pie y dio dos pasos, hasta quedar delante de la puerta del trastero. Los gemidos empezaron y mi padre, sin pensárselo dos veces, abrió la puerta del trastero. La luz de la lámpara de cera no parecía entrar en el trastero y la oscuridad era más recalcada en él. Al abrir la puerta, los ruidos se agigantaron un poco y yo comencé a estremecerme en la cama.

- ¿Papá...?

Papá se giró y puso de nuevo el índice delante de su sonrisa, como si no quisiera que lo sorprendiesen porque estaba a punto de gastar una broma. Entonces algo brilló dentro del trastero y escuché un pequeño silbido. Un segundo después, la cabeza de mi padre, desprendida del cuerpo, chocaba contra la lámpara de cera, haciéndola añicos y todo se envolvió en oscuridad.

Fui incapaz de reaccionar, me quedé petrificado mirando la forma negra en el suelo que era la cabeza de mi padre. En la penumbra empecé a escuchar un goteo y pensé que era de sangre. Algo salió del armario y al andar hacía aquellos ruidos extraños que se oían en el trastero y resonaban con estrépito en mi cabeza. Avanzó hasta donde yo miraba, cogió la cabeza de mi padre y la metió en un saco que arrastraba y donde parecía llevar otras cabezas. Luego volvió al trastero haciendo los mismos ruidos y cerró la puerta tras de sí.

En breves instantes mi madre entraría en mi cuarto para ver si todo iba bien y encendería la luz. No tenía ni idea de cómo explicarle lo que había sucedido.



EL MERODEADOR DE CEMENTERIOS

Fue en una noche oscura y gris, cuando el viejo Raúl decidió dar sepultura a aquel joven, muerto en extrañas circunstancias. El frío era cada vez mas intenso, y la niebla se adueñaba del pequeño cementerio del norte de Portugal.

- una lástima lo de este chico eh Raúl, tan joven y nadie que de cuenta de él, pero bueno así es la vida, entiérralo mañana a primera hora y asunto concluido, ya ha estado en la morgue dos semanas y tengo otros clientes esperando, jajaja... - La voz de Lucas, el dueño de la funeraria, se podía escuchar a cien millas a la redonda, mientras comía ansiosamente un bocadillo de jamón y queso llenando su camisa de migas y poniendo todo el suelo de la pequeña oficina perdido. Y, efectivamente, así era, nadie había dado cuenta del joven cadá ver. Incluso, el gordo se había molestado en poner anuncios en la prensa local sin éxito, mientras degustaba un buen par de bocadillos de jamón y queso. 
Al escuchar las palabras de Lucas, el viejo Raúl recordó que los martes a primera hora tenía partida de dominó con sus amigos de la Fundación, y desde luego, por nada del mundo se iba a perder lo que, para él, era su única satisfacción en esta vida, además, su viejo amigo Pedro le debía una alta suma de dinero y, por fin, este jueves iba a saldar su cuenta pendiente.

Así fue como nuestro amigo Raúl se las ingenió para desobedecer la orden de su corpulento jefe, llamaría a su viejo amigo Pedro y entre los dos, enterrarían a ese pobre muchacho muerto en extrañas circunstancias.

Por fin, llegó la noche y los dos viejos se dispusieron a hacer aquel trabajo lo más rápido posible, no sin antes saborear una buena botella de vino tinto. Mientras Raúl tiraba tierra sobre el ataúd, creyó escuchar el sonido leve de algo que se movía debajo de la tierra, un ruido seco, como el de unas uñas arañando madera. 
- ¿has oído eso viejo?, dijo Raúl. 
- ¿he oído el qué? contestó Pedro.
-¿no lo has oído?
- ¿no he oído nada, y si lo que quieres es asustarme, lo estas consiguiendo, así que coge la pala y acabemos con esto de una vez - Raúl siguió su trabajo pensando que, quizás se había excedido con el vino, y pensó que, la poca costumbre de trabajar de noche le habría jugado una mala pasada. A los cinco minutos, los ruidos se hicieron mas fuertes, y, esta vez, Pedro también los escuchó.
- vámonos de aquí, no me gusta nada esto viejo.

Los dos accedieron a dejar el cementerio de inmediato, Raúl se adelantó para cerrar la oficina y Pedro se quedó en una esquina del cementerio esperando a su compañero.
Cuando éste llegó a la esquina, vio que Pedro había desaparecido, miró al suelo y observó unas manchas de lo que parecía ser sangre fresca. El corazón de Raúl latía tan fuerte que a punto estuvo de sufrir un infarto.

-respira viejo, respira profundamente, lo vamos a conseguir - se decía a si mismo Raúl, mientras corría hacia el coche, en la salida del cementerio. Miró hacia atrás y vio la sombra de algo que lo perseguía velozmente. Cuando le quedaba muy poco para llegar al coche, su corazón no aguantó mas y se paró. Allí mismo, tumbado boca abajo se quedó el pobre Raúl, mientras la niebla se diluía por el norte, sin poder jugar más su querida partida de dominó de los martes por la mañana. 

Meses mas tarde, los compañeros de Pedro y Raúl recordaban los buenos tiempos en los que, los dos amigos reían juntos mientras jugaban una partida. Un día, Mariano, amigo de la Fundación, decidió tomarse unas vacaciones a las islas Madeira, y cual sería su sorpresa al encontrarse en la piscina - casino del hotel a Pedro acompañado de una persona gruesa que comía bocadillos de jamón y queso ansiosamente mientras jugaban una partida de poker acompañados por dos hermosas Isleñas.



EL NUEVO JUGUETE

Cuantas veces se culpa a la conciencia de los malos actos. Esas voces
internas que nos consumen y que nos hacen incluso llorar.

Carlitos era un chico retraído, normalmente medicado por sus padres para combatir su
síndrome del niño mal atendido. Su casa aparentaba ser el hogar perfecto y no mucho
menos la presencia de sus padres.

Muy alejados de los problemas de su hijo, el egoísmo (como pensaba Carlitos) les
hizo pensar en otro integrante mas para la familia. 
Así, el transcurso de un embarazo lleno de cuidados y mimos se cumplió, dándole a
Carlitos a finales del noveno mes la buena noticia de un nuevo hermanito.

La llegada del nuevo inquilino a la casa fue anunciada con bombos y platillos. La
alegría inundó la casa. 

Pero en uno de los rincones de la casa, debajo de la alacena, se encontraba triste y
rabioso Carlitos, el lugar de los ratones, le llamaba.

Una presencia que enturbiaba su joven mente le incitó a "jugar" con su nuevo hermanito.
La cuna se veía tan tentadora de cruzar. Armado con un pica hielos se dispuso a
visitar a su fraterno mientras los adultos celebraban la buena nueva en la sala de estar.

Para este momento la noche ya había cubierto al barrio. Que mejor cómplice y
escondite que las sombras y cortinas de la habitación de su hermanito.

La misma voz que lleno de ira a Carlitos volvió a aparecer, ensuciando sus oídos con
crueles palabras.

Carlitos cruzó la reja de la cuna, moviendo la colchoneta e inquietando al bebe...

El llanto del recién nacido se hizo presente pero muy inteligente Carlitos con un desliz activo el móvil que hizo irradiar sonrisas al pequeño.

-Hola bebé, soy tu hermano mayor, ¿Quieres Jugar?. Dijo Carlitos.

El bebé entretenido por las luces de su juguete sonreía y retozaba hasta que...

Con un movimiento sagaz, Carlitos perforó con todo su coraje las manitas del bebé, tanta fue su rabia que sin dedos dejo al infante...

El niño lloraba, el dolor insoportable le hizo emitir llantos y gritos.. Pero con
los peluches de su cuna, Carlitos le tapaba la boca.

En un cruel frenesí masacró al recién nacido. La cuna se tiñó de rojo y con la sangre Carlitos se divertía.

Las vísceras y miembros eran un entretenimiento para él. 

El trágico suceso no fue percibido, hasta que su abuela quiso ir a despedirse de sus encantadores
nietos...al no encontrar a Carlitos en su habitación se dirigió al cuarto del bebe.

Al encender la luz vio el charco de sangre de la cuna que estaba cubierta con un
edredón de pequeños ositos bañados de carmín.

El grito de la abuela alertó a los demás y todos se dirigieron a la habitación.

No podían creer lo que sus ojos les hacían ver...

Mientras, Carlitos con su macabra sonrisa cual si hubiese recibido un juguete más decía:

Mira papá... Mira mamá... Desarmé a mi hermanito!!!



NO LO LEAS

Era una fría y oscura tarde de invierno, estaba un poco mareado. Así que decidí acostarme, no eran más de las seis, pero así lo hice.

Me encontraba en una larga y oscura sala en la cual abundaban los libros de magia negra y brujería, en ese instante se me vinieron las débiles palabras de mi abuelo Mauricio antes de morir: “no lo leas”, yo no le encontraba sentido a esas pocas palabras, así que decidí explorar la gran sala. 

A medida que avanzaba una débil brisa me producía escalofríos, seguía caminando hasta llegar a un camino sin salida y adornada con una estatua de marfil, era muy raro ya que en el suelo había dibujado un tablero de la famosa ouija y en la parte posterior habían dibujado unas palabras escritas en latín o eso era lo que yo pensaba, comencé a leerlas aunque me costaba mucho trabajo…fue entonces cuando escuchaba unas voces de fondo que me decían: Pedro despierta, ¡¡¡¡Pedro quieres despertarte de una vezzzz….!!!!

De repente di un sobresalto y mi madre y yo nos pegamos un chocazo en la cabeza y a
ambos nos salió un gran “chichón”.

Decidí ir esa noche a la discoteca para despejarme un poco con mi amiga Carmen y le conté el extraño sueño, ella no paraba de reírse, en cambio yo no le veía la gracia pues tenía el presentimiento de que algo no muy bueno iba a ocurrir. No paraba de pesar en las dichosas palabras de mi abuelo así que decidí preguntarle a mi padre la causa del fallecimiento de mi abuelo, se quedó muy pensativo durante varios segundos y me dijo que eso ya me lo iría contando con el paso de los años, pero yo le dije que quería saberlo en ese mismo instante, pues una cosa muy extraña relacionada con sus últimas palabras me
estaba ocurriendo y me preguntó que era y de nuevo expliqué mi sueño y se dio la vuelta sin decirme palabra en el resto de la mañana.

Al día siguiente, me enteré de que mi abuela había muerto en un accidente de tráfico cuando se dirigía a mi casa… fue entonces cuando mi padre me explicó la causa del fallecimiento de mi querido abuelo: Había muerto 12 horas más tarde de hacer la ouija pero la causa no se llegó a saber aunque mi padre me dijo también: “no lo leas” y desde entonces mi padre piensa que fue porque él había leído algo que no tenía que haber leído. Yo también lo pensé y en ese mismo instante vi una sombra pasar a mi lado, el miedo me invadió de repente, no podía moverme, quería seguir a la sombra pero algo en mi interior me decía que no lo hiciera, me armé de valor y la seguí, salió de mi casa y me llevó a un lugar en el cual yo nunca había estado, otra sombra pasó por mi lado y sentí un gran escalofrío como el que sentí en aquel sueño tan extraño…la sombra entró en una casa totalmente deshabitada, yo tenía más miedo que antes y sin saber por qué me desmayé y mi cabeza pegó un porrazo contra el duro asfalto de la carretera…

Hacía mucho frío, allí estaba mi abuelo, corrí hacía él pero era imposible alcanzarlo, a medida que corría, su cuerpo se alejaba más y más… y sólo escuché unas palabras que me dijeron: no te comuniques con mi mundo, es muy peligroso, ya lo entendía, todo encajaba, mi abuelo se encontraba encima de un misterioso tablero que era el de la ouija y éste me quería decir que no jugará con esas cosas.

Me encontraba tendido en el jardín de la misma todo había sido un sueño y vi que algo turbio estaba asomado a la ventana de la última planta de la casa. Me armé de valor y decidí entrar…me encontraba en la famosa sala y todo estaba ahora lleno de extrañas sombras que se movían con una gran lentitud…estando ya encima del tablero donde pude distinguir las extrañas palabras que mi abuelo me dijo que no leyera, pero no le eché cuenta y las leí, sentía como si mi alma no pudiera con mi cuerpo, estaba muy cansado, sentía como si me rajaran todo el cuerpo, como si me quitaran la vida, y así fue, allí estaba mi abuelo, riéndose a carcajadas, yo no lo entendía pero fue cuando él gritó las mismas palabras que estaban escritas sobre el tablero: “Si vous estez que reler la paser no pooyiez de la vier”, ahora si que lo entendía todo mi abuelo sabía que más tarde o más temprano las leería(pues el ser humano es así de curioso y estúpido) así que dijo que no lo leyéramos para hacer que pareciera que era muy inocente y que quería salvarnos, pero allí estaba yo muerto sin poder hacer nada y mis últimas palabras fueron: “no lo leas”, esperando a que otro tonto lo leyera para reencarnarme en su propio cuerpo….

“…el mayor error de todos fue que la leyenda dice que será castigado todo aquel que
lo leyera, así que desafortunados ya sabéis lo que os espera…”.




NO HARE LA OÜIJA

Hace mucho tiempo, cuando estábamos en el colegio, uno de esos días en que te aburres y no sabes que hacer, a mis compañeras y a mi, nos dio por hablar de espíritus y demás cosas a la hora del recreo, hasta que se nos ocurrió quedar por la tarde para hacer la ouija, yo ya la había hecho anteriormente con resultados que no me agradaron mucho, esa misma tarde nos dirigimos a casa de Lidia, ella tenía un local donde haríamos la sesión, allí estábamos yo, Lidia, Irene, Elena y Rocío. 

Hicimos una ouija de papel, cogimos un vaso de cristal e iniciamos la sesión. Yo era la que siempre hablaba, preguntábamos y nos contestaba, su nombre era Elena Padre, nos resultó gracioso que se llamase como una de nosotras, al principio todo muy bien. Elena Padre, nos hablaba normal, nos ayudaba y nos decía cosas buenas que nos pasarían. Llegamos a estar tan enganchadas a la ouija que realizábamos sesiones todos los días para poder hablar con ella.

Un día tuvimos la ocurrencia de que se nos manifestase y nos dijo que se pondría justo al lado de uno de los sofás que habían en el local, todas fuimos a verlo, y así fue se veía como una nube borrosa en el lugar que nos indicó, Rocío quiso tocarla y sintió como pasaba por sus brazos un fuerte escalofrío y todas las que estábamos allí vimos como se le erizaban los pelos. Todas prosiguieron a tocarla menos yo. Después de ese día, Elena Padre me repetía una y otra vez que no había querido tocarla, llegó un punto que sentí miedo ante tal insistencia, a raíz de eso, una tarde de buenas a primeras me dijo que nunca tendría hijos, desde ese día dejamos de hacer la ouija, pero nada volvería a ser igual.

Un día, estábamos las cinco en clase y de repente todas nosotras empezamos a sentir mucho frío, en pleno mes de junio, nos mareábamos a la vez, las cinco nos pusimos enfermas y a cuatro de nosotras las tuvieron que ingresar en el hospital, aún que a mí no me ingresaron.

Lo que más me ha dolido, es que a día de hoy, todas tienen uno o dos hijos y yo he tenido ya seis abortos naturales, al parecer ha tenido razón o quizá no le sentó bien que no la tocase. Lo único que se, es que de los seis abortos, dos los perdí estando de ocho meses y han sido un palo muy grande para mi. De una cosa estoy segura, y es que nunca más volveré a hacer la ouija.



666

Estaba escrito que el fin del mundo, el Apocalipsis, llegaría por obra del hijo de Satán, el Anticristo. Satán, como ya había hecho en anteriores ocasiones a lo largo de la historia, viajó al mundo terrenal con apariencia humana. Como las otras veces, buscó una mujer joven y fuerte para que fuera la madre de su hijo. Tenía que ser una mujer casada, y que mantuviera relaciones con su marido periódicamente para no despertar sospechas. Se encaprichó de una joven rubia y atlética, muy atractiva. Entró en su casa y la poseyó practicando el sexo más salvaje y depravado que se pueda imaginar. Satán con su malvado poder hizo que su mente lo olvidara, y nueve meses después nació su hijo. Su nombre era Software. Este niño empezó a prepararse para su misión estudiando a sus hermanos de tiempos pasados: Atila, Gengis Khan, Hitler… Todos ellos fueron hijos de Satán que fallaron en su misión. Al igual que ellos se preparó para ser un gran líder y formar un poderoso imperio. 

Creció observando a los humanos para conocer sus debilidades, haciéndose pasar por uno de ellos, ganándose su confianza. Viendo que todos sus hermanos fallaron a pesar de haber construido grandes imperios, decidió cambiar de táctica. Su imperio no debía ser militar. Se fijó en el posible potencial de la industria informática, y vio en ella su medio para dominar a los humanos. Utilizando su poder sobrenatural, empezó a apoderarse de diversos sectores de esta industria, y logró formar un poderoso imperio informático. Ya formado, el Imperio extendió sus malévolos tentáculos introduciéndose en todos los campos empresariales e industriales. En poco tiempo toda la economía mundial estaba bajo su poder. Ninguna empresa, ningún banco, nada podía funcionar sin los programas informáticos del Imperio. Incluso estaban bajo su dominio usuarios particulares en sus casas. El Imperio llegó a tener más adeptos que cualquier religión del mundo. 

Como una secta destructiva, obligó a sus súbditos a pagar un tributo cada poco tiempo. Había que comprar actualizaciones de los programas continuamente, pues estos se quedaban obsoletos en cuestión de semanas. Todos los programas del Imperio fueron la droga más usada del mundo. Prácticamente todo el planeta estaba enganchado. Software en su trono se reía viendo como los pobres humanos intentaban inútilmente manejar sus productos. Pero estos fallaban inteligentemente, arruinando proyectos, trabajos, vidas. Todo el planeta sufría pero no podía hacer nada, eran adictos a las drogas informáticas del Imperio. 

Pero esto no era suficiente, el broche final para llevar a cabo su plan fue el "Efecto 2000". Algunos profetas lo predijeron, y los humanos aterrados intentaron prepararse para ello durante meses, pero fue inútil. El 31 de diciembre de 1999 a las 00:00 h, cuando comenzó el año 2000, empezó también el Armaguedón. Todos los ordenadores fallaron, la industria y la economía se colapsó, la electricidad dejó de funcionar, los trenes descarrilaron, los aviones se estrellaron… Los misiles de todos los países se dispararon controlados por los ordenadores, destruyendo todas las fuerzas militares y policiales del mundo. El caos y la destrucción reinaron en la Tierra. La ley había sido eliminada, los humanos empezaron a pelearse por comida y ropa. Pero había desaparecido todo vestigio de humanidad en ellos. Ya no eran humanos, se comportaban como alimañas egoístas y enloquecidas, peleándose y matando por un trozo de pan. Software había triunfado. 

Por fin un hijo de Satán se había apoderado del mundo. La risa de Satán resonaba ensordecedora en los confines del infierno. Dios observaba apenado como su creación se había destruido. Pero aquello no fue el fin del mundo, fue un nuevo origen. Satán mandaba ahora y Dios era el que debía actuar en las sombras. Se había producido un cambio de Dirección General, y aquello era solo el principio…   



INSOMNIO

- No debo dormir -se repetía-. No seré alimento de esa ponzoñosa arpía.

De que aquellos ojos profundos de mirada insostenible lo estaban esperando en el vacío de sus sueños, se encontraba convencido. Y esto le provocaba un sentimiento de terrible angustia.

Incluso a él que entendía la venganza como propia de los espíritus nobles, la tortura a la que estaba siendo sometido se le antojaba como la más cruel y desmedida de cuantas puedan ser imaginadas.



Prefería contemplar la descarnada Luna, como ojo demoníaco entre la negrura envolvente del abismo enlutado, y su palidez inmaculada cuya blancura es más siniestra que las tinieblas de lo subterráneo; a abandonarse a merced del sueño. 
Muchos y muy lánguidos fueron los gemidos de las entrañas del alma que esta inquietud le arrancó, llegando a ensordecer el susurro de la soledad, asfixiando los versos de la elegía que el silencio entona. Y muchas fueron las noches que pasó sin dormir intentando entregarse a repasar viejas páginas roídas sobre historias olvidadas.

Pero grande era la pena que cubría su pensar. Sentía como sobre su cráneo descansaba el peso de toda la existencia. Si se le hubiese preguntado, con toda seguridad hubiese respondido que esa mirada no era humana. Que se trataba mas bien de negras agujas que se enterraban en las más hondas profundidades de su voluntad. O quizá más probablemente, de un espejo entre llamas que arrancaba las imágenes más mezquinas de su ser.

Con toda seguridad hubiese respondido que esa mirada era propia de una forma de vida mucho más antigua y poderosa. Que ya era remota cuando el mundo aún era joven.

- Ella estará allí. Aguarda su momento - se decía-. No olvida que es la Inexorable y que no es posible que escapemos a ella.

Y tras perder la cuenta de sus días de vigilia, haciendo ya horas que se le hubo extraviado en los laberintos de su consciencia la razón, la cadena de alaridos que vociferó fue tan atroz que más no lo habría sido si el abismo se hubiese abierto para liberar la angustia de los condenados. El clamor de lamentos sólo fue sofocado para proferir con aterrador tono: "¡Vete, vete!" mientras, dando vueltas, sacudía manotazos a su alrededor de modo, en apariencia, arbitrario.

A causa de su doliente estado, en un dinamismo marcado con un amargor y una distorsión mayores aun que los que el mármol eternizase en Laocoonte, se le tornó la expresión.

No encontrando manera alguna de aplacar la inclemente ansiedad que le mortificaba, se puso a beber hasta que la embriaguez le hubo derribado al suelo. Finalmente, y poco antes de quedarse dormido, balbuceó para sí mismo: "¡Que no haya tiniebla!".

Su mirada se ahogó, fue a morir a los párpados de la aurora de otro mundo. Sintió, con un sentir obscuro y abismático, cómo se hundía en esos ojos negros hasta la entraña que tanto temía. Nada, muerte y vacío, era todo lo que acababa por ser reflejo de aquellas negras pupilas. Se tornaba en abismo todo lo que aquellos ojos contemplaban.

Saboreó amargamente su alma en la boca. Sólo caída hubo después, violenta y profunda, con un caer veloz y prolongado que parecía no tener final.

Fue encontrado al par de días completamente aplastado contra el suelo, en igual forma a la que se encuentra a los que caen desde inmensas alturas. Entre cuerpo putrefacto pleno de morbidez y desecho desgarrado que hubiese hecho las veces de canapé para una gran rapaz, era su cadáver. Su olor era el del vaho sangriento de mil fúnebres festines.

ACCIDENTE


ACCIDENTE 
Relato basado en hechos reales, contado por E. Ramírez. 
Escrito y Adaptado por Eduardo Eduardo Liñan.

Al pasar Huejutla nos agarró una lluvia intensa que hizo que condujera lentamente. Mi esposa se comenzó a poner algo tensa por que estábamos en medio de la nada y se podía ver poco por la lluvia; por lo que nos estacionamos en un paradero a esperar que pasara la lluvia. Hacia algo de frio y nos abrazamos para entrar en calor. Cuando la lluvia cesó, nos dispusimos a seguir con el camino. Ya la tarde había caído por lo que estaba obscuro y se notaba una peculiar neblina al ras de la carretera. Salimos del auto para apreciar la sierra o al menos lo que podíamos observar a lo lejos, el sonido del cerrito en donde estábamos y el olor a tierra húmeda inundo nuestros sentidos. Al regresar al vehículo notamos que paso otro por la carretera muy rápido era un Aveo de modelo reciente y mi esposa se dio cuenta que iban un par de personas en el auto, que parecían ir algo desesperadas. Ella siempre fue muy observadora y yo solo quería llegar lo más rápido posible, ya nos había agarrado la noche en la sierra y sin conocer la carretera era para volverse loco; pero tenía que mostrarme sereno ante ella para no alterarla aun mas.

Le di marcha al carro y me fui manejando sin correr mucho, pensaba en quedarnos en el primer hotel que viéramos y seguir nuestro camino durante el día; pero aquello se veía muy improbable estábamos en medio de la sierra y sin saber muy bien porque rumbos, mi esposa sacó entonces un mapa de carreteras para ubicarnos y así poder llegar a algún punto conocido. No tardamos mucho en ubicarnos y más adelante quedaba un poblado más o menos grande y quizás alguna pensión donde quedarnos. As i que me fui seguro y esperando ver la luces del poblado en cualquier momento. No tenía mucho rato manejando por aquellos caminos cuando tomamos una pronunciada curva y luego un tramo largo, de pronto a lo lejos vimos la luces traseras de un vehículo que parecía estar ladeado en un vado a un lado de la carretera, al pasar cerca del vehículo nos dimos cuenta que había chocado con un árbol, la parte delantera estaba hecha pedazos y el parabrisas roto. Me detuve unos metros más adelante y me bajé para ver si podía ayudar.

Al acercarme al auto siniestrado, tristemente me di cuenta que venía una pareja, estaban cubiertos de sangre, el hombre tenía la cabeza metida en el volante y aplastada en el tablero del auto, mientras que la mujer estaba prensaba entre la puerta y el asiento, su rostro había sido partido en dos, aquello me ocasionó un pánico que me dejó en shock y temblando al ver la horripilante escena, al mirar la parte trasera del auto, me percate que venía otra persona, era una jovencita que estaba acurrucada en el asiento trasero, parecía estar inconsciente por que no se movía y pensé que también había muerto, aunque la parte trasera no había sufrido daños.

Intente abrir la puerta; pero esta se había atorado y me asomé de nuevo, esta vez la jovencita parecía estar sentada en el asiento llorando y tomándose el rostro con las manos, su largo cabello negro parecía cubrir su angustia y el dolor de haber perdido a sus padres. Me regresé al auto, mi mujer estaba parada a un lado temblando y claramente nerviosa. Saqué una herramienta para tratar de abrir la puerta y sacar a la joven, quizás llevarla a un hospital. Cuando regresé noté con extrañeza que la jovencita no estaba.

Eso me dejó con una gran duda y con algo de temor. Era imposible que hubiera salido, mi esposa jamás vio salir a nadie del auto y yo estaba seguro de haberla visto llorar amargamente. Sin saber que pensar, le dije a mi mujer que la joven no estaba, que no sabía a donde había ido. Ella siempre fue creyente de cosas de fantasmas y se asusto enormemente, me rogó que nos fuéramos de ahí y que llamáramos a los servicios de emergencia, eso era todo lo que podíamos hacer. Aunque nunca había visto a mi esposa aterrada, estaba a punto del llanto cuando accedí que nos fuéramos del lugar.

Mi esposa rompió en un llanto de miedo y pena por la pareja y por la situación de la joven. Yo aun no entendía como es que se había salido del auto o si en realidad lo que vi era alguien . No terminaba de pensar eso cuando en un instante los faros del vehículo iluminaron lo que parecía ser una persona corriendo por la carretera, para mi sorpresa era la joven que parecía haber visto en el auto siniestrado. Delgada de cabello largo y vestido de manta todo lleno de sangre, parecía correr con desesperación, apenas dije : ” esa es la niña”. Mi mujer se alteró y se puso tensa, sin pensar sus palabras fueron “no te pares” Sin saber qué hacer, quise por un momento parar y ante la insistencia de mi mujer no lo hice, me seguí de largo no sin antes ver el rostro de aquella joven.

Estaba pálida y con un enorme gesto de tristeza y angustia. En cuanto vi que desapareció del camino, le dije a mi mujer que se calmara que ya íbamos rumbo a un hotel y pronto llegaríamos a un pueblo, ella comenzó a decir que tenía miedo. Que sus abuelos siempre le hablaron de apariciones o ánimas que rondaban esos caminos de la sierra en busca de paz y que a veces venganza, que nadie sabía que le tocaría en suerte y mas viniendo de noche. Después de decirme eso sentí escalofríos; pero no era de esas personas creyentes de fantasmas. Al ir subiendo por las curvas mi mujer por la impresión y por el movimiento sintió nauseas y ganas de devolver. Como pude me paré a un lado de la carretera y la ayudé. Luego de que se sintió mejor, su rostro cambió a un mueca de horror, sus ojos casi salidos de sus orbitas contrastaron con unos labios que comenzaron a temblar como queriéndome decir algo. Corrí y la abracé, estaba temblando y helada. Al preguntarle que sucedía, tan solo levantó su mano y señaló algo. Al voltear una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza y la impresión produjo que mi corazón se acelerara. A unos metros de nosotros estaba la joven del accidente. Estaba de pie, descalza y con el vestido de manta lleno de manchas, su rostro era pálido y sus ojos reflejaban soledad y tristeza, estaba delgada hasta los huesos. Cosa que no había visto antes en el accidente. Casi con mi mujer a rastras la subí al coche y le di marcha para alejarnos de ahí.
Maneje lo mas rápido que pude y al dar la vuelta en una curva mi mujer comenzó a balbucear algunas palabras que no entendía, al final de sus frases tan solo me dijo: “¿Que quiere?” Luego de decir esto se quedo en total silencio y con los ojos cerrados, segundos después escuchamos en el interior del auto una voz femenina que decía: “A mi mamá”, casi de inmediato mi mujer comenzó a gritar histérica tapándose la cara y yo voltee de inmediato a la parte trasera del coche, cada músculo de mi cuerpo se tensó al ver que la joven venia sentada en la parte trasera, con su rostro pálido y demacrado; luego de verla, dibujó en aquel rostro fantasmal una sonrisa y comenzó a reírse con una sonrisa breve y silenciosa. Mi mente se desconectó completamente, el miedo hizo que me paralizara y en vez de frenar aceleré el auto. Mi esposa gritaba con todo el terror que le pudo salir de su garganta y lloraba intentando que todo aquello fuera irreal. Yo con las manos temblando no sabía qué hacer, el frio nos invadió a ambos y de pronto unas luces que iluminaron el camino me alertaron que venía un vehículo de frente. Lo único en lo que pensé fue en volantear y eso fue todo. El auto cayó a un barranco no muy profundo; pero lo suficiente para que este diera varias vueltas. Entre los gritos de pánico de mi esposa y los míos, vi con horror que ella salía por la ventanilla rota, no llevaba el cinturón puesto y el golpazo fue terrible, el horror se apoderó de mi, al ver que había sido expulsada del auto y luego un gran ruido al caer al fondo del barranco. Estaba medio inconsciente y luego entre sombras y ruidos raros pude observar que frente a mi estaba el rostro de la joven, la veía borrosa y después la nada.

Desperté en la cama de un hospital, estaba en Huejutla y no sabía como había llegado ahí, luego de muchas preguntas, yo solo deseaba saber cómo estaba mi mujer. Un doctor que me estaba atendiendo, me miró muy serio y me confirmó lo que me temía. Ella había muerto en el accidente. Me desgarré en llanto y quise pararme de la cama; pero mis piernas rotas me lo impidieron. Cuando me preguntaron la causa del accidente, no supe que responder o decir. Recordé todo y recordé la aparición de la joven, la maldije no sé cuantas veces y luego de recuperarme no quise volver al sitio del accidente, ni siquiera ver lo que había quedado de mi coche, a mi esposa me la entregaron en una urna la cual descansa frente a mi cama, todos los días platico con ella y por las noches puedo sentir su calor en mi cama. Aun me duele todo esto y me duele la muerte de mi esposa por algo tan absurdo y tan irreal como un maldito fantasma de carretera.


La Bruja Achikeé

Cuenta la leyenda que Achikeé era una bruja que vivía en las montañas de los Andes junto a su hija y sus dos nietos. La anciana siempre era muy amable con los viajeros a quienes invitaba a comer platillos deliciosos, mismos que hacía con carne humana de otros viajeros.

Cuando los niños volvieron, hambrientos se sentaron junto al caldero y vieron que era su madre la que se estaba cocinando, así que la tomaron y salieron corriendo, la bruja al darse cuenta corrió tras ellos y cundo estaba por atraparlos, de las alturas cayo una soga por la que treparon, la anciana también logro agarrarla pero un pájaro que pasaba la corto de donde ella se sostenía haciendo que cayera hacia el vació. Cuentan que en las montañas de los Andes aun vive su espíritu, a la espera de viajeros a quienes cocinar.


El Ukuku

Cuenta la leyenda que Chasca era un joven guerrero que estaba enamorado de la hija del Inca, pero también había un hechicero que quería hacerla su esposa.

El hechicero, al ver que la joven le correspondía a Chasca, le lanzo un hechizo a este para convertirlo en oso. Convertido en animal, Chasca huyó a la montaña con su amada, donde felices tuvieron un hijo mitad humano mitad oso al que llamaron Ukuku.



Al enterarse de esto, el padre de la joven y el hechicero envueltos en cólera formaron una brigada para ir a cazarlos, por lo que Ukuku, al ver en peligro a sus padres, le pidió a los espíritus de las montañas que los ayudara.

Los espíritus hicieron una avalancha que enterró a la brigada, después convirtió a los padres en cerros para que estuvieran juntos por la eternidad y a Ukuku, lo dejaron como guardián de la montaña.



Vampiro Nachzehrer

También traducido como “desperdicio de la noche”. Es un vampiro del norte de Alemania, donde se dice que las personas que mueren por suicidio, accidentes, o cuando hay una epidemia o plaga, la primer persona en morir se convertirá en un Nachzehrer.

Estos vampiros suelen ser acompañados por una mujer que murió en el parto, salen de su tumba para alimentarse de cadáveres, se convierten en cerdos y visitan a sus familiares para alimentarse de su sangre y matan por medios psíquicos o mágicos. También se decía que subían a los campanarios para hacer sonar las campanas y todo aquél que las escuchara, moría.



Para evita convertirse en Nachzehrer, se puede colocar un pedazo de tierra debajo de la barbilla del fallecido, colocar una moneda o piedra en sus dientes, atar un pañuelo fuertemente alrededor del cuello, decapitarlo o colocar una estaca en su boca para clavar su cabeza al suelo. La única forma de matar a un Nachzehrer es colocar una moneda en su boca, la cual lo paraliza, y después decapitarlo con un hacha.


Condenados

Se dice que cuando alguien muere de buena manera, antes de partir recorre los lugares donde vivió y que luego de cinco días, va a la luz. En cambio, cuando alguien muere de manera trágica o aún no ha saldado sus culpas, son condenados a vagar en la tierra de los vivos.

Los condenados más terribles son los que murieron de forma violenta, quienes se dice que habitan en cuevas y cementerios, donde lanzan gritos y lamentos terribles, aparecen con una túnica negra, siempre esconden el rostro y a veces se presentan como una procesión . Lo que el condenado busca, es llevarse a alguien con él para robarle el alma y poder descansar en paz.


La Posada del Sol

Ubicada en Niños Héroes 139 de la Colonia Doctores en la Ciudad de México y es uno de los edificios que más historias guarda entre sus pasillos.

Se dice que su diseñador Fernando Saldaña se ahorcó en el lugar, debido a las deudas que representó la construcción de este hotel. También se cuenta, que en años posteriores se hizo una guardería, donde una niña se perdió, para después ser encontrada muerta en uno de los túneles que hay debajo de la construcción.

Ahora el edificio se encuentra abandonado, donde muchos afirman haber visto el espectro de su creador ahorcado en un árbol del lugar y a una niña que juega entre las habitaciones.

Y la Película de Hoy es…
“Desde el Infierno” 2001

Amanece en Whitechapel, el barrio más sórdido de Londres, donde las drogas, la enfermedad y la miseria campan a sus anchas. Cinco prostitutas se ven amenazadas por un monstruoso asesino y el único que se ocupa de protegerlas es el Inspector Fred Abberline que, con la ayuda de su amigo el sargento Godley, trata de desentrañar una espeluznante conspiración.

A medida que una serie de salvajes asesinatos van sucediendo, los dos policías ven obstaculizado su trabajo por unos superiores más interesados en ocultar los crímenes que en encontrar al verdadero asesino, un sádico loco destinado a pasar a la historia.


LOS DUENDES DE LA MAQUILADORA

Buenas tardes David, la historia que te quiero compartir me la contó mi papá que en paz descanse, quien trabajo muchos años como guardia de seguridad en una empresa maquiladora de Nogales en Sonora. El se sentía agusto en ese trabajo, lo único que no le gustaba era hacer los rondines solo cuando le tocaba el turno de noche.

En una ocasión mientras hacia el turno de noche, cerca de las 2:00 a.m., salio a dar un rondin por la fábrica para vigilar que todo estuviera en orden, mi papá me contó que de repente empezó a escuchar muchos ruidos, era algo raro pero el se imagino que ese ruido se producía por efecto del eco de las máquinas del la maquiladora que estaban encendidas las 24 horas del día.

Sin embargo, paso algo muy raro a lo que el no le había hallado explicación, el vio como se movían unas cajas llenas de cableado, dichas cajas eran muy pesadas, no era posible que alguien estuviera moviéndolas, en eso llego un compañero que vigilaba afuera de la fabrica, el le indico que tenían que llenar el reporte para el cambio de turno, así que se fueron a la caseta de vigilancia, mi papa no le dio mayor importancia a lo que había visto y se olvido del asunto.

Pasaron algunas semanas de esa experiencia y llegó el día en que la fábrica le haría la posada a los empleados, para lo cual hicieron un espacio ahí mismo dentro de la fábrica, para meter algunas sillas, mesas y usar un espacio como pista de baile. Habia unas bases de dos niveles donde subieron las cajas llenas de cableado para que no estorbaran.

En estando en la fiesta, casi al final, ya estaban haciendo la rifa de regalos para los empleados cuando de repente cayó una de las pesadas cajas con cable, toda la gente se asusto bastante por lo impresionante del golpe, nadie se explicaba como se pudo caer, aun no salían de su impresión cuando de repente se cae la otra caja.

Después de tratar de explicar que ocurrió y al no hallar un motivo para lo sucedido, terminaron de hacer la rifa de regalos y los supervisores de la fábrica decidieron dar por terminada la posada, por seguridad de la gente. El coordinador de los guardias decidió solicitar las grabaciones de las cámaras de seguridad de esa noche, para ver que fue lo que causo la caída de las pesadas cajas, que afortunadamente no habían lastimado a ninguno de los presentes.

Dice mi papa, que a los días llevaron el vídeo de las cámaras de seguridad de la posada, el coordinador junto a todos los guardias para mirarlo, pero al ver el vídeo, no podían dar crédito a lo que estaban viendo, según mi papa nos contó, en el vídeo se grabaron unos seres muy pequeños que estaba cercas de las cajas, tan pequeños que apenas se alcanzaban a mirar en el vídeo, eran unos hombrecillos que empujaban con suma facilidad las cajas, como si no pesaran, y las arrojaban hacia abajo; en el en vídeo se alcanzaba a ver que eran alrededor de quince pero se movían muy rápido, de una manera sobrenatural.

Entre todos los guardias decidieron no hablar con nadie de lo que habían visto, pues correrían el riesgo de que los tildaran de locos o que estaban trabajando borrachos. El vídeo lo guardo el coordinador de los guardias y nunca mas volvieron a verlo o a saber de el y desde entonces ya no dejaron a mi papá ni a ningún guardia que se quedará sólo en las noches dentro de esa maquiladora, la cual al parecer fue reclamada como hogar por unos vengativos duendes.

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